1. Diciembre de 1.937- noviembre de 1.938, de la batalla de Teruel a la
batalla del Ebro
Los sucesos de mayo de 1.937, en Barcelona tuvieron una repercusión inmediata en el gobierno de Largo Caballero. La crisis la provocaron el día 13 de mayo los dos ministros comunistas que amenazaron con dimitir si Largo Caballero no dejaba el Ministerio de la Guerra el PCE especialmente desde la caída de Málaga el 8 de febrero le hacía responsable de las continuas derrotas republicanas, y que disolviera el POUM. En este ataque a Largo Caballero contaban con el apoyo de la fracción socialista de Indalecio Prieto, que controlaba la dirección del PSOE, que como los comunistas querían eliminar del gobierno a las organizaciones sindicales, UGT y CNT, y reconstruir el Frente Popular. Largo Caballero se negó a aceptar las dos condiciones de los comunistas y al no encontrar los apoyos suficientes para su gobierno dimitió el 17 de mayo. El presidente Manuel Azaña, que también estaba en desacuerdo con la presencia de las dos centrales sindicales en el gobierno, nombró a un socialista prietista, Juan Negrín, nuevo jefe de gobierno. Al día siguiente el órgano de la CNT Solidaridad Obrera declaraba en su editorial. Se ha constituido un gobierno contrarrevolucionario.
El 12 de diciembre de 1.937, la 11 División republicana al mando del jefe
miliciano comunista Enrique Líster corta las vías de comunicación de la
ciudad de Teruel con la retaguardia nacional. Así da comienzo la batalla
de Teruel, cuya estrategia ha sido diseñada por el Jefe del Estado Mayor
republicano, el coronel Vicente Rojo. El objetivo es conquistar este
saliente que en las líneas enemigas representaba Teruel además de impedir
el ataque de los nacionales, contra Madrid previsto para el día 18 de
diciembre, y alcanzar un éxito militar como era tomar una capital de
provincia en manos de los sublevados desde el inicio de la guerra para
fortalecer la confianza interior y exterior en la causa republicana tras
la derrota de la Campaña del Norte en un momento en que la llegada de
material bélico de la Unión Soviética estaba reduciéndose a causa de las
dificultades que estaba encontrando para pasar la frontera francesa por la
caída del gobierno del socialista León Blum.
Indicé |
El general Franco reaccionó inmediatamente para romper el cerco de
Teruel pero como no pudo conseguirlo en el primer intento tuvo que
enviar más fuerzas y suspender el ataque previsto sobre Madrid, con lo
que uno de los objetivos estratégicos republicanos de la ofensiva sobre
Teruel se había conseguido. Las bajas temperaturas y las nevadas
dificultaron las acciones de los dos ejércitos e impidieron que los
nacionales, rompieran el cerco, a pesar de gozar de superioridad aérea y
artillera, por lo que el coronel Domingo Rey d'Harcourt decidió rendirse
el 8 de enero, y las fuerzas republicanas, la 46.ª División al mando del
miliciano Valentín González El Campesino, ocuparon la ciudad. A partir
de entonces las fuerzas nacionales, redoblaron sus ataques para
reconquistar Teruel lanzando varias ofensivas que fueron minando las
defensas y la moral de las fuerzas republicanas. El 7 de febrero de
1.938, alcanzaron la línea del río Alfambra y el 21 de febrero la ciudad
estaba cercada. La División 46 mandada por el Campesino, escapó o huyó,
según las diferentes versiones, y la ciudad fue reconquistada por los
nacionales. El valor de unos soldados bisoños mal conducidos, armados y
vestidos y enfrentados por rencores políticos anarquistas frente a
comunistas poco podía hacer contra tropas experimentadas y bien
equipadas y, sobre todo, contra los bombardeos. El coronel Vicente Rojo
le escribió al ministro de Defensa de la República Indalecio Prieto
sobre la retirada de Teruel de la División 46. La batalla de Teruel mostró las debilidades del ejército republicano lo
que indujo al Generalísimo Franco a posponer definitivamente el ataque a
Madrid para en su lugar lanzar la ofensiva de Aragón contra Cataluña y
Valencia. El ataque, que iba a extenderse por todo el frente de Aragón,
comenzó al sur del río Ebro el 9 de marzo, donde el frente se derrumbó
ante la gran concentración de fuego artillero y de aviación. El día 14
el CTV tomaba Alcañiz y el 17 los nacionales, tomaban Caspe, después de
haber reconquistado Belchite. Lo mismo sucedió al norte del Ebro donde
tomaron Fraga el 27 de marzo, y a principios de abril llegaron a Lérida,
donde la 101.ª Brigada Mixta mandada por el jefe miliciano Pedro Mateo
Merino impidió que cruzaran el río Segre por allí. Al norte de Lérida
avanzaron hasta el Noguera Pallaresa y establecieron cabezas de puente
en Balaguer y Tremp. Una vez alcanzadas esas posiciones el Generalísimo
Franco descartó dirigirse hacia Barcelona y optó por avanzar hacia el
Mediterráneo al sur de la desembocadura del Ebro, objetivo que
alcanzaron el 15 de abril al llegar a Vinaroz, con lo que la zona
republicana quedó dividida en dos. El fracaso de la batalla de Teruel y el derrumbe del frente de Aragón
provocaron la crisis de marzo de 1.938 en el bando republicano cuando el
presidente del gobierno Juan Negrín intentó que Indalecio Prieto
cambiara de ministerio y dejara el de Defensa ya que, como el presidente
de la República Manuel Azaña, Prieto consideraba que lo que había
sucedido mostraba que el ejército republicano nunca podría ganar la
guerra y que había que negociar una rendición con apoyo franco -
británico. Pero al no conseguirlo Negrín le pidió a Prieto que
abandonara al gobierno, recomponiendo a continuación su gabinete el 6 de
abril, y asumiendo Negrín personalmente el Ministerio de Defensa, con el
coronel comunista Antonio Cordón como subsecretario de Guerra, que
procedió a la reorganización de las fuerzas republicanas agrupadas en
dos grandes grupos de ejércitos, en consonancia con la división de la
zona republicana provocada por la llegada de los nacionales, al
Mediterráneo: el GERC, Grupo de Ejércitos de la Región Centro-Sur y el
GERO, Grupo de Ejércitos de la Región Oriental. Las posiciones del nuevo
gobierno de Negrín con vistas a unas posibles negociaciones de paz
quedaron fijadas en su Declaración de los 13 puntos, hecha pública en la
significativa fecha del 1º de mayo de 1.938.
