La
batalla de Maratón, fue un enfrentamiento armado que definió el desenlace de la Primera
Guerra Médica. Ocurrió en el año 490 a. C. y tuvo lugar en los
campos y la playa de la ciudad de Maratón, situada a pocos kilómetros de
Atenas, en la costa este de Ática. Enfrentó por un lado al Rey Persa Darío
I, que deseaba invadir y conquistar Atenas por su participación en la
revuelta Jónica, y, por otro lado, a los Atenienses y sus aliados. Una
proeza recordada en esta batalla fue la de Filípides, que recorrió,
diferente a lo que se cree, el camino de Atenas a Esparta para pedir ayuda
al ejército espartano, pues la amenaza persa se cernía sobre el mundo
griego. Esparta rehusó ayudar a los atenienses, alegando encontrarse en
fechas de celebraciones religiosas. Tras la revuelta de Jonia, Darío
decidió castigar a la ciudad griega que había prestado ayuda a sus
súbditos rebeldes. Después de tomar Naxos y Eretria, la expedición persa,
con el consejo de Hipias, que esperaba recuperar el poder en Atenas,
desembarcó en la playa de Maratón.
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Tras cinco días cara a cara, las falanges ateniense y platense,
aplastaron a la infantería persa que huyó y se embarcó de nuevo con
fuertes bajas. El ejército griego se retiró rápidamente a Atenas para
impedir el desembarco de la otra parte del cuerpo expedicionario persa en
Falero, uno de los puertos de la ciudad. Esta victoria puso fin a la
Primera Guerra Médica. Diez años después, tuvo lugar un nuevo ataque por
orden de Jerjes I. La batalla de Maratón, desempeñó un papel político
importante mediante la afirmación del modelo democrático ateniense y el
inicio de grandes carreras militares para los generales atenienses como
Milcíades o Arístides el Justo. Maratón sigue siendo una de las batallas
más famosas de la Antigüedad, sobre todo a través de las conmemoraciones
que suscitó, como la carrera de maratón en los Juegos Olímpicos de 1.896
en Atenas.
2. Fuentes Históricas
Los autores antiguos remontaban los orígenes de la Primera Guerra Médica
a la ya mencionada Revuelta Jónica, inscrito de hecho en el vasto
movimiento expansionista del Imperio Aqueménida. Darío I, ya había puesto
el pie en Europa, con la conquista de Tracia y la sumisión del Reino de
Macedonia, que fue forzado a sumarse a la alianza persa. Sin embargo, la
revuelta Jónica llevaba una amenaza directa sobre la integridad del
Imperio, y Darío tomó la decisión de castigar a todos aquellos que se
encontraban implicados, como las ciudades del Egeo y de la Grecia
Continental. Atenas y la ciudad Eubea de Eretria enviaron veinticinco
Trirremes en ayuda de las ciudades de Asia Menor, mientras un cuerpo
expedicionario arrasaba Sardes antes de replegarse y de ser vencido en
Éfeso por el sátrapa Artafernes, hermano de Darío. En el año
494 a. C., después de seis años de conflicto, Darío terminó
aplastando las ciudades rebeldes. Después, los persas sometieron por la
fuerza o la Diplomacia las islas del mar Egeo. Numerosas ciudades
continentales recibieron embajadas del Rey Aqueménida pidiendo su sumisión
y su doblegamiento. Atenas y Esparta se negaron e incluso, según Heródoto,
asesinaron a los emisarios.Anteriormente, en el año 511 a. C., con la ayuda de Cleómenes
I, el Rey de Esparta, el pueblo ateniense expulsó a Hipias, tirano de
Atenas. Éste huyó a Sardes, a la Corte del Sátrapa más cercano,
Artafernes, le prometió el control de Atenas si lograba restaurarlo en el
poder, cuya familia lo había detentado en Atenas durante 36 años.
