1. Batalla de Salamina
La
batalla de Salamina, fue un Combate Naval que enfrentó a una alianza de Ciudades-Estado
Griegas con la flota del Imperio Persa en el año 480 a. C. en el golfo
Sarónico, donde la isla de Salamina deja dos estrechos canales que dan
acceso a la bahía de Eleusis, cerca de Atenas. Este enfrentamiento fue el
punto álgido de la Segunda Guerra Médica, el segundo intento persa por
invadir Grecia que había comenzado en el 480 a. C. Para frenar el avance
persa, los griegos bloquearon el paso de las Termópilas con una pequeña
fuerza mientras una armada aliada, formada esencialmente por atenienses, se
enfrentaba a la flota persa en los cercanos estrechos de Artemisio. En la
batalla de las Termópilas, fue aniquilada la retaguardia de la fuerza
griega, mientras que en la batalla de Artemisio los helenos sufrieron
grandes pérdidas y se retiraron al tener noticia de la derrota en las
Termópilas, lo que permitió a los persas conquistar Beocia y el Ática.
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Los aliados prepararon la defensa del istmo de Corinto al tiempo que su
flota se replegaba hasta la cercana isla de Salamina. Aunque muy inferiores
en número, el ateniense Temístocles convenció a los aliados griegos para
combatir de nuevo a la flota persa con la esperanza de que una victoria
decisiva impidiera las operaciones navales de los Medos contra el
Peloponeso. El rey persa Jerjes I, deseaba un combate definitivo, por lo que
su fuerza naval se internó en los estrechos de Salamina y trató de bloquear
ambos, pero la estrechez de los mismos resultó un obstáculo, pues dificultó
sus maniobras y los desorganizó. Aprovechando esta oportunidad, la flota
helena se formó en línea, atacó y logró una victoria decisiva gracias al
hundimiento o captura de al menos 300 navíos persas. Jerjes, se tuvo que
retirar hacia Asia junto con gran parte de su ejército, pero dejó a su
general Mardonio y a sus mejores tropas para intentar completar la conquista
de Grecia. Sin embargo, al año siguiente lo que restaba del ejército Medo
fue derrotado en la batalla de Platea y la armada persa en la batalla de
Mícala. Tras estos reveses los persas no volvieron a intentar la conquista
del mundo Heleno. Las batallas de Salamina y Platea marcaron un punto de
inflexión en el curso de las Guerras Médicas, pues en adelante las Polis
griegas tomaron la iniciativa y pasaron a la ofensiva.
2. Historia
Las Polis de Atenas y Eretria, habían apoyado, sin éxito, una revuelta en
Jonia liderada por el Sátrapa de Mileto, Aristágoras, entre el año 499 y el
494 a. C. contra el imperio persa de Darío I. El imperio persa era entonces
relativamente joven y sufría frecuentes revueltas entre los pueblos que
había sometido. A ello se unía que Darío era un usurpador, y hubo de
afrontar y extinguir numerosos alzamientos contra su autoridad. La revuelta
jonia amenazó la integridad de sus dominios, por lo que el rey persa
prometió castigar a todos los involucrados en ella y especialmente a los
poderes foráneos que la apoyaron. Al tiempo, Darío vio la oportunidad de
expandir su imperio a costa del fragmentado mundo de la antigua Grecia. Con
esa intención envió una primera expedición militar al mando de su general
Mardonio en el año 492 a. C., asegurando las tierras próximas a Grecia
gracias a la reconquista de Tracia y a la subyugación del Reino de
Macedonia, que pasó a ser vasallo de Persia. En el año 491, Darío
envió emisarios a todas las Polis griegas exigiendo tierra y agua, como
gesto de sumisión. Habiendo tenido una demostración de su poder el año
anterior, la mayoría de ciudades griegas se vieron obligadas a aceptar. En
Atenas, sin embargo, los embajadores Medos fueron llevados a juicio y
ejecutados, mientras que en Esparta simplemente fueron arrojados a un pozo.
Ello significó que Esparta estaba, de hecho, en guerra con Persia.