Una vez alcanzado el Mediterráneo el Generalísimo Franco decidió
dirigir sus tropas contra Valencia en lugar de contra Barcelona, sede
del gobierno republicano, no porque temiera, según el historiador
Michael Alpert, que Cataluña fuera un bocado difícil, sino porque la
presencia de fuerzas alemanas e italianas en España hacía que un posible
acercamiento de Franco a la frontera francesa pudiera suscitar tensiones
internacionales. Se inicia así la ofensiva del Levante cuyo plan
consistía en converger sobre Sagunto, a unos 20 kilómetros al norte de
Valencia, avanzado por la costa desde Vinaroz y por el interior desde
Teruel, para desde allí tomar Valencia. La resistencia republicana fue
dura especialmente cuando las fuerzas nacionales, tras conquistar
Castellón de la Plana el 13 de junio, alcanzaron la línea de
fortificaciones llamada línea XYZ que se extendía desde Almenara, unos
kilómetros al norte de Sagunto, en la costa hasta el río Turia en el
interior. Allí las tropas nacionales, tuvieron que detener su
avance. El 25 de julio de 1.938, el republicano Ejército del Ebro, uno de los
dos grandes cuerpos del ejército de que se componía el recién creado
GERO, cruza en barcazas por sorpresa el río Ebro entre Mequinenza y
Amposta con el objetivo de atacar desde el norte al ejército nacional,
que se acercaba a Valencia. Fue el inicio de la batalla del Ebro que se
convirtió para ambos bandos en una dura lucha de desgaste. Aunque el
paso del Ebro por Amposta en la costa fue pronto liquidado por las
fuerzas nacionales, el grueso del Ejército republicano llegó a las
puertas de Gandesa en el interior pero no logró tomar esta localidad
debido a la fuerte resistencia que opusieron las unidades de regulares y
de legionarios que la defendían y sobre todo porque inexplicablemente la
aviación republicana no protegió el avance y la Legión Cóndor enviada
rápidamente por el general Franco dominó los aires y bombardeó y
ametralló constantemente las posiciones republicanas. Así que hacia el 2
o el 3 de agosto, la maniobra republicana había fracasado ya que no se
iba a producir ninguna irrupción de unidades republicanas en el
territorio dominado por los sublevados. A partir de ese momento las
operaciones se centraron en la bolsa de territorio ganado por los
republicanos al sur del Ebro, que estos defendieron a toda costa
mientras que los nacionales, intentaban desalojarlos de allí, a pesar de
que algunos de los colaboradores del general Franco le aconsejaron que
abandonara el frente del Ebro una vez detenido el avance republicano y
reemprendiera la campaña contra Valencia, pero Franco pensó, sin
embargo, que con la ayuda constante que recibía desde Alemania e Italia
en aviación y artillería pesada, con su mayor flexibilidad logística,
frente a un enemigo que no podía llevar refuerzos a sus tropas por estar
cerrada la frontera francesa, y con el virtual bloqueo marítimo de las
costas, podría destruir lentamente lo mejor de las fuerzas de la
República. Después de tres meses de duros combates, que causaron más de
60.000 bajas por cada bando, los republicanos tuvieron que retirarse y
volver a cruzar el Ebro en sentido contrario. El 16 de noviembre, lo
hacían las últimas unidades poniendo fin así a la batalla del Ebro, la
más larga de la guerra y que supuso una nueva victoria para el bando
sublevado. Mientras se desarrollaba la batalla del Ebro estalló la crisis de los
Sudetes de Checoslovaquia que podía conducir a la guerra en Europa.
Negrín decidió entonces retirar las Brigadas Internacionales para
conseguir una actitud favorable hacia la República de las potencias
democráticas Francia y Gran Bretaña y lo mismo hizo el general Franco al
reducir la presencia de tropas italianas, aunque conservando lo que
realmente le interesaba de la ayuda fascista italiana, la artillería, la
aviación y los carros de combate, y garantizar a Gran Bretaña y Francia
que se mantendría neutral si estallara la guerra en Europa. Sin embargo
el cierre de la crisis con los acuerdos de Múnich del 29 de septiembre
de 1.938, según los cuales Checoslovaquia debería entregar los Sudetes a
Hitler, supuso una nueva derrota para la República en el plano
internacional porque el acuerdo significaba que las potencias
democráticas, Francia y Gran Bretaña, continuaban con su política de
apaciguamiento respecto de la Alemania nazi, y si no intervenían para
defender a Checoslovaquia menos lo harían para ayudar a la República
española.