Cuando Atenas exigió a Persia que entregara a Hipias para ser enjuiciado,
los persas se negaron, lo que provocó que la ciudad Ática se enemistara
abiertamente con los persas, y que en vísperas de la Revuelta
Jónica año 499-494 a. C., enviara 20 Trirremes en
ayuda de los Jonios. El
tirano ateniense huyó probablemente a la Corte del Rey Darío durante la revuelta. La ciudad de Eretria, también había enviado ayuda, cinco Trirremes,
aunque no sirvió de mucho ya que la rebelión fue subyugada. Esto alarmó a
Darío, que deseaba castigar a las dos ciudades. En el
año 492 a. C., envió un ejército bajo el mando de su yerno,
Mardonio, a Grecia Continental. Empezó con la conquista de Macedonia y
obligó a Alejandro I, a abandonar su reino, mientras que en el camino al
sur, hacia las ciudades Estado Griegas, la flota persa fue diezmada
por una tormenta al costear el promontorio del Monte Athos, perdiendo 300
naves y 20.000 hombres. Mardonio fue forzado a retirarse a Asia. Los
ataques de los Tracios infligieron pérdidas al ejército Aqueménida en
retirada. Darío aprendió, quizás a través de Hipias, que los Alcmeónidas,
una poderosa familia ateniense, se opusieran a Milcíades, quien en ese
momento era el político más prominente de Atenas. Si bien ellos rehusaron
ayudar a restablecer a Hipias, puesto que habían contribuido a derrocarlo,
según Heródoto, puesto que eran enemigos declarados de la
tiranía.
Algunas Polis,
creyeron que una victoria persa era inevitable y necesitaban asegurar una
posición mejor en el nuevo régimen político surgido tras la conquista
persa de Atenas. Darío, deseando aprovecharse de esta situación para
conquistarla, lo que aislaría a Esparta, conquistaría al resto de los
griegos del Egeo y consolidaría su control sobre Jonia. Para esto Darío
pensaba en hacer dos cosas.
Sacar al ejército de sus murallas y derrotarlo en campo abierto. Y lograr la rebelión de la ciudad para rendirse a los persas.
A finales del año 491 o inicios del año 490 a. C.,
una expedición naval de seiscientos Trirremes zarpó de Cilicia rumbo a
Jonia al mando de Artafernes, hijo del Sátrapa de Lidia, el que hizo
trato con Hipias, y del Almirante Medo Datis, enviada para aplastar a
los insumisos. Mardonio, había sido relevado del mando por el gran número
de naves perdidas en la tempestad que se abatió sobre ellas al costear el
Athos.Ahora bien, desde Cilicia no arrumbaron las naves a lo largo de la costa
asiática en dirección al Helesponto y Tracia, sino que a partir de Samos,
costearon Icaria, rebasaron el mar Icario, y navegaron entre las islas
Cícladas, pues no se atrevían a circunnavegar el Monte Athos, dado que dos
años antes sufrieron un desastre mientras surcaban dichas aguas, y además
para tomar la isla de Naxos y la fuerza de Eretria y Atenas para
someterse al Gran Rey o ser destruida, debían seguir esa ruta. Naxos fue
saqueada, sus Templos quemados, y los Naxios que pudieron escapar huyeron
a la zona central de la isla, que era montañosa. Después la flota izó
velas y tras recorrer las Cícladas septentrionales, situadas entre Delos y
Eubea, desembarcaron en la ciudad Eubea de Caristo, la sitiaron y
saquearon, tras lo cual se dirigieron hacia Eretria, situada a 65 km de
Caristo. Fue conquistada tras siete días de asedio, incendiada y su
población reducida a la esclavitud. Los 4.000 clerucos atenienses que
habitaban las tierras de la ciudad Eubea de Calcis, que fueron enviados a
socorrerlos tuvieron que darse a la fuga. Según se desprende del texto
Herodoteo, se trataba de una expedición para castigar a atenienses y
eretrieos, y los persas enviaron una flota que carecía de naves destinadas
al transporte de caballos y sin apoyo de un ejército de tierra. El
número de barcos probablemente no superaría el centenar y como todos los
contingentes persas iban embarcados, su número oscilaría sobre los 30.000
hombres. Mientras los persas asolaban Naxos, los Delios, abandonaron su
isla y emprendieron la huida hacia Tenos. Datis, sin embargo dio orden de
no atracar en Delos y ordenó que las naves fondearan en Rinia. Según
Heródoto, Datis tenía órdenes de Darío de respetar la isla sagrada donde
habían nacido Apolo y Artemisa. La flota persa viró acto seguido hacia Atenas, siguiendo los consejos de
Hipias, el viejo tirano ateniense depuesto veinte años antes, esperaba
recuperar el poder merced a sus partidarios en el seno de la ciudad.
