1. Aspectos económicos.
Economía de guerra e intervención del Estado
La economía de guerra significó a grandes rasgos la modificación de todos
los hábitos individualistas y concepciones económicas anteriores a la
guerra, que se mostraron fracasadas como forma de administrar la economía en
tiempos de guerra. Sin embargo, la transición no fue sencilla, y cada
gobierno debió improvisar medidas radicales y someter a la iniciativa
privada y sus intereses, al tiempo que tomó el control de la economía
nacional para asegurar el suministro de equipos a los ejércitos. La
participación del Estado en la economía nacional, que hasta entonces había
sido muy moderada en la mayoría de países, aumentó considerablemente, y
durante la guerra los gobiernos de Alemania y Francia superaron el 50 % del
PIB, un nivel al que a punto estuvo de llegar Gran Bretaña. El Imperio
británico sacó provecho de sus grandes inversiones en los ferrocarriles
estadounidenses, la posición de la libra esterlina como moneda de cambio
internacional por excelencia, sus cuantiosas reservas de oro y su dominio
del comercio en todo el mundo, que junto a préstamos procedentes en gran
medida de Wall Street, le permitió pagar sus compras a Estados Unidos y
sostener los gastos de sus principales aliados. El presidente Wilson, a
punto estuvo de cortar el flujo de crédito a finales de 1.916, pero
finalmente permitió una expansión crediticia del gobierno estadounidense a
sus aliados, igualmente la mayoría de potencias estuvo a punto de declarar
la bancarrota en alguna ocasión durante la guerra.
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Dado que los países habían planificado una guerra corta de apenas unas
semanas o meses, todas las grandes potencias, a excepción de Rusia,
sufrieron una falta crónica de armas y municiones desde septiembre de 1.914,
que tardó largo tiempo en solucionarse. Francia fue la gran potencia más
afectada, pues la ocupación alemana del norte del país le privó del 40 % de
su carbón, del 90 % de su hierro y del 76 % de sus altos hornos, con lo que
no pudo poner fin a la escasez de munición hasta abril de 1.916. En esta
carrera Alemania, primera potencia del continente, dispuso de gran ventaja
sobre sus rivales, pues su rápida preparación económica del conflicto le
permitió elevar su producción enseguida, basta decir que en 1.917, Alemania
fabricaba mensualmente 2.000 cañones y 9.000 ametralladoras, cuando en 1.913
fabricaba 200. Si bien Rusia no afrontó problemas iniciales, hasta noviembre
de 1.915 no consiguió satisfacer la demanda de armas pesadas y hasta 1.917,
la dotación reglamentaria de armas ligeras, por lo que debió multiplicar la
compra de fusiles, cañones y municiones a Estados Unidos y Japón e
incrementar su producción. A los consecuencias macroeconómicas siguieron las
microeconómicas: el trabajo en las familias se alteró por la salida al
frente de muchos hombres. Con la muerte o ausencia del hasta entonces
proveedor de ingresos de las familias, las mujeres se vieron obligadas a
entrar en la fuerza laboral en un número sin precedentes. De igual forma la
industria necesitaba reemplazos por los obreros enviados como soldados a la
guerra; esto ayudó notablemente a la obtención del derecho al voto femenino.
Sin embargo esto no bastó y todas las naciones enrolaron trabajadores
traídos de sus colonias, prisioneros de guerra o especialistas repatriados
del frente para el esfuerzo bélico. Alemania fue el único país que llegó al
extremo de recurrir al trabajo obligatorio, además deportó a unos dos
millones de trabajadores extranjeros procedentes de los países que ocupaba,
dándose la paradoja de que en 1.918, Alemania producía tanto equipo bélico
que faltaban soldados para utilizarlo.