Los dos ejércitos salieron muy quebrantados de la batalla del Ebro,
pero los nacionales lograron rehacerse rápidamente, estando, a
principios de diciembre de 1.938, preparados para comenzar la ofensiva
de Cataluña, que sería la última significativa de la guerra, en un
momento en que tras los acuerdos de Múnich atacar Cataluña ya no
implicaba el peligro de una reacción francesa, Francia y Gran Bretaña
habían aceptado, al menos tácitamente, la continuación de la presencia
italiana en España, y solo deseaban el fin del conflicto. Por su
parte, Franco había garantizado su neutralidad en caso de una guerra
general. El ataque a Cataluña se retrasó a causa del mal tiempo y finalmente
comenzó el 23 de diciembre, avanzando desde el sur y desde el oeste,
encontrando una fuerte resistencia durante las dos primeras semanas.
Sobre el día 6 de enero, los restos del Ejército del Ebro habían
quedado casi completamente diezmados, mientras que el otro grupo de
ejércitos del GERO, el Ejército del Este, se batía en retirada. El
jefe del Estado Mayor republicano, el general Vicente Rojo, proyectó
una maniobra de diversión en la zona centro-sur para aliviar la
presión sobre Cataluña, pero fracasó hubo que desistir del desembarco
en Motril por la debilidad de la flota republicana, minada por la
desidia, la indisciplina y la falta de una clara dirección
político-estratégica, la ofensiva en el frente de Extremadura tuvo
escaso éxito dada la baja moral y la falta de material y de medios de
transporte que padecían los ejércitos de la zona centro-sur GERC al
mando del general Miaja. Así pues, a partir de la primera semana
de enero de 1.939 el avance de las tropas nacionales fue prácticamente
imparable, gracias de nuevo a la mejor preparación de sus mandos
intermedios -comandantes, tenientes y coroneles, a su superioridad
artillera y aérea por la presencia permanente de la Legión Cóndor y de
la aviación italiana y a que la flota sublevada bombardeó los puertos
impidiendo la llegada de material para las fuerzas republicanas. Los
nacionales en su avance hacían cada vez mayor número de prisioneros,
lo que siempre constituye un indicio de la descomposición de un
ejército. Artesa de Segre fue tomada el 4 de enero, Tárrega, el 21
Villafranca del Panadés, el 22 Igualada y el 24 alcanzaron el río
Llobregat. Los destrozados ejércitos republicanos se retiraron hacia
la frontera francesa acompañados por una inmensa muchedumbre de
civiles y de funcionarios y de autoridades que colapsaba las
carreteras. El 26 de enero los nacionales sin encontrar apenas
resistencia entraban en Barcelona, abandonada por el gobierno y las
autoridades militares que cruzaron la frontera francesa el 5 de
febrero después de celebrar la última reunión de lo que quedaba de las
Cortes republicanas en el castillo de Figueras. Un día antes, el 4 de
febrero, los nacionales habían ocupado Gerona. El general Vicente Rojo
Lluch comparó un año después desde el exilio lo que había sucedido en
Madrid en noviembre de 1.936 y lo que había pasado en Barcelona en
enero de 1.939. ¡Qué ambiente tan distinto! ¡Qué entusiasmo entonces! ¡Y qué
decaimiento ahora! Barcelona cuarenta y ocho horas antes de la entrada
del enemigo era una ciudad muerta... Se perdió lisa y llanamente
porque no hubo voluntad de resistencia, ni en la población civil, ni
en algunas tropas contaminadas por el ambiente Entre el 5 y el 11 de febrero los últimos restos de los dos ejércitos
republicanos del GERO cruzaron ordenadamente la frontera deponiendo
sus armas y siendo internados a continuación en campamentos
improvisados situados en las playas francesas a la
intemperie. Mientras las tropas republicanas cruzaban la frontera francesa, se
producía la ocupación de Menorca por los nacionales gracias a la
intervención británica, la única que se produjo en la Guerra de
España. Para impedir que la estratégica isla de Menorca, que durante
toda la guerra había permanecido bajo soberanía republicana, pudiera
caer bajo dominio italiano o alemán, el gobierno británico aceptó la
propuesta del jefe franquista de la Región Aérea de las Baleares,
Fernando Sartorius, conde de San Luis, para que un barco de la Royal
Navy lo trasladara a Mahón y negociar allí la rendición de la isla a
cambio de que las autoridades civiles y militares republicanas
pudieran abandonarla bajo protección británica. El gobierno británico
puso en marcha la operación sin informar al embajador republicano en
Londres, Pablo de Azcárate, que cuando más tarde se enteró presentó
una protesta formal por haber prestado un buque británico a un
emisario de las autoridades rebeldes españolas. Así pues, en la mañana
del 7 de febrero arribaba al puerto de Mahón el crucero Devonshire con
el conde de San Luis a bordo, donde se entrevistó con el gobernador
republicano el capitán de
navío Luis González de Ubieta, quien tras intentar infructuosamente
contactar con Negrín, aceptó las condiciones de la rendición al día
siguiente. A las 5 de la madrugada del 9 de febrero el Devonshire
partía de Mahón rumbo a Marsella con 452 refugiados a bordo.