Aconsejó a los persas atracar en la playa que orilla la llanura de
Maratón, situada a 38 kilómetros de distancia de Atenas, de alrededor de
unos cuatro km de larga y apropiada para maniobras de caballería.
3. Preludio
El ejército ateniense, capitaneado por Milcíades el Joven, el strategos
ateniense más experimentado en la lucha contra los persas, fue enviado a
bloquear las salidas de la llanura de Maratón para impedir el avance del
ejército aqueménida por tierra. Paralelamente, Fidípides, un corredor
mensajero, fue despachado para solicitar refuerzos a Esparta. Es posible
que Atenas tuviera un pacto previo de ayuda militar mutua epimaquia, y por consiguiente despachara a dicho mensajero. Según Georg Busolt,
los atenienses enviaron al correo cuando ya habían decidido salir al
encuentro de los persas.
Pero la ciudad de laconia celebraba la Carneas, fiestas que implicaban una tregua militar hasta el plenilunio
siguiente. Las tropas espartanas, no podían partir más que al cabo de
diez días. Los atenienses que habían recibido el refuerzo de un pequeño
contingente de Platea estaban casi solos. Los persas navegaron por
la costa de Ática, y anclaron en la bahía de Maratón, a unos 40
kilómetros de Atenas, con el asesoramiento del tirano exiliado ateniense
Hipias, que había acompañado a la expedición. Los dos ejércitos
estuvieron frente a frente durante cinco días. La espera favorecía a
Atenas, ya que cada jornada que pasaba se acercaba al día en que los
refuerzos espartanos llegarían.
4. Fuerzas enfrentadas y tácticas
El armamento de los griegos era el propio de una infantería
pesada: los Hoplitas atenienses y sus aliados platenses se protegían con
un casco, un escudo, una coraza, cnémidas y brazales de bronce. Blandían
una espada, una larga lanza y asían un escudo de piel con láminas
de metal. Los Hoplitas combatían en filas cerradas, de modo acorde a la
formación de la falange, sus escudos formaban delante de ellos una
muralla. Los esclavos atenienses fueron liberados poco antes de la
batalla para servir de infantería ligera, honderos y lanzadores de
jabalina. Su número y su papel durante la batalla son desconocidos,
debido a que los hechos y gestas de esclavos no eran juzgados dignos de
ser relatados por los autores antiguos. Las tropas atenienses
estaban dirigidas por diez stratogoi, uno por cada tribu, bajo la autoridad militar y religiosa de un
polemarca, Calímaco. Cada estratego mandaba en el ejército durante un
día. No obstante, parece que cada vez, los estrategos confiaban el mando
a uno solo de ellos, entre quienes se contaba Milcíades. Este general
conocía la debilidad del ejército Aqueménida por haber luchado con ellos
durante la campaña de Darío contra los Escitas. El ejército persa
estaba bajo el mando de Artafernes, un sobrino de Darío, a la cabeza del
ejército de tierra, y Datis era el almirante de la flota. La flota
aqueménida estaba compuesta de 600 trirremes, Stecchini la estima en 300
trirremes y 300 barcos de transporte, mientras que Peter Green la cifra
en 200 trirremes y 400 buques de transporte. Diez años antes,
probablemente en la primavera del año 499 a. C. con 200
trirremes no pudieron someter Naxos, por lo que quizás una flota de 200
o 300 trirremes era insuficiente. El ejército estaba compuesto de
soldados de diferentes procedencias, no hablaban las mismas lenguas y no
tenían la costumbre de combatir juntos. Además, el armamento persa, con
escudos de mimbre y lanzas cortas, convertía a la infantería persa
vulnerable en el combate cuerpo a cuerpo.