El Estado también debió procurar alimentar a la población que sostenía el
esfuerzo de guerra; el reclutamiento de millones de hombres precipitó la
caída de la producción de alimentos en todas las naciones beligerantes y el
abastecimiento quedó en riesgo. Una vez más, Alemania se adelantó al resto y
desde noviembre de 1.914, racionó el consumo de productos básicos como pan o
patatas, que más tarde amplió a las carnes y grasas. Por primera vez en la
historia, 67 millones de habitantes debieron someterse a un régimen de
cartillas de racionamiento que les aseguraban unas cantidades de comida
progresivamente menores según avanzaba la guerra. Inglaterra no tomó medidas
tan drásticas, pero estableció un severo control, que en ocasiones se
convirtió en un verdadero monopolio, de las importaciones, fijó precios e
invirtió muchos esfuerzos en aumentar la producción de productos clave como
el trigo y la patata, con lo que el Estado acabó controlando el 94 % de los
alimentos que se consumían en todo el país. Sin embargo, Reino Unido acabó
imponiendo el racionamiento, tras soslayarlo en varias ocasiones, a
principios de 1.918, con lo que limitó el consumo de carne, azúcar, grasas
mantequilla y margarina, pero no el de pan; el nuevo sistema funcionó sin
problemas. Igualmente durante la guerra creció la afiliación sindical y solo
en Gran Bretaña el número de trabajadores sindicados se duplicó, de algo más
de cuatro millones en 1.914, a más de ocho millones en 1.918. El Imperio
británico volvió la vista a sus colonias para la obtención de aquellos
materiales de guerra esenciales, cuyo suministro tradicional se había visto
enormemente dificultado con la guerra. A geólogos como Albert Ernest Kitson
se les encomendó la búsqueda de nuevos recursos y minerales preciosos en las
colonias africanas. El propio Kitson descubrió importantes yacimientos de
manganeso en Costa de Oro, que serían utilizados para la fabricación de
municiones.
2. Empeoramiento del frente interior
Tras años de racionamiento, la mortalidad de la población civil en Alemania
comenzó a escalar notablemente: al aumento del 14 % de 1.916 se sumó un
incremento del 37 % en 1.918. Pero estas penurias no fueron exclusivas de
Alemania, pues las situaciones de racionamiento afectaron al Imperio
otomano, Francia y Austria-Hungría, este último país afrontó una situación
especialmente grave y regiones enteras de Austria se vieron sumidas en la
hambruna. Llegados a este punto, la penosa situación de gran parte de la
población, las millones de muertes en el frente, las evidentes y crecientes
divergencias económicas y la restricción de derechos y libertades en todos
los países beligerantes crearon un sentimiento general de hartazgo y
oposición. Si a raíz, en parte, de lo antes mencionado, se produjeron en
Rusia los episodios revolucionarios de 1.917, los movimientos opositores en
los demás países siguieron su ejemplo y en Alemania, Francia, Reino Unido,
Italia y Austria-Hungría se vivieron virulentas huelgas, motines y
rebeliones. Ya en 1.917, los motines en el ejército francés amenazaron con
derrumbar el frente y en 1.918, cientos de miles de soldados austro húngaros
y otomanos desertan. La situación se volvió especialmente dura en Alemania,
donde una sucesión de motines, rebeliones militares y huelgas acabaron
colapsando el frente interior en apenas semanas. Las penurias económicas
acrecentaron el clima de revolución social en los últimos compases de la
guerra y en la posguerra, sin embargo, las clases dirigentes en ocasiones
con ayuda de sus antiguos países enemigos consiguieron restablecer su
autoridad en todos los países donde esta se había puesto en duda, solo en la
Rusia soviética sus antiguos dirigentes no lograron recuperar su
poder.
3. Consecuencias de la guerra
Uno de los efectos más notables a largo plazo de esta guerra fue la gran
ampliación de los poderes y responsabilidades gubernamentales en Francia,
Estados Unidos y Reino Unido, con el fin de aprovechar todo el potencial
de la nación, con la creación de nuevas instituciones y ministerios. Se
crearon nuevos impuestos y se promulgaron nuevas leyes, todas ellas
diseñadas para reforzar el esfuerzo bélico, algunas de las cuales han
perdurado hasta nuestros días. Del mismo modo, la guerra puso a prueba la
maquinaria estatal de antiguas administraciones muy dimensionadas y
burocráticas, como era el caso de Alemania y Austro-Hungría. Durante la
guerra, el Producto Interior Bruto PIB aumentó en tres países aliados:
Reino Unido, Italia y Estados Unidos, pero disminuyó en Francia, Rusia,
Holanda un país neutral y en las tres principales potencias centrales. La
contracción del PIB en Alemania, Rusia, Francia y el Imperio Otomano
osciló entre un dramático 30 y un 40 %. A partir de 1.919, Estados Unidos exigió a Reino Unido las devolución de
los préstamos, que procedieron en parte de las reparaciones de guerra
alemanas, que a su vez podían pagar por préstamos estadounidenses a
Alemania. Este sistema circular se derrumbó en 1.931 y los pagos
pendientes dejaron de reembolsarse; por entonces, en 1.934, Reino Unido
aún debía a EE.UU. 4.400 millones de dólares, dinero que nunca
pagó. La Primera Guerra Mundial también produjo un desequilibrio en el número
de habitantes por género, dándose un número de mujeres mucho más elevado
que el de hombres. Casi un millón de hombres británicos murieron en la
guerra, lo que aumentó la brecha de género en ese país de cerca de 670.000
a 1.700.000 mujeres más que de hombres. El número de mujeres solteras que
buscaban independencia económica también creció de forma espectacular, sin
embargo, la desmovilización y el declive económico de la posguerra causó
altas tasas de desempleo, y aunque la guerra había aumentado el número de
mujeres trabajadoras, el regreso a sus países de los soldados
desmovilizados, muchos de ellos trabajadores antes de la contienda, y el
cierre de muchas fábricas, provocaron un descenso en el empleo
femenino.