Inmediatamente Menorca fue ocupada por los nacionales sin que
participara ningún contingente ni italiano ni alemán. La intervención
británica dio lugar a un acalorado debate en la Cámara de los Comunes
el 13 de febrero durante el cual la oposición laborista acusó al
gobierno conservador de Neville Chamberlain de haber comprometido al
Reino Unido en favor de Franco. Al día siguiente el representante
oficioso del general Franco en Londres, el Duque de Alba, hizo llegar
al secretario del Foreign Office Lord Halifax la gratitud del
Generalísimo y del gobierno nacional por colaborar en
reconquistar Menorca. El día 9 de febrero cruzó la frontera francesa el presidente del
gobierno, Juan Negrín, pero en Toulouse cogió un avión para regresar a
Alicante al día siguiente acompañado de algunos ministros con la
intención de reactivar la guerra en la zona centro-sur, el último
reducto de la zona republicana. Allí se desató una última batalla
entre los que consideraban inútil seguir combatiendo y los que todavía
pensaban que resistir es vencer esperando que las tensiones en Europa
acabaran estallando y Gran Bretaña y Francia, por fin, acudirían en
ayuda de la República española, o que al menos impondrían a Franco una
paz sin represalias, pero el cansancio de la guerra y el hambre y la
crisis de subsistencias que asolaba la zona republicana estaban
minando la capacidad de resistencia de la población. El problema para
Negrín, que instaló su cuartel general en una finca cercana a la
localidad alicantina de Elda cuyo nombre en clave era Posición Yuste
era cómo terminar la guerra sin combatir de manera distinta a la de
entrega sin condiciones. Su posición fue prácticamente insostenible
cuando el 27 de febrero, Francia y Gran Bretaña reconocieron al
gobierno de Franco en Burgos como el gobierno legítimo de España, y al
día siguiente el presidente de la República Manuel Azaña que se
encontraba en la embajada española en París renunció a su
cargo. El día 24 de febrero, Negrín abandonó Madrid tras celebrar un consejo
de ministros e instaló su cuartel general en una finca cercana a la
localidad alicantina de Elda la Posición Yuste, que era su nombre en
clave. Tres días después, el 27 de febrero, Francia y Gran Bretaña
reconocían al gobierno de Franco en Burgos como el gobierno legítimo
de España, y el día 28 de febrero, ante este reconocimiento
internacional, se hacía oficial la renuncia a la Presidencia de la
República de Manuel Azaña y su sustitución provisional por el
presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio ambos se encontraban
en Francia. Después de todos estos hechos la posición de Negrín era
insostenible. Mientas tanto estaba muy avanzada la conspiración militar y política
contra el gobierno Negrín dirigida por el jefe del Ejército del
Centro, el coronel Segismundo Casado, convencido de que sería más
fácil liquidar la guerra a través de un entendimiento entre militares
por lo que había entrado en contacto a través de la quinta columna con
el Cuartel General del Generalísimo Franco para una rendición del
ejército republicano sin represalias al modo del abrazo de Vergara de
1.839, que puso fin a la primera guerra carlista con la conservación
de los empleos y cargos militares, incluida. Algo a lo que los
emisarios del general Franco nunca se comprometieron. Casado consiguió
el apoyo de varios jefes militares, entre los que destacaba el
anarquista Cipriano Mera, jefe del IV Cuerpo de Ejército, y de algunos
políticos importantes, como el socialista Julián Besteiro, que también
había mantenido contacto con los quintacolumnistas de Madrid. Todos
ellos criticaban la estrategia de resistencia de Negrín y su
dependencia de la Unión Soviética y del PCE, que eran los únicos que
apoyaban ya la política de Negrín.
Probablemente en conexión con la conjura casadista, el 4 de marzo se
produjo la sublevación de la base naval de Cartagena encabezada por
militares profranquistas alentados por la quinta columna que había
desplegado una intensa actividad en la base y en la ciudad. Durante el
día 4 y el 5 tienen lugar combates entre los sublevados y los
resistentes republicanos. Y en medio de ellos, el almirante Miguel Buiza
ordena a la flota republicana que abandone el puerto y la dirige a la
base naval de Bizerta en el protectorado francés de Túnez, a pesar de
que la sublevación había sido dominada en Cartagena por las fuerzas
republicanas el día 7 de marzo.