Darío reunió en el año 490, una fuerza anfibia de ataque que puso bajo
mando de Datis y Artafernes, y atacó Naxos, con lo que consiguió la
sumisión del resto de islas Cícladas. Esta fuerza se trasladó después a la
ciudad de Eretria, que fue asediada y arrasada. Finalmente, se dirigió a
Atenas, desembarcó en la bahía de Maratón, donde fue enfrentada por un
numeroso ejército ateniense. En la resultante batalla de Maratón, los
atenienses lograron una sonada victoria que obligó a los persas a
retirarse a Asia. El rey Darío, comenzó a crear un nuevo y enorme
ejército con la intención de subyugar toda Grecia, pero en el año 486 a.
C. sus súbditos egipcios se alzaron y obligaron a posponer indefinidamente
la invasión del mundo heleno. Darío, falleció durante la preparación de
la marcha a Egipto, y el trono de Persia pasó a su hijo Jerjes I, quien
aplastó la revuelta egipcia y rápidamente retomó los preparativos para la
invasión de Grecia. Debido a que iba a ser una invasión a gran escala,
requirió mucho tiempo de planificación, aprovisionamiento y reclutamiento
de tropas. Jerjes, decidió crear unos pontones en el estrecho del
Helesponto, para que su ejército cruzara a Europa, y también que se debía
cavar un canal a través del istmo del monte Athos, para rodear un
promontorio en el que había sido destruida una flota persa en el año 492.
Estas eran dos hazañas de excepcional ambición solo al alcance de un Gran
Imperio. A comienzos del año 480, los preparativos se habían completado y
el ejército que Jerjes había reunido en Sardes comenzó a marchar hacia
Europa cruzando el Helesponto a través de dos puentes de pontones. Los atenienses también habían estado preparando la guerra contra los
persas desde mediados de la década del año 480, y en el año 482, tomaron
la decisión, bajo guía del político ateniense Temístocles, de construir
una enorme flota de trirremes, para combatir contra los Medos. Sin
embargo, los atenienses no tenían hombres suficientes para luchar en
tierra y mar, por lo que la lucha contra los persas requeriría una alianza
de Polis Griegas. En el año 481 a. C. Jerjes, envió embajadores por
toda Grecia exigiendo de nuevo, tierra y agua, pero omitió deliberadamente
a Atenas y Esparta, Polis que comenzaron a aglutinar a apoyos. Se reunió
un Congreso de Polis en Corinto hacia finales del otoño del año 481, del
que salió una Alianza Confederada de Polis, con el poder de enviar
emisarios para pedir ayuda y destacar tropas de las ciudades miembros en
puntos defensivos tras realizar consultas. Inicialmente el congreso estuvo de acuerdo en defender el estrecho del
Valle de Tempe, en la frontera de Tesalia, para bloquear allí el ejército
de Jerjes. Sin embargo, una vez que llegaron al lugar fueron advertidos
por Alejandro I de Macedonia, de que el valle podía ser atravesado por
otro paso, y que el ejército de Jerjes era abrumador, por lo que los
griegos se retiraron. Poco después, recibieron la noticia de que los
persas habían cruzado el Helesponto, por lo que los aliados adoptaron una
segunda táctica. La ruta hacia el sur de Grecia, Beocia, el Ática y el
Peloponeso, llevaría al ejército de Jerjes a atravesar el estrecho paso de
las Termópilas, que podría ser fácilmente bloqueado por las falanges de
los Hoplitas griegos a pesar de la enorme superioridad numérica del
enemigo. Por otra parte, y para evitar que los persas saltaran las
Termópilas por mar, los atenienses y sus aliados cerrarían los estrechos
de Artemisio. El Congreso adoptó esta estrategia dual. Sin embargo, las
ciudades del Peloponeso hicieron planes de repliegue para defender el
Istmo de Corinto, si fuera necesario, al tiempo que las mujeres y los
niños de Atenas, fueron evacuados en masa a la ciudad Peloponesia de
Trecén.
En una batalla legendaria, un pequeño ejército griego detuvo durante tres
días en el paso de las Termópilas a la abrumadoramente superior fuerza
persa, hasta que fueron traicionados y flanqueados por un paso de montaña.
La mayoría del ejército Heleno pudo retirarse, pero la retaguardia,
compuesta por espartanos y tespios, fue rodeada y aniquilada. En la
simultánea Batalla Naval de Artemisio se llegó a un punto muerto, pero
cuando llegaron las noticias de lo acaecido en las Termópilas, la armada
aliada también se retiró, puesto que la defensa de los estrechos de
Artemisio ya no tenía sentido.