4. Consecuencias económicas de la Primera Guerra Mundial y Causas de la
Segunda Guerra Mundial
El estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1.914, aún parece marcar el
fin de una era y el comienzo de otra.
The Origins of the First
World War, publicado en 1.992..
Las secuelas más visibles de la guerra fueron la desaparición de cuatro
imperios: el alemán, el austrohúngaro, el ruso y el otomano. Numerosas
naciones recuperaron su independencia y otras nuevas se crearon. Cuatro
dinastías, y con ellas sus aristocracias, cayeron como consecuencia
directa de la guerra: los Romanov, los Osmanlí, los Hohenzollern y los
Habsburgo.
5. Pérdidas humanas
Reparto de los muertos de la guerra: militares de la Entente azul oscuro,
civiles de la Entente azul claro, militares de las Potencias Centrales
naranja, civiles de las Potencias Centrales marrón. La Primera Guerra Mundial dejó entre nueve y diez millones de muertos y
unos veinte millones de soldados heridos. De forma adicional, se estima
que las víctimas civiles ascendieron a más de siete millones. El Reich
alemán movilizó a unos 13,25 millones de hombres, de los cuales unos 2
millones murieron; el Imperio ruso reclutó a 12 millones de hombres para
el servicio militar, 1,85 millones perecieron. De los más de 8 millones de
franceses que combatieron, 1,3 millones el 16% no sobrevivieron a la
guerra, mientras que de Reino Unido murieron 850.000 soldados.
Austria-Hungría perdió a 1,5 millones de soldados de los 7,8 millones que
reclutó un 19% e Italia perdió a 700.000 de sus más de 5 millones de
hombres. Las mayores pérdidas, en proporción, las sufrieron Rumanía,
Montenegro y Serbia: de los 700.000 soldados movilizados por Serbia,
130.000 murieron y en total Serbia perdió al 11% de su población unas
540.000 personas fallecidas; aún peor fueron las cifras de Montenegro,
país que perdió al 16% de su población. La guerra dejó una brecha social dramática en la demografía de países
como Alemania, Francia, Serbia, Montenegro y Turquía, que produjo un
malestar social permanente, especialmente en los miles de huérfanos y
viudas que generó. Millones de heridos sufrieron desfiguraciones, amputaciones y numerosas
discapacidades permanentes que les impedían llevar una vida civil normal,
en una sociedad donde no existían prótesis modernas y médicos
profesionales para la rehabilitación. Un sin número de veteranos de guerra
murieron después de la guerra a consecuencia de las heridas sufridas o a
bajas edades por enfermedades contraídas en el frente. Entre los heridos
se encontraban numerosos objetores de conciencia que se habían negado a
participar en la guerra y que a menudo, a pesar de no tener ninguna
patología, habían sido condenados a prisión o internados en centros
psiquiátricos para evitar que hicieran decaer la moral de las tropas. El
bloqueo naval contra las Potencias Centrales hizo que, según un estudio de
la Sociedad de Naciones de 1.928, perecieran por hambre 424.000 alemanes
con estimaciones que sugieren hasta 733.000 muertos en el invierno de
1.916 a 1.917, llamado Steckrübenwinter. En el contesto de la Primera
Guerra Mundial, también se cometió, por parte del Imperio Otomano, el
genocidio armenio, con cientos de miles de víctimas.