3. Marzo de 1.939, derrota de la República
El 5 de marzo, al día siguiente del inicio de la sublevación de
Cartagena, comenzó el golpe de Casado apoderándose sus partidarios de
los puntos neurálgicos de Madrid y anunciando a continuación la
formación de un Consejo Nacional de Defensa presidido por el general
Miaja. El Consejo emitió un manifiesto por radio dirigido a la España
antifascista en el que se deponía al gobierno de Negrín, pero no
hablaba para nada de las negociaciones de paz. Las unidades militares
controladas por los comunistas opusieron resistencia en Madrid y sus
alrededores pero fueron derrotados hubo cerca de 2.000 muertos. Al día
siguiente Negrín y su gobierno, junto con los principales dirigentes
comunistas, abandonaron España en avión para evitar ser apresados por
los casadistas. Consumado el golpe de Casado, el general Franco se negó a aceptar un
nuevo abrazo de Vergara, como Mola también lo había rechazado en el
primer día del golpe de 1.936, y no concedió a Casado ninguna de las
garantías imploradas casi de rodillas por sus emisarios que solo se
entrevistaron con miembros de baja graduación del Cuartel General, y
contestó a británicos y franceses, deseosos de actuar como
intermediarios en la rendición de la República para así contener la
influencia alemana e italiana sobre el nuevo régimen, que no los
necesitaba y que el espíritu de generosidad de los vencedores
constituía la mejor garantía para los vencidos. Comunicado emitido por el Cuartel General del Generalísimo
anunciando el fin de la guerra, Franco únicamente aceptaba una rendición sin condiciones por lo que
solo restaba preparar la evacuación de Casado y el Consejo Nacional de
Defensa. Estos embarcaron con sus familias el 29 de marzo, en el
destructor británico que los trasladó a Marsella el socialista Julián
Besteiro decidió quedarse. Un día antes las tropas nacionales hicieron
su entrada en Madrid y rápidamente los sublevados en su ofensiva final
ocuparon prácticamente sin lucha toda la zona centro-sur que había
permanecido bajo la autoridad de la República durante toda la guerra
el 29 de marzo, Cuenca, Albacete, Ciudad Real, Jaén, Almería y Murcia,
el 30 de marzo, Valencia y Alicante, y el 31 de marzo la ciudad de
Cartagena. En Alicante desde el día 29 de marzo unas 15.000 personas,
entre jefes militares, políticos republicanos, combatientes y
población civil que habían huido de Madrid y de otros lugares se
apiñaban en el puerto a la espera de embarcar en algún barco británico
o francés, pero la mayoría no lo lograron y fueron apresados por las
tropas italianas de la División Littorio, al mando del general Gastone
Gambara. Muchos de los capturados fueron ejecutados allí mismo.
El 1 de abril de 1.939 la radio del bando rebelde Radio Nacional de
España, difundía el último parte de la guerra civil española, que decía
lo siguiente:
En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado
las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha
terminado. Burgos, 1º de abril de 1.939, año de la victoria. El
Generalísimo. Fdo. Francisco Franco Bahamonde.
4. La guerra naval. Guerra Civil Española en el mar
En la guerra civil española predominaron las acciones terrestres
sobre las marítimas, y las marinas de ambos bandos evitaron las
grandes acciones de guerra por motivos políticos y estratégicos. Así,
después de los combates por el control del estrecho de Gibraltar de
1.936, las dos flotas no tuvieron encuentros decisivos en el mar y sus
estrategias se movieron en contextos muy conservadores, tendentes
sobre todo a la conservación de sus efectivos. El historiador Michael
Alpert, en su estudio titulado La guerra civil española en el mar,
afirma que las dos marinas de guerra españolas tuvieron que rehacerse,
pero que la gubernamental no consiguió estar a la altura del momento
y, a pesar de contar con la mayoría de las unidades de la flota,
desempeñó un papel defensivo durante la mayor parte de la contienda.
En cambio la Marina de los sublevados aprovechó al máximo sus exiguos
recursos y la ayuda que recibió del extranjero. Desde principios del siglo XX, la función primordial de la marina de
guerra ya no era destruir los barcos del enemigo, sino bloquear sus
rutas marítimas y sus puertos e impedir sus movimientos en la costa.
Esto es lo que realizó cada vez con más éxito la marina del bando
sublevado, mientras que la marina que permaneció fiel al gobierno
abandonó ese objetivo después de las primeras semanas y adoptó una
posición defensiva cuyo objetivo era proteger las comunicaciones
marítimas propias,
mientras los nacionales se esforzaban en interferirlas. Al principio de la Guerra Civil, la marina republicana era muy
superior a la que quedó en manos de los sublevados, pues estaba
integrada por la práctica totalidad de la Armada española de aquel
entonces, el acorazado Jaime I botado en 1.914, los cruceros ligeros
Libertad botado en 1.925, Miguel de Cervantes botado en 1.928 y Méndez
Núñez botado en 1.923, dieciséis destructores en servicio o a punto de
entregar; siete torpederos; doce submarinos del submarino Isaac Peral
C-1 al submarino C-6 y del submarino B-1 al submarino B-6, un
cañonero, cuatro guardacostas y la casi totalidad de la Aeronáutica
Naval. A pesar de contar con una flota tan importante, el problema residió
en que a lo largo de la guerra no se consiguieron superar los efectos
de la represión que tuvo lugar en el momento del golpe de estado de
julio de 1.936, cuando la marinería y los suboficiales se rebelaron
para impedir que los barcos se sumaran a la sublevación, ya que la
inmensa mayoría de la oficialidad era partidaria del golpe. En una
fecha tan avanzada como mayo de 1.938, un informe presentado al
presidente Juan Negrín sobre la situación de la flota señalaba la
ausencia de eficacia y de disciplina. En general la moral ofensiva de
los mandos es pequeña y la moral de combate de las dotaciones es baja.