3. Preludio
La flota aliada entonces navegó desde Artemisio a Salamina, para ayudar
en la evacuación final de Atenas. Estando en ruta, Temístocles dejó
inscripciones dirigidas a los tripulantes griegos Jonios de la flota
persa, en todas las fuentes de agua en las que tendrían que parar,
pidiéndoles que desertaran por la causa aliada. Tras su victoria en las
Termópilas, el ejército persa procedió a quemar y saquear las ciudades de
Beocia que no se habían rendido, Platea y Tespias, antes de marchar hacia
la ya evacuada Atenas. Los aliados, esencialmente Peloponesios, se
prepararon para defender el Istmo de Corinto, destruyendo el único camino
que lo cruzaba y construyendo un muro. Sin embargo, esta estrategia era
errónea a menos que la flota aliada fuera capaz de impedir a la flota
persa el transporte de tropas a través del Golfo Sarónico. En un consejo
de guerra convocado tras la evacuación de Atenas, el comandante naval de
Corintio, Adimanto, defendió que la flota debía reunirse frente a la costa
del Istmo para elaborar un bloqueo. Sin embargo, Temístocles se mostró
partidario de una estrategia ofensiva con la finalidad de destruir la
superioridad naval persa. Para ello se basó en las lecciones aprendidas en
Artemisio, señalando que, una batalla a corta distancia nos beneficia. Su
opinión prevaleció y la armada aliada permaneció frente a las costas de
Salamina.
Temístocles
El momento exacto de la Batalla de Salamina, es difícil de definir.
Heródoto presenta la batalla como si se hubiera producido inmediatamente
después de la captura de Atenas, pero en ningún momento lo dice
explícitamente. Si las Termópilas y Artemisio ocurrieron en septiembre,
pudo ser así, pero es más probable que los persas emplearan dos o tres
semanas tomando Atenas, reparando su flota y reabasteciéndose. Sí sabemos
que en algún momento tras la captura de Atenas, Jerjes celebró un Consejo
de Guerra con la flota persa, Artemisia, Reina de Halicarnaso y
Comandante de su escuadrón naval dentro de la flota de Jerjes, trató de
convencer al Rey Persa para que esperara a que los aliados se rindieran,
pues creía que combatir en Salamina, era un riesgo. Es difícil establecer
qué fue lo que llevó finalmente a que se librara la batalla, asumiendo que
ninguna de las partes atacó sin premeditación. Está claro que en algún
momento antes de la batalla, le comenzaron a llegar a Jerjes noticias de
las desavenencias en el bando aliado, pues los peloponesios querían
evacuar Salamina, mientras todavía hubiera tiempo. Esta supuesta división
entre los aliados pudo ser simplemente un ardid para forzar a los Medos a
combatir. Por otra parte, este cambio de actitud entre los aliados, que
habían esperado pacientemente frente a Salamina, al menos una semana
mientras Atenas era saqueada, podía ser una respuesta a las maniobras
ofensivas persas. Posiblemente, un ejército persa había sido enviado a
marchar contra el Istmo para probar el nervio de la flota. Sea como
fuere, cuando Jerjes recibió las noticias ordenó a su flota salir a
patrullar frente a las costas de Salamina y bloquear la salida sur.
Luego, al atardecer, ordenó que se retiraran, seguramente para tentar a
los aliados a emprender una evacuación apresurada. Esa noche Temístocles
intentó lo que hoy nos parece un éxito espectacular del uso de la
desinformación. Envió a Jerjes un sirviente, Sicinos, con un mensaje
proclamando que Temístocles estaba del lado del Rey, y prefería que
prevaleciera su causa a la de los Helenos. Temístocles, decía que el
mando aliado estaba enfrentado, que los peloponesios planeaban evacuar esa
misma noche y que, para conseguir la victoria, todo lo que los persas
tenían que hacer era bloquear los estrechos. Y eso era exactamente lo que
Jerjes quería oír, que los atenienses podrían estar dispuestos a someterse
a él y que sería capaz de destruir al resto de la flota aliada. Jerjes
mordió el anzuelo y la flota persa fue enviada esa misma noche para
iniciar el bloqueo. El Rey persa ordenó que se dispusiera un trono en las
laderas del Monte Aigaleo, con vistas al estrecho, para presenciar la
batalla de manera inmejorable y anotar los nombres de los comandantes que
mejor se desempeñaran. Los aliados pasaron la noche discutiendo
acaloradamente el curso de las acciones. Los peloponesios querían
evacuar, y fue en ese punto cuando Temístocles intentó su truco con
Jerjes. No fue hasta que apareció Arístides, general ateniense exiliado
que llegó esa noche seguido por algunos desertores de los persas, con
noticias sobre el despliegue de la flota persa, que los peloponesios
aceptaron que no tenían escapatoria y debían luchar. Sin embargo, se ha
sugerido con razón que los peloponesios tomaron parte en el ardid de
Temístocles, y que aceptaron serenamente que tenían que luchar en
Salamina. La armada aliada pudo así prepararse adecuadamente para la
inminente batalla, mientras que los persas pasaron la noche en el mar,
buscando sin éxito la supuesta evacuación griega. La mañana siguiente, los
persas navegaron a los estrechos para atacar a la flota Helena. No está
claro cuándo, cómo ni por qué se tomó esta decisión, pero sí es evidente
que buscaron el combate con los aliados. El rey Jerjes y su asesor jefe,
Mardonio, decidieron atacar de todos modos.