6. Costes y destrucción
Algunas zonas como Bélgica, Serbia y el norte de Francia en la llamada
zona roja fueron especialmente dañadas y en gran medida destruidas. El
coste de la reconstrucción de estimó en 100.000 millones de francos
aproximadamente. La esperanzas de los vencedores sobre la capacidad de
refinanciar los costes de la guerra a través de las reparaciones aportadas
por los vencidos resultó ser una ilusión irrealizable. Reino Unido pasó de
ser el mayor acreedor del mundo a convertirse en una de las naciones más
endeudadas, mientras que la guerra significó para Alemania una gigantesca
inflación. Europa había perdido su hegemonía mundial y había dejado paso a
naciones como Estados Unidos, nuevo acreedor de los países
europeos. Los gastos totales directos de la guerra ascendieron a 956.000 millones
de marcos oro, 208.000 millones atribuidos al Imperio Británico, 194.000
millones a Alemania, 134.000 millones a Francia, 129.000 millones a
Estados Unidos, 106.000 millones a Rusia, 99.000 millones a
Austria-Hungría y 63.000 millones a Italia. La mayor parte de estos gastos
se sufragaron con bonos de guerra y la impresión de papel moneda, a
excepción de Reino Unido. Solo en Alemania, el gasto bélico diario
ascendía en 1916, a entre 60 y 70 millones de marcos, gasto que aumentó
significativamente sobre todo a consecuencia del Programa Hindenburg. Solo
una pequeña proporción de estos gastos se financiaron con ingresos
fiscales, y aproximadamente el 87 % de los gastos se sufragaron con bonos,
deuda y emisiones, lo que disparó la deuda nacional hasta los 145.000
millones de marcos. Por su parte, el historiador económico Rondo Cameron
estimó los gastos directos de la guerra en entre 180.000 y 230.000
millones de dólares PPA de 1.914, y unos costos indirectos, consecuencia
de los daños a propiedades, de al menos 15. 000 millones de dólares.
7. Tratados de paz
Los acuerdos de paz se firmaron progresivamente entre 1.919 y 1.920. El
18 de enero de 1.919, comenzó la Conferencia de Paz de París, un día no
escogido al azar, pues el 18 de enero de 1.871, se había fundado el
Imperio alemán. Las negociaciones fueron en su mayor parte secretas y
tanto Rusia como los países vencidos fueron excluidos de las
conversaciones. Solo a partir del 24 de marzo de 1.919, comenzaron los
intercambios escritos con los vencidos, a través de los cuatro grandes o
Consejo de los Cuatro, que reunía a los líderes de las cuatro potencias
vencedoras: Francia, Reino Unido, Italia y Estados Unidos. El proyecto de
acuerdo formalizado con el tratado de Versalles fue dado a los
representantes de Alemania el 7 de mayo de 1.919, el día del cuarto
aniversario del hundimiento del RMS Lusitania, y firmado el 28 de junio de
1.919. Alemania y sus aliados tuvieron que reconocer su responsabilidad por
haber causado todos los daños y perjuicios a la que los aliados y los
gobiernos asociados y sus ciudadanos han sido sometidos como consecuencia
de la guerra impuesta sobre ellos por la agresión de Alemania y sus
aliados. Esta declaración se incluía en el artículo 231 del tratado de
Versalles. Este artículo se hizo especialmente conocido por ser una
cláusula que culpaba directamente a Alemania del comienzo de la guerra,
algo que los alemanes vieron con resentimiento y como un acto de
humillación. El tratado también limitaba su ejército a 100.000 hombres y
4.000 oficiales, su armada fue requisada y posteriormente hundida en gran
parte por sus propios tripulantes y se le prohibió la tenencia,
fabricación, importación o exportación de artillería pesada, carros de
combate, aviación y submarinos. A todo ello se añadieron las costosas