Además, apuntaba la presencia de la quinta columna franquista tanto en
la Flota como en la base naval de Cartagena Moral derrotista. Mucho
fascista con entera libertad de acción, se decía. Informes posteriores
indicaban que la situación no había mejorado.
A diferencia de lo que ocurrió con el bando sublevado, que fue apoyado
por las armadas italiana y alemana, la República solo recibió de la URSS
cuatro lanchas torpederas de clase G-5, además de unos pocos mandos y
especialistas en submarinos que, según un informe reservado y
confidencial presentado al presidente Negrín, eran considerados -dentro
de la Flota- como huéspedes molestos a los que hay soportar con
amabilidad. Lo mismo ocurre en la base naval de Cartagena. Por su parte,
Francia y Gran Bretaña solo participaron en alguna ocasión puntual para
evitar el apresamiento de buques propios por la flota nacional.
Así pues, por encima de alguna victoria ocasional, como el hundimiento
del Baleares a principios de marzo de 1.938, en la batalla del cabo de
Palos, la realidad era que la marina republicana se había centrado en el
servicio de protección del tráfico mercante, en el mantenimiento de un
canal suministrador de pertrechos de guerra y de alimentos. Pero ni
siquiera esa función de escolta la desempeñó con pleno éxito, como se
señalaba en un informe del servicio secreto republicano SIM de enero de
1.939, en el que después de afirmar la notoria inferioridad de la marina
de guerra republicana respecto de la Marina de los nacionales se
decía:
Lo cierto es que la Marina de Guerra facciosa se ha incrementado sin
hostilización por nuestra parte... y que su Marina Mercante navega sin
contratiempos por todos los mares, en tanto la nuestra, perseguida y
prácticamente indefensa, es presa fácil de los facciosos.
La flota republicana y la base naval de Cartagena fueron aumentando su
importancia estratégica para la causa del bando republicano a media que
aumentaban las dificultades para el abastecimiento procedente del
exterior por vía terrestre, como consecuencia de los cierres frecuentes
de la frontera francesa, por lo que el mantenimiento del "cordón
umbilical" marítimo con la Unión Soviética era vital para los
republicanos. También cobraron cada vez más importancia a medida que las
derrotas republicanas se fueron acumulando y el territorio de la zona
republicana se redujo porque, especialmente tras la caída de Cataluña a
principios de febrero de 1.939, para
los combatientes republicanos la Base y la Flota eran una especie de
salvaguarda para el caso de una evacuación organizada o de última
hora.
Al principio de la Guerra Civil, la marina del bando sublevado era muy
inferior a la marina gubernamental pues solo contaba con el acorazado
España botado en 1.913 y que en julio de 1.936, se encontraba en dique
seco, los cruceros ligeros República, rebautizado como Navarra, botado
en 1920, pero que se encontraba en reparaciones y no entró en servicio
hasta muy avanzada la guerra, en agosto de 1.938, y el Almirante Cervera
botado en 1.928, el destructor Velasco botado en 1.923, cinco
torpederos; tres cañoneras y cinco guardacostas. Pero esta inferioridad
se vio compensada muy pronto gracias al control de los sublevados del
principal astillero de la marina en Ferrol donde estaba prácticamente
terminado el crucero pesado Canarias -que entró en servicio en
septiembre de 1.936 y otro, el Baleares, a punto de ser entregado entró
en servicio en diciembre de 1.936, junto con los dos únicos dragaminas
de España el dragaminas Júpiter, que entró en servicio a principios de
1.937, y el dragaminas Vulcano, que entró en servicio a finales de ese
mismo año.
La inferioridad inicial de los sublevados se vio compensada también
con el apoyo con que contaron prácticamente desde el inicio de la
guerra de la Armada Italiana, que participó con cruceros auxiliares y
submarinos en el bloqueo de los envíos de armamento de la Unión
Soviética, y de la alemana. El escándalo producido al hundir un
submarino italiano por error un destructor británico, hizo que la
Italia Fascista dejara de participar directamente en acciones de
guerra navales, cediendo cuatro submarinos legionarios a los
nacionales y vendiéndoles cuatro destructores y dos
submarinos. Por su parte la Alemania nazi envió al Mediterráneo dos submarinos en
la llamada Operación Úrsula, hundiendo un U 34 alemán el submarino
republicano C3 frente a Málaga. Los alemanes aportaron cruceros, pero
estos no intervinieron, salvo en el bombardeo de Almería por el
Admiral Scheer el 31 de mayo de 1.937, efectuado en represalia por el
ataque aéreo que había sufrido el 28 de mayo de 1.937, el acorazado de
bolsillo Deutschland en Ibiza. Este llamado incidente del Deutschland
fue efectuado probablemente por tripulaciones rusas, sin conocimiento
por parte del mando republicano. Pero el escándalo internacional que
provocó hizo que la República dijese que era un error y que se trataba
de aviones republicanos que creían atacar al crucero pesado Canarias.
El bombardeo de Almería, que se había producido abiertamente
exhibiendo el pabellón alemán, llegó a ser considerado como un posible
motivo para que la República declarara la guerra a Alemania posición
defendida por el coronel Rojo e Indalecio Prieto, en búsqueda de la
generalización del conflicto a toda Europa, pero finalmente se impuso
la postura contraria de Negrín y Azaña. Un informe del servicio secreto republicano SIM de enero de 1.939,
señalaba la desventaja de la marina republicana respecto de la marina
de guerra facciosa, que contaba con un total de cerca de 100 unidades
contando entre ellas un gran número de cruceros auxiliares
perfectamente artillados.