4. Estrategia y Tácticas
La estrategia global de los persas para la invasión del año 480
a. C. fue abrumar a los griegos con una masiva fuerza e intentar
completar la conquista de Grecia en una sola campaña. Por el contrario,
los griegos buscaron hacer el mejor uso posible de su reducido número
con la defensa de enclaves concretos para así mantener a los persas en
campaña el mayor tiempo posible. Jerjes, obviamente no había previsto
esa resistencia, pues de ser así habría iniciado la campaña bastante
antes, y tampoco habría esperado cuatro días en las Termópilas, dando
tiempo a los helenos para dispersarse. El tiempo era entonces esencial
para los persas, pues la enorme fuerza invasora no podía ser mantenida
indefinidamente, ni Jerjes quería estar tanto tiempo fuera de su
Imperio. Las Termópilas, demostraron que era inútil un asalto frontal
contra las bien defendidas posiciones griegas, y con los Helenos ya
atrincherados en el Istmo de Corinto, había pocas posibilidades de
conquistar el resto de Grecia por tierra. Sin embargo, como también se
demostró en las Termópilas, si los griegos podían ser flanqueados, su
reducido número de tropas podía ser aniquilado. Un movimiento
envolvente en el Istmo, requería del uso de la flota persa, y por tanto
de la destrucción de la flota griega. Si Jerjes, destruía la flota
aliada estaría en una posición inmejorable para forzar la rendición de
los griegos, y ello parecía la única esperanza de lograr concluir la
guerra en esa campaña. Por el contrario, evitando la destrucción o como
Temístocles esperaba, paralizando a la flota persa, los griegos podían
evitar ser conquistados. Sin embargo, no era estratégicamente necesario
para los persas luchar en Salamina. La Reina Artemisia de Caria se lo
señaló a Jerjes en el preludio de Salamina, afirmando que luchar en el
mar era un riesgo innecesario, y recomendando en su lugar.
Si no se apresura a combatir en el mar y mantiene sus barcos aquí y
cerca de tierra, o incluso avanza al Peloponeso, entonces, mi señor,
logrará cumplir fácilmente lo que tenía en mente cuando vino aquí.
Los helenos no serán capaces de resistir contra usted durante mucho
tiempo, los dispersará y cada uno huirá a su ciudad.
La flota persa todavía era lo suficientemente grande como para bloquear
a la armada aliada en los estrechos y hacer desembarcar tropas en el
Peloponeso. Sin embargo, a fin de cuentas ambos bandos estaban preparados para
arriesgarlo todo en una batalla naval, con la esperanza de alterar
decisivamente el curso de la guerra. Los persas contaban con una ventaja táctica considerable, y no solo por
su número muy superior, sino porque tenían mejores barcos, pues la mayoría de los barcos atenienses eran de nueva construcción y
estaban tripulados por hombres inexpertos. La táctica naval más común en el Mediterráneo era embestir con los
espolones con que estaban equipados los Trirremes y abordar la nave
enemiga con la infantería, lo que venía a ser una batalla terrestre
sobre la cubierta de los barcos. En esa época los persas y los griegos asiáticos habían comenzado a
emplear una técnica conocida como Diekplous, que no está claro qué era, pero probablemente implicaba que una nave
penetrara entre otras dos enemigas y las embistiera en sus bandas. Esta maniobra requeriría una considerable maestría en la navegación a
vela y es más probable que la emplearan los persas. Los aliados, sin
embargo, desarrollaron tácticas para contrarrestarla.