5. Estrategia
Las estrategias de los ejércitos griego y persa no se conocen con
certeza, los escritos de los autores antiguos son en ocasiones
contradictorios, y varias hipótesis son posibles. Los mecanismos de
desencadenamiento de la batalla que se derivan de estas diferentes
posibilidades, también son especulaciones. Los atenienses no
esperaron tras las murallas de su ciudad, sino que fueron al encuentro
del enemigo. A ellos se unieron sus aliados de Platea. Estaban en
desventaja en Maratón, debieron movilizar a todos los Hoplitas
disponibles, y pese ello estaban en inferioridad numérica, por lo menos
uno contra dos. Además, se tuvo que desguarnecer la defensa de la
ciudad. Si fueran atacados por atrás, se dividirían las fuerzas,
mientras que cualquier ataque contra ella no encontraría resistencia. La
derrota en Maratón también significaría la aniquilación total del
ejército ateniense. Los atenienses debían bloquear a los persas en la
playa de Maratón, impidiendo que escaparan y evitar ser desbordados por
los flancos. Se llevó a cabo el primer objetivo. No fue necesario
desencadenar la batalla antes de tiempo. Por otra parte, los Hoplitas
eran vulnerables a la carga de la caballería persa y constituía un
riesgo. El campamento griego estaba protegido por los flancos por un
pequeño bosque o por estacas, dependiendo de la traducción, logrando así
el segundo objetivo. Los persas, querían vaciar la ciudad de
defensores, bloquearlos en Maratón desembarcando la mitad de sus tropas
y rodear a los Hoplitas para tomar Atenas por el mar, con las puertas
abiertas por los hombres de Hipias. Este era un motivo por el que, a
pesar de su superioridad numérica, los persas no habrían atacado de
inmediato. Otro es que se recelaban de los Hoplitas, mucho más poderosos
que su infantería ligera. Una parte de las tropas persas, incluida la
caballería, pudieron haber reembarcado, teniendo por objetivo el puerto
de Falero, a fin de llegar rápidamente a la Acrópolis de Atenas. Las
tropas restantes habrían cruzado el Caradra, el pequeño arroyo que
atravesaba la llanura de Maratón antes de perderse en las marismas
litorales, con el fin de impedir el regreso de las fuerzas griegas hacia
la ciudad.
6. Táctica
Antes de la batalla, los ejércitos estaban separados al menos ocho
estadios, es decir, unos 1.500 metros. Milcíades convenció a Calímaco, el
Polemarca, a alargar la línea de soldados griegos. Dispuso las tropas de
dos tribus situadas en el centro del dispositivo, los Leóntidas
capitaneados por Temístocles y los Antióquidas por Arístides, en
cuatro filas, mientras que las otras tribus fueran dispuestas en ocho
filas. De hecho, la gran fuerza de las falanges griegas consistía en el
impacto frontal capaz de dislocar las líneas de infantes enemigos,
siendo su punto flaco que eran poco maniobrables y muy vulnerables por
los flancos, era pues crucial para los griegos, ya que estaban en
inferioridad numérica, no dejarse desbordar, en particular por la
caballería persa. Era imperativo, por una parte, proceder al despliegue
del frente en orden de combate, y por otra parte, que las falanges
laterales fueran más fuertes para hacer recular las alas enemigas y así
con movimiento de pinza envolver el centro del ejército persa donde se
hallaban las mejores tropas.
7. Detonante
Cada día, cuando les llegaba al resto de estrategas el turno de
ejercer el mando, se lo cedían a Milcíades, quien declinaba el
ofrecimiento, determinado a no ejercerlo hasta que le correspondiera por
derecho propio. la derrota de los persas se tornaba difícil sin la
concurrencia de los Hoplitas Espartanos. La estrategia aqueménida era
retener a las tropas atenienses en Maratón, hasta que sus partidarios de
Atenas les dieran la señal de atacarla con parte de sus
contingentes. los griegos cargaron contra el ejército aqueménida.