5. La guerra aérea y los bombardeos sobre poblaciones. Bombardeos en la
Guerra Civil Española
Bombardeo de la Estación del Norte de Valencia por aviones italianos en
1.937.
La principal novedad en el campo de la guerra aérea de la contienda
española de 1.936 a 1.939, fue que por primera vez en la historia la
aviación fue utilizada intensamente en misiones de bombardeo sobre la
retaguardia. Así a partir de la guerra civil española las víctimas
podían estar a centenares de kilómetros de los lugares del
enfrentamiento bélico y ser sencillamente población civil indefensa.
Dado que la aviación militar española en julio de 1.936, estaba
obsoleta esto solo fue posible porque ambos bandos recibieron ayuda de
potencias extranjeras que aportaron sus modernos bombarderos: el bando
sublevado los Savoia-Marchetti S.M.81 y los Savoia-Marchetti S.M.79 de
la Aviación Legionaria de la Italia fascista y los Junkers Ju 52 y
Heinkel He 111 de la Legión Cóndor de la Alemania nazi; el bando
republicano los Katiuskas de la Unión Soviética. El bando sublevado utilizó en repetidas ocasiones el bombardeo de
terror, como lo llaman Solé i Sabaté y Villarroya, cuyo único objetivo
era la población civil para desmoralizarla y empujarla a la rendición.
Esta estrategia la inició en Madrid cuando en noviembre de 1.936
fracasó el ataque frontal contra la ciudad y la continuó con el
bombardeo de Durango, el bombardeo de Guernica, el bombardeo de
Lérida, los bombardeos aéreos de Barcelona en enero de 1.938, los
bombardeos aéreos de Barcelona en marzo de 1.938, el bombardeo del
mercado central de Alicante, el bombardeo de Granollers y los
bombardeos sobre diversas poblaciones catalanas en los meses finales
de la guerra, especialmente los de Figueras, y cuyas víctimas
principales fueron mujeres y niños en un momento en que el ejército
republicano ya no existía en Cataluña. El único posible caso de
bombardeo de terror por parte del bando republicano fue el de Cabra en
noviembre de 1.938, pero todo parece indicar que se trató de un
terrible error cometido por los pilotos que confundieron el mercadillo
de la ciudad con un campamento de tiendas de campaña de una unidad
italiana que, según la orden que habían recibido, había que buscar y
destruir.
Así en cuanto a las ciudades más devastadas por los bombardeos la
lista la encabezan las tres principales ciudades republicanas,
Barcelona, Madrid y Valencia, seguidas por Tarragona, Reus, Lérida,
Badalona, Granollers, Gerona, San Feliu de Guíxols, Palamós, Figueras,
Colera, Portbou y Perelló en Cataluña; Alicante, Sagunto, Gandía,
Denia y Cartagena en la costa de Valencia y Murcia; y en Vizcaya
Durango y Guernica, esta última convertida en el símbolo de las
atrocidades de los bombardeos del bando sublevado, y que tuvo un
enorme impacto a nivel internacional. En cuanto al número de víctimas
también existe una enorme diferencia entre las causadas por los
bombardeos republicanos, unas 1.100, y las causadas por los bombardeos
del bando franquista, alrededor de 9.000 Barcelona 2.500 muertos,
Madrid, 2.000; Valencia, cerca de 1.000; Alicante cerca de 500,
Durango, Guernica, Lérida, Tarragona, Granollers, Figueras y Cartagena
más de doscientos muertos cada una; Bilbao, Reus, Badalona y Alcañiz
cerca de 200, Játiva más de 100 muertos, y pequeños pueblos cuyos
muertos fueron inferiores a este número. Así fue como la aviación se convirtió en un arma decisiva y la
actuación de la aviación italiana y alemana fue determinante en la
victoria del ejército franquista.
Otros hitos de la guerra aérea durante la guerra civil española son que
durante la misma probablemente se efectuó el primer puente aéreo de la
historia; que en los aviones de caza empezó a primar el techo y la
velocidad lo que supuso el fin de los biplanos y además se demostró su
importancia para el dominio del aire y evitar así los bombardeos
enemigos incluso por la noche, que se realizaron ataques aéreos a
unidades navales, en puerto y en el mar, que se emplearon aviones de
bombardeo en picado para lanzar víveres y mensajes de ánimo a posiciones
sitiadas, como el Alcázar de Toledo o el Santuario de Santa María de la
Cabeza, y para los bombardeos ideológicos, mediante el lanzamiento de
octavillas y soflamas a las ciudades que estaban en la retaguardia, como
el bombardeo del pan sobre Alicante.