Para los griegos, la única esperanza real de lograr una victoria
definitiva era atraer a los persas a un lugar estrecho, donde su número no
sería tan decisivo. En la batalla en Artemisio, habían intentado
minimizar la ventaja numérica persa, pero al final los griegos se dieron
cuenta que necesitaban un paso aún más estrecho para derrotarlos. Por lo
tanto, internándose en los canales de Salamina para atacar a los helenos,
los persas estaban jugando en el terreno que quería su enemigo. Está claro
que los persas no habrían hecho eso de no estar seguros de su victoria,
por lo que es evidente que el ardid de Temístocles desempeñó un papel
clave para inclinar la balanza a favor de los griegos. Salamina, fue para
los persas, una batalla innecesaria y un error estratégico. En la flota aliada, los atenienses estaban a la izquierda, en la derecha
probablemente los espartanos y en el centro el resto de aliados. La
flota Meda, fue enviada a bloquear la salida de los estrechos la tarde
antes de la batalla. la flota persa en realidad entró en los estrechos al
caer la noche con la intención de capturar a los aliados que
huían. La flota egipcia fue enviada a circunnavegar Salamina por el
sur y bloquear la salida norte de los estrechos. Si Jerjes quería atrapar
completamente a los aliados, esta maniobra tendría sentido. Jerjes
también había desplegado unos 400 soldados en la isla llamada Psitalea, en
el centro de la salida de los estrechos, con la orden de matar o capturar
a cualquier griego que pusiera pie en ella como consecuencia de un
naufragio o un en callamiento.
5. Fase Inicial
Independientemente del momento en el que penetraran en el estrecho, los
navíos persas no iniciaron el ataque hasta el amanecer. Puesto que,
después de todo, no tenían previsto huir, los aliados pasaron la noche
preparándose para la batalla, y tras un discurso de Temístocles, la
infantería embarcó, lista para navegar. Los persas no entraron en los
estrechos hasta el amanecer, los aliados tuvieron tiempo de tomar
posiciones de una forma más ordenada. A medida que se aproximaban
los Medos, pudieron oír a los griegos cantando su himno de batalla.
Adelante, hijos de los griegos,
liberad la patria,
liberad a vuestros hijos, a vuestras mujeres,
los altares de los dioses de vuestros padres,
y las tumbas de vuestros antepasados,
es hora de luchar por todo.
Mientras se aproximaban a los aliados en los angostos estrechos, los
persas al parecer se desorganizaron y hacinaron, lejos de dividirse,
la flota griega estaba alineada y lista para atacar. A pesar de ello
no atacaron inmediatamente y dieron impresión de mantenerse alejados
por temor al enemigo. Trataban de obtener una mejor posición y ganar
tiempo hasta la llegada del viento matutino. Mientras los aliados
esperaban en el fondo del estrecho, una única nave se adelantó para
embestir al barco persa más cercano. Los Atenienses afirmaron que ese
barco pertenecía al también Ateniense Ameinias de Palene, mientras que
los de Egina dijeron que era uno de los suyos. A continuación toda la
flota griega hizo lo mismo y se lanzó contra la desorganizada línea de
batalla persa.
6. Combate
Los detalles del resto de la batalla son generalmente superficiales,
pues ninguno de los implicados pudo tener una visión general de lo que
estaba ocurriendo. Los trirremes contaban, por lo general, con un gran
espolón con forma de carnero en la proa con el que podían embestir y
hundir naves enemigas, o al menos inutilizar los remos de una de sus
bandas. Si la embestida inicial no era exitosa, se producía un abordaje
de la infantería y combates cuerpo a cuerpo similares a los de las
batallas en tierra. Por ello, ambos bandos llevaban soldados
embarcados, en el caso de los griegos, los temibles Hoplitas y en el de
los persas infantería iraní con armamento y protecciones más ligeras.
Una vez que la primera línea de barcos persas fue embestida por los
helenos, esta obstaculizó las acciones de la segunda y tercera línea.