reparaciones de guerra; el tratado de Versalles estipuló en un primer
momento que Alemania debía pagar 20.000 millones de marcos oro y la
manutención y gastos de las tropas aliadas que ocupasen su territorio
desde la firma del armisticio hasta los primeros cuatro meses de 1921. Más
adelante la Comisión de Reparaciones estableció que Alemania debía pagar
226.000 millones de marcos oro, aunque más tarde, en abril de 1.921, esa
cantidad se redujo a 132.000 millones de marcos oro, que se deberían pagar
a razón de 2.000 millones de marcos oro anuales más el 26 % de los
ingresos por exportación alemanes aproximadamente otros 1000 millones de
marcos oro. En un primer momento todas las potencias derrotadas debían
pagar reparaciones, pero al ser Alemania la mayor potencia y único país
que había mantenido su economía a salvo de la destrucción, debió asumir la
gran mayoría de costes, pero arruinada, no pudo hacer frente a los pagos
en numerosas ocasiones y de hecho entre 1919 y 1932, apenas pudo pagar
21.000 millones. De igual forma, una parte importante de su producción
debía ser entregada a las potencias vencedoras y también durante años
estuvo enviando decenas de millones de toneladas de carbón en compensación
por las minas destruidas, además de considerable número de productos
agrícolas, ganaderos e industriales. Alemania terminó de pagar estas
reparaciones de guerra en el año 2010. Alemania perdió 70.570 kilómetros cuadrados de territorio en el
continente y los 7,3 millones de habitantes que los habitaban, además de
todo su imperio colonial, y debió acordar la desmilitarización de Renania
y la ocupación del lado izquierdo del Rin. El tratado colocó a Alemania
bajo sanciones legales, se la privó de su poder militar y económico y
acabó arruinada y políticamente humillada. Para los historiadores el
tratado, la guerra y su memoria, marcaron la política alemana de las
décadas de 1.920 y 1.930, y los intentos de revisionismo histórico y el
clima de inestabilidad que vivió la República de Weimar. Mientras tanto,
las nuevas naciones independizadas o que se libraban de la ocupación
alemana sufrida durante la guerra vieron el tratado como un reconocimiento
a las injusticias cometidas por las principales potencias contra pequeños
países. Los tratados con Austria tratado de Saint-Germain-en-Laye, Hungría
tratado de Trianón, Bulgaria tratado de Neuilly-sur-Seine y el Imperio
otomano tratado de Sèvres siguieron en gran medida la misma línea que el
tratado de Versalles: no se permitió a los vencidos conocer los términos
del tratado hasta el momento en que debían firmarlo, se les excluyó con
carácter provisional de la Sociedad de Naciones, se limitó sus ejércitos y
su territorio y se les exigieron reparaciones de guerra. Hungría fue,
relativamente hablando, la nación que más pérdidas territoriales sufrió
apenas retuvo un 32 % de su territorio anterior, a pesar de que los
húngaros representaban el 54 % de la población y 3,3 millones de húngaros
quedaron atrapados en territorio extranjero, de los cuales 354.000 huirían
entre 1.920 y 1.924; Austria quedó reducida a una pequeña república. El
rechazo del Senado de Estados Unidos a ratificar el tratado de Versalles y
la entrada de su país en la Sociedad de Naciones acabó con un tratado
bilateral entre Estados Unidos y Alemania en 1.921. El acuerdo con Turquía
no entró nunca en vigor, debido al triunfo del movimiento revolucionario
de Mustafa Kemal Atatürk en la guerra de Independencia turca, que
concluyó con el reconocimiento de la nueva República de Turquía y la
celebración del tratado de Lausana, mucho menos estricto que el de
Sèvres.