Es probable que un cambio en el equilibrio de fuerzas les empujara a
pasar al ataque. El cambio pudo deberse al reembarco de la caballería
persa desapareciendo así su principal ventaja. Las falanges griegas
eran muy vulnerables a un ataque por el flanco por parte de las unidades
de caballería que las obligaría a dislocarse deviniendo así vulnerables
ante una infantería ligera menos coordinada, pero muy superior en
número. Un reembarco del ejército persa, cuya caballería marchó
para atacar Atenas, mientras que el resto de la infantería frenaba a los
Hoplitas en Maratón. los persas habían obtenido una posición
defensiva, obligando a los atenienses a abandonar su posición defensiva
por una ofensiva y pasar al ataque. Los arqueros persas eran una
amenaza para una tropa estática a la defensiva. La ventaja de los
Hoplitas residía en la cohesión, que privaba a los arqueros de la
posibilidad de acertar.
8. Choque
Cuando la línea
griega estuvo formada en orden de combate, Milcíades dio una simple orden. Al ataque. los griegos corrieron toda la distancia que les separaba de los
persas profiriendo su grito de guerra. Es sin embargo dudoso, ya que la armadura
completa, pesaba por lo menos 20 kg, por lo que era bastante pesada. La carrera
sería una marcha, en filas
cerradas, cuya aceleración devino en una carga
en los últimos 100 metros, para llegar con plena velocidad hasta el enemigo. Esta táctica presentaba la ventaja de estar menos tiempo bajo la
lluvia de flechas de los arqueros persas, cuyo alcance máximo era 200
metros. Los persas se quedaron sorprendidos, porque dicha carga rayaba en la
locura, dado que no tenían caballería o arqueros. Los persas estaban
habituados a que sus adversarios griegos les tuvieran miedo y huyeran en
lugar de avanzar. Los griegos atravesaron las líneas persas sin atascarse ante las
andanadas de flechas, protegidos por sus armaduras, y golpearon las
líneas enemigas. Los persas fueron sorprendidos, esperaban que sus
oponentes fueran un blanco fácil y detener su progresión. El choque de
la falange de Hoplitas fue devastador, los Hoplitas permanecían en
contacto mediante sus lanzas y sus hombros, y hay que tener en cuenta la
masa total de la falange y su energía cinética, ya que llegó a toda
velocidad. La energía acumulada por la falange fue tal que el impacto
arrolló a los infantes persas. En los combates entre griegos, los
escudos entrechocaban y las lanzas llegaban a las armaduras de bronce.
Los persas no tenían ni escudos ni armaduras apropiados. No disponían
prácticamente más que de su piel para oponerse al blindaje griego y no
tenían apenas nada que pudiese penetrar el muro de escudos.
Los flancos griegos dispersaban fácilmente a las tropas que se les
enfrentaban, porque consistían en tropas reclutadas en el Imperio o
Jonios poco motivados y más débiles en el centro. Dichas tropas se
desbandaron y subieron presas del pánico a bordo de sus barcos. El
centro persa resistió mejor porque estaba compuesto de tropas de élite,
los melóforos, entre otros, quienes a su vez, hundieron el centro de una
línea delgada de Hoplitas griegos, hasta que los flancos griegos
lograron envolverlos. De hecho, las tropas griegas dispuestas en las
alas renunciaron a perseguir a las tropas derrotadas y cayeron en el
centro del ejército persa en una maniobra de tenaza perfecta. El centro
persa se replegó en desorden hacia las naves, perseguidos por los
griegos. Dichos combatientes del centro del ejército persa fueron
aniquilados hasta en el agua. En la confusión, los atenienses perdieron
más hombres que en el momento del choque entre los dos ejércitos.
Soldados persas huyeron hacia las marismas donde se ahogaron. Los
atenienses lograron la captura de siete naves persas, mientras que las
otras lograron escapar. Cinegiro, hermano de Esquilo, había
atrapado un trirreme persa e intentaba sacarlo a la playa, cuando un
miembro de la tripulación persa le cortó la mano. Murió a causa de la
amputación.