En el flanco izquierdo de los griegos el almirante persa Ariamenes,
hermano de Jerjes, cayó muerto muy pronto. Sin liderazgo y
desorganizados, los escuadrones fenicios fueron empujados hacia la
costa, donde muchos de sus barcos quedaron varados. En el centro, los
barcos aliados hicieron cuña a través de las naves persas y dividieron a
la armada Meda en dos. Artemisia, Reina de Halicarnaso y comandante
del contingente de Caria, fue perseguida por el barco de Ameinias de
Palene. En su empeño de escapar, ella embistió y atacó a otro barco
persa, lo que hizo creer al ateniense que era una aliada y desistió de
perseguirla. Sin embargo, Jerjes, viendo la acción, pensó que la reina
había atacado con éxito a un barco aliado, y comparando con el pobre
desempeño de sus otros comandantes, comentó que, Mis hombres se han
convertido en mujeres, y mis mujeres en hombres. La flota persa
comenzó a retroceder hacia Falero, pero fue emboscada por los Eginetas
cuando trataban de salir de los estrechos. Los restantes barcos persas
llegaron como pudieron al puerto de Falero junto al resto del ejército
persa. Entonces el general ateniense Arístides, lideró un destacamento
de soldados hasta el islote de Psitalea para aniquilar a la guarnición
que Jerjes había dejado allí. Los persas sufrieron muchas más bajas
que los aliados, en parte porque la mayoría de asiáticos no sabía
nadar. Jerjes, sentado en su trono del Monte Aigaleos, fue testigo de
la masacre de su armada. Algunos capitanes de los barcos fenicios
naufragados trataron de culpar a los Jonios por su cobardía ante el
final de la batalla. Jerjes, visiblemente enfadado y habiendo sido
testigo de cómo los Jonios apresaban una nave de Egina, ordenó decapitar
a los Fenicios por intentar calumniar a los hombres más nobles.
7. Consecuencias
Inmediatamente después de la batalla en Salamina, Jerjes intentó
construir un puente de pontones a través de los estrechos, con la
finalidad de hacer atravesar a su ejército para atacar a los
atenienses. Sin embargo, con la flota aliada ya patrullando el
estrecho, este empeño resultó inútil. Temiendo que los griegos pudieran atacar los pontones tendidos en el
Helesponto, atrapando así a Jerjes en Europa, el Rey Persa decidió
marcharse con gran parte de su ejército. Mardonio eligió a dedo algunas tropas para que se quedaran con él
en Grecia, las unidades de élite de la infantería y la caballería,
para intentar completar la conquista del mundo Heleno. Sin embargo, todas las fuerzas persas abandonaron el Ática e
invernaron en Beocia y Tesalia, con lo que los atenienses pudieron
retornar a su ciudad arrasada para pasar el invierno. Al año
siguiente, año 479 a. C., Mardonio recapturó Atenas y el ejército
aliado permaneció protegiendo el Istmo de Corinto. A pesar de ello,
los Helenos, bajo liderazgo espartano, intentaron finalmente forzar a
Mardonio a combatir y marcharon hacia Ática. El general persa retrocedió hasta Beocia para atraer a los aliados
a un terreno abierto y ambos bandos acabaron por encontrarse cerca de
la ciudad de Platea, que había sido arrasada el año anterior. Allí, en la batalla de Platea, el ejército griego consiguió una victoria decisiva, aniquilando a
gran parte del ejército Medo y poniendo fin a la invasión persa de
Grecia. Mientras, en la casi simultánea Batalla Naval de Mícala
la armada aliada acabó con lo que quedaba de la flota persa.
La batalla de Salamina marcó un punto de inflexión en las Guerras Médicas. Tras este combate naval, el Peloponeso, y por extensión Grecia
como una entidad, se salvaron de la invasión. Los persas, por su
parte, sufrieron un duro golpe a su prestigio y moral, además de
grandes pérdidas materiales y humanas. Tras las posteriores batallas, de Platea y Mícala desapareció
para los griegos la amenaza de invasión, y los aliados pudieron
pasar a la contraofensiva. La victoria helena permitió que Macedonia se rebelara contra el
dominio persa, y en las tres décadas siguientes, Tracia, las islas del Egeo
y, finalmente, Jonia, fueron liberadas del dominio del Imperio Aqueménida por los
aliados o por la Liga de Delos.
Salamina inició un giro decisivo en el balance de fuerzas a favor
de los griegos que culminó en su victoria final y en una reducción
considerable del poder persa en el mar Egeo. Al igual que las Batallas de Maratón y las Termópilas, Salamina se ha
convertido en una leyenda, a diferencia de la todavía más decisiva
batalla de Platea.
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