8. Identidades y cambios en las fronteras nacionales.
Acuerdo Sykes-Picot
Polonia volvió a constituirse como un país independiente tras más de un
siglo de dominación. El Reino de Serbia y su dinastía gobernante, que
durante la guerra había sido una nación menor aliada y el país con la
mayor proporción de víctimas, se convirtió en la espina dorsal del Reino
de los Serbios, Croatas y Eslovenos, un nuevo Estado multinacional que en
1.929, se rebautizó como Reino de Yugoslavia. Checoslovaquia también fue
una de las nuevas naciones surgidas en la posguerra, creada a partir de la
fusión del Reino de Bohemia con territorios del Reino de Hungría. El
antiguo Imperio ruso, tras la revolución y su conversión en un Estado
socialista, pasó a llamarse Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
URSS o simplemente Unión Soviética, aunque perdió Finlandia, Estonia,
Lituania y Letonia, que se convirtieron en países independientes. El
Imperio otomano fue reemplazado por Turquía y otros países de Oriente
Medio, que pasaron a estar bajo dominación francesa y británica. Estas
nuevas adquisiciones de las potencias coloniales se constituyeron en el
Mandato francés de Siria, en el Mandato británico de Mesopotamia Irak y en
el Mandato británico de Palestina, todos ellos bajo la supervisión de la
Sociedad de Naciones. Con la liquidación del imperio colonial alemán, las
colonias alemanas pasaron a ser administradas, también bajo mandatos, por
las naciones vencedoras; Francia y el Imperio británico se repartieron la
práctica totalidad de las posesiones alemanas en África, mientras que
Australia, Japón y Nueva Zelanda hicieron lo propio con las islas del
Pacífico controladas por los germanos. Los imperios y esferas de
influencia de británicos y franceses llegaron tras el fin de la Primera
Guerra Mundial a su máxima extensión histórica, aunque esta resultó
efímera. En los territorios de ultramar del Imperio Británico se desataron nuevas
formas de nacionalismo. En Australia y Nueva Zelanda, la batalla de
Galípoli fue conocida como el bautismo de fuego de estas naciones. Fue la
primera gran guerra en la que estos países de reciente creación lucharon;
de la misma forma, fue una de las primeras veces en que las tropas
australianas lucharon como australianos y no como sujetos de la Corona
británica. Cada 25 de abril se celebra en Australia y Nueva Zelanda el Día
ANZAC, en conmemoración de los Australian and New Zealand Army Corps
ANZAC, una fuerza conjunta que combatió en Galípoli. Tras la batalla de
Vimy Ridge parte de la batalla de Arrás de 1.917, donde las divisiones
canadienses lucharon juntas por primera vez como un solo ejército, los
canadienses empezaron a referirse a su país como una nación forjada en el
fuego; así, por primera vez los soldados de un dominio colonial habían
conseguido en el campo de batalla lo que soldados de su país de origen no
habían logrado. Cuando Reino Unido declaró la guerra en 1.914, todos sus
dominios pasaron a estar automáticamente en guerra, sin embargo, al
concluir esta, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica firmaron de
forma individual el Tratado de Versalles. El establecimiento del actual Estado de Israel y las raíces del largo
conflicto israelí-palestino se encuentran parcialmente en la inestabilidad
en Oriente Medio que siguió al término de la Primera Guerra Mundial. Antes
y durante la guerra, el Imperio otomano había mantenido un modesto nivel
de paz y estabilidad en la región, sin embargo tras el desmantelamiento
del gobierno otomano, se produjeron vacíos de poder, conflictos y
reclamaciones sobre estos territorios y nuevas naciones emergieron. Las
fronteras políticas trazadas por los vencedores de la Primera Guerra
Mundial se impusieron de forma rápida y con escasas y superficiales
consultas a la población local, en ocasiones se trazaron directamente y
con líneas rectas sobre el mapa. Estas arbitrariedades darían lugar a
conflictos y luchas por la identidad nacional durante todo el siglo XX que
continúan en el Siglo XXI. La disolución del Imperio otomano fue por tanto
fundamental para la configuración política moderna de Oriente Medio,
incluido el conflicto árabe-israelí, pero también lo fue para otros
conflictos menos conocidos como el control del agua o de los recursos
naturales.
9. Efectos sobre la salud
Además de las muertes y pérdidas humanas directas, la guerra dejó
profundas consecuencias en la salud de los soldados. De los 60 millones de
militares europeos movilizados entre 1.914 y 1.918 unos siete millones
sufrieron alguna discapacidad permanente. Alemania perdió al 15,1 % de su
población activa masculina, Austria-Hungría al 17,1 % y Francia a un 10,5
%. En Alemania murieron 474.000 civiles más de los que habrían muerto en
tiempos de paz, consecuencia de la escasez de alimentos y la malnutrición,
que debilitaron a la población frente a las enfermedades. En otras partes
del mundo el hambre también fue un problema, como en Líbano, donde para el
final de la guerra habían muerto de inanición unas 100.000 personas. El
hambre y las enfermedades se cebaron especialmente con Rusia, una de las
naciones más perjudicadas por la Primera Guerra Mundial y que tras su fin
vivió una cruenta guerra civil; se calcula que hasta 6 millones de rusos
murieron en la hambruna de 1.921, producto de una mala cosecha y de los
conflictos bélicos. En 1.922, había en Rusia entre 4,5 y 7 millones de
niños sin hogar tras una década de devastación. Miles de personas, en su
mayoría rusos anti soviéticos, abandonaron el país tras la revolución y
emigraron principalmente a Francia, Inglaterra, Estados Unidos y a la
ciudad china de Harbin, donde vivían más de 100.000 rusos en la década de
1.930. En las caóticas condiciones de guerra, las enfermedades florecieron. Solo
en 1.914, el tifus exantemático epidémico transmitido por los piojos mató
a 200.000 personas en Serbia.118 Entre 1.918 y 1.922, Rusia sufrió 25
millones de infecciones y tres millones de muertos por tifus epidémico. En
1.923, 13 millones de rusos contrajeron la malaria, que ya había
registrado un fuerte aumento en los años previos a la guerra.