9. Carrera hacia Atenas
Después de esta victoria, los griegos debían prevenir una segunda
ofensiva persa con el ataque de sus mejores tropas que habían
reembarcado después de la batalla. Los Leóntidas y los Antióquidas,
los efectivos de las tribus situadas en el centro de la falange y que
habían sufrido enormemente, permanecieron en el campo de batalla,
mandados por Arístides. La flota persa necesitaba una decena de horas
para poder doblar el Cabo Sunión y arribar a Falero. Con una marcha
forzada de siete u ocho horas, con una batalla a las espaldas, los
Hoplitas griegos llegaron justo antes que las escuadras navales
enemigas. Los persas, al percatarse de la maniobra, renunciaron a
desembarcar. En Atenas circuló, a modo de acusación el rumor de que
los bárbaros se habían decidido por esta maniobra a instancias de los
alcmeónidas, que habrían llegado a un acuerdo con los persas para
hacerles una señal, levantando un escudo, cuando estos se encontraran
ya a bordo de sus barcos. La señal convenida, fuera quien fuese
la facción filopersa encargada de ello, sería dada cuando estuvieran
prestos a actuar los partidarios intramuros. El retraso provocó que
Datis determinara zarpar antes de haberla recibido. Tal vez, la señal
se diera, afortunadamente para el desenlace de la batalla, el mismo
día en que comenzó. Algunos días más tarde llegaron los refuerzos
espartanos, 2000 Hoplitas, quienes felicitaron a atenienses y
platenses. Este éxito marcó el final de la Primera Guerra Médica. La
Batalla de Maratón se convirtió en un símbolo para los Griegos y
confirió un gran prestigio a Atenas. De manera general, Maratón constituyó una justificación ideológica
del poder ateniense, en particular durante la fundación de la Confederación de Delos
en el año 472 a. C. y de la transformación de esta alianza
en un verdadero Imperio, que sometía a sus aliados a un tributo. Sus futuros dirigentes, Arístides, Milcíades
y Temístocles
obtuvieron su rédito político. La guerra y las armas jugaron un papel político y social en el mundo
griego, la caballería era el arma de la aristocracia, pentacosiomedimnos
e hippeis, es decir, las dos primeras clases, y los pequeños propietarios de
tierras, Zeugitas, la tercera clase censitaria, constituían la base de la falange, los más pobres, los thetes, como no tenían medios económicos para procurarse una Panoplia, servían en la Marina de Guerra. Maratón constituyó también la victoria de un nuevo sistema
político, la Democracia
y sus ciudadanos-soldados, los Hoplitas, puesto que el tirano
Hipias
partió al exilio a Sigeo, y su familia, los Pisistrátidas, no recuperaron el poder. La victoria consagró las nuevas instituciones, ello significaba que
los dioses les habían sido favorables. La ideología no evolucionó hasta casi un Siglo después, los
opositores a la democracia como Platón, exaltaban a los hoplitas de Maratón, símbolos de un régimen
moderado, y denigraban la victoria de Salamina, obtenida durante la Segunda Guerra Médica,
por los hombres de los Trirremes, símbolos de la democracia abierta a todos y del Imperialismo Ateniense, culpable a sus ojos de haber provocado la Guerra del Peloponeso
y de la derrota de 404 a. C.
infligida por Esparta. Esta división es, no obstante, una relectura partidista posterior,
dado que durante todo el siglo V a. C. tanto los Hoplitas
como los marinos eran partidarios de la democracia y de la hegemonía
ateniense. Para los persas, se trataba sobre todo de un desembarco fallido y de
un revés menor en una expedición,
que alcanzó algunos de los objetivos sometiendo el Mar Egeo al poder
de Darío I
y castigando a Eretria.
En cuanto a la derrota se debió en parte a que la caballería había sido embarcada, aunque el resultado incontestable es que la infantería fue batida en campo abierto. El pequeño fracaso sufrido en Maratón fue un capitulo marginal en la política persa. La reacción del Gran Rey, a esta derrota fue de entrada preparar su venganza y una nueva expedición, pero estalló una revuelta en Egipto, dirigida por el Sátrapa Ariandes, que tuvo ocupado a Darío en los últimos meses de su reinado. Murió en el año 486 a. C. y su hijo Jerjes I, le sucedió en el Trono Aqueménida. Maratón y Platea contra supuestas hordas persas difícilmente se pueden considerar, arquetípicas, dada la experimentada y poderosa máquina militar aqueménida, cuestionable.
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