Especialmente trágica fue la pandemia de gripe de 1.918, que mató a no
menos de 50 millones de personas en todo el mundo hasta un máximo de 100
millones, y que solo en la India británica dejó entre 10 y 17 millones de
víctimas mortales. La gripe española, llamada así por ser la España
neutral uno de los únicos lugares donde se informó de ella los países
beligerantes censuraron las informaciones, se convirtió en uno de los
desastres más mortíferos de la historia de la humanidad, redujo la
esperanza de vida mundial en casi 12 años y tuvo la particularidad de ser
especialmente mortal en adultos jóvenes y de propagarse fundamentalmente
en verano y otoño en el hemisferio norte cuando lo habitual es en
invierno. El académico Andrew Price-Smith incluso sugirió que las mayores
tasas de mortalidad en Alemania y Austria por la gripe ayudaron a inclinar
la balanza de la guerra en favor de los Aliados. En otros ámbitos, como consecuencia de la guerra, Grecia combatió contra
Turquía, en una guerra que terminó con el tratado de Lausana y el
intercambio de población entre ambos países en el que participaron unas
dos millones de personas y donde, según algunas fuentes,130 murieron
cientos de miles de griegos, en lo que se conoce como el genocidio griego,
un término que sin embargo aún es polémico. La alarma social, el temor y
la violencia generalizada tras la revolución rusa de 1.917, y la posterior
guerra civil dejaron más de 2.000 pogromos en los territorios del antiguo
Imperio ruso, sobre todo en Ucrania y perpetrados por elementos anti
bolcheviques. Fuentes judías estiman que entre 60.000 y 200.000 civiles
judíos murieron en aquellas matanzas.
10. Influencia en el ascenso del fascismo y el nazismo
Leyenda de la puñalada por la espalda, Marcha sobre Roma, Ascenso al
poder de Adolf Hitler y Periodo de entreguerras
El ascenso del nazismo y el fascismo incluyó un renacimiento del
nacionalismo y un rechazo a los numerosos cambios de posguerra. Del mismo
modo, en Alemania se popularizó la leyenda de la puñalada por la espalda
Dolchstoßlegende, un testimonio sin igual del estado psicológico en que se
encontraba la población alemana tras la derrota y su rechazo a la
responsabilidad del conflicto que le atribuían los vencedores. Esta teoría
consistía en la creencia de que Alemania no había perdido la guerra por
razones militares, sino por el enemigo interior, o sea, los partidos de
izquierda responsables del proceso revolucionario alemán y los judíos. La
aceptación de esta leyenda por una parte importante de la población
deslegitimó al gobierno de Weimar y desestabilizó el sistema, lo que fue
aprovechado especialmente por la extrema derecha, incluyendo al movimiento
nazi, que supo capitalizar el descontento por el tratado de Versalles.
Sin la Primera Guerra Mundial y su legado el Tercer Reich sería
inconcebible. La popularidad del nazismo tiene unas raíces psicológicas
principales que no se pueden explicar sin este legado. Para la opinión
pública de Alemania la derrota en 1918 significó un desastre continuo y a
ojos de Hitler y la dirección del régimen la Segunda Guerra Mundial no era
más que el legado inacabado de la Primera.
Ian Kershaw137
Italia, a pesar de ser uno de los países vencedores, salió decepcionada de
los acuerdos de paz por la arrogancia de los aliados en su trato con ella y
la insatisfacción por los escasos beneficios obtenidos por la guerra. Este
clima de frustración, con continuas huelgas y disturbios y las promesas
incumplidas de Reino Unido y Francia, fue aprovechado por Benito Mussolini y
su Partido Nacional Fascista, que se ganó el apoyo sobre todo de la pequeña
burguesía rural, ya que al igual que en Alemania, responsabilizaba a los
partidos de izquierda de la inestabilidad social que vivía el país.
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