6. Evolución de la zona sublevada
Tras la etapa de cierta provisionalidad que representó la Junta de
Defensa Nacional formada tras la muerte en accidente de aviación del
general Sanjurjo, quien debía encabezar el Directorio militar que
gobernaría el país tras derribar al gobierno del Frente Popular, los
generales y jefes sublevados decidieron nombrar un mando único militar
y político. Desde el 1 de octubre de 1.936, el general Franco fue el
Generalísimo de las fuerzas sublevadas y el Jefe del Gobierno del
Estado. Después del fracaso de la toma de Madrid entre noviembre de
1.936 y marzo de 1.937, y con la perspectiva de que la guerra iba a
ser larga, el Generalísimo Franco, con la ayuda de su cuñado, Ramón
Serrano Suñer, comenzó a configurar la organización política del Nuevo
Estado. El primer paso fue el Decreto de Unificación de abril de
1.937, por el que todas las fuerzas políticas que apoyaban el
alzamiento nacional, y singularmente los falangistas y los carlistas,
que eran quienes con sus milicias más habían contribuido a la guerra y
fueron integradas bajo un único partido denominado Falange Española
Tradicionalista y de las JONS. El paso siguiente fue la organización
del Nuevo Estado que fue la tarea encomendada por el Generalísimo a su
primer gobierno nombrado el 30 de enero de 1.938, y que sustituyó a la
Junta Técnica del Estado. La construcción del Nuevo Estado fue acompañada de la destrucción de
todo lo que tuviera que ver con la República. Así en la zona
sublevada, al contrario de lo que estaba sucediendo en la otra zona en
la que se había desencadenado la revolución, se procedió a una
contrarrevolución, llevándose a cabo una sistemática represión de las
personas, las organizaciones y las instituciones que en alguna forma,
real o, incluso, imaginaria, pudieran entenderse ligadas a esa
República revolucionaria, o en manos de revolucionarios, a la que se
decía combatir.
7. La Junta de Defensa Nacional
Mola junto al General Franco en una aparición en Burgos el 27 de
agosto de 1.936, recogida por el periódico alemán Berliner
Illustrierte Zeitung. Mola es el que sobresale por la
derecha. La muerte el 20 de julio del general Sanjurjo, exiliado en Estoril, a
causa del accidente que tuvo nada más despegar el avión en el que
tenía que dirigirse desde Lisboa hacia Pamplona para ponerse al frente
de la sublevación, dejó a los generales sublevados sin el jefe que iba
a encabezar el levantamiento. Para suplir en parte la carencia de un
mando único los generales y jefes sublevados constituyeron en Burgos
el 24 de julio una Junta de Defensa Nacional presidida por el general
de más graduación y más antiguo, Miguel Cabanellas. Su Decreto número
1 establecía que asumía todos los poderes del Estado y en sucesivos
decretos extendió el estado de guerra que los sublevados habían
proclamado en cada sitio a toda España lo que sirvió de base para
someter a consejos de guerra sumarísimos a todos los que se opusieran
a la rebelión militar, ilegalizó los partidos y sindicatos del Frente
Popular y prohibió todas las actuaciones políticas y sindicales
obreras y patronales mientras duren las actuales circunstancias
Decreto del 25 de septiembre.
Pero lo más urgente era lograr la unidad de mando militar. Así el 21 de
septiembre de 1.936, tuvo lugar en una finca de los alrededores de
Salamanca la primera reunión a la que asistieron los generales de la
Junta de Defensa Nacional, con el añadido de los generales Orgaz, Gil
Yuste y Kindelán. Allí los reunidos discutieron sobre la necesidad del
mando único de las fuerzas sublevadas y nombraron para el cargo al
general Franco pues era quien mandaba el ejército que estaba a punto de
conseguir la entrada en Madrid el Ejército de África estaba cerca de
Maqueda a solo 100 kilómetros de la capital y el que había obtenido la
ayuda de la Alemania nazi y de la Italia fascista, y que venía tratando
con ellos. Pero una vez decidido el mando único en el terreno militar
aún quedaba por dilucidar el mando político.
Entonces el general Franco realizó una jugada maestra, ordenar que las
columnas que avanzaban hacia Madrid se desviaran hacia Toledo para
liberar el Alcázar y así levantar el cerco de dos meses al que llevaban
sometidos un millar de guardias civiles y falangistas además de algunos
cadetes de la Academia de Infantería al mando de su director, el coronel
Moscardó, y que tenían retenidos como rehenes a mujeres y niños de
conocidos militantes de izquierda. La toma del Alcázar agrandó la
leyenda del general Franco. La famosa frase de Moscardó sin novedad en
el Alcázar, repetida ante Franco y numerosos periodistas dos días
después de su liberación, fue adecuadamente propagada. Franco era el
salvador de los héroes sitiados, el símbolo de un ejército dispuesto a
ganar la guerra a cualquier precio.
El 28 de septiembre de 1.936, el mismo día en que el Alcázar de Toledo
fue liberado, se celebró la segunda reunión de los generales en
Salamanca para decidir quién ostentaría el mando político. El elegido
fue el general Franco al que sus compañeros de sublevación nombraban no
solo Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire, sino
también Jefe del Gobierno del Estado español, mientras dure la guerra.
Pero cuando fue publicado al día siguiente el decreto nº 138 de la Junta
de Defensa Nacional con su nombramiento se había introducido un
importante cambio en el texto, se había suprimido la coletilla mientras
dure la guerra, y al nombramiento del general Franco como Jefe del
Gobierno del Estado Español se le añadía quien asumirá todos los poderes
del nuevo Estado. Este decreto de 29 de septiembre de 1.936, sería el
fundamento de la legitimidad del poder del Generalísimo durante los
siguientes 39 años.
8. El general Franco, Generalísimo y Caudillo
El 1 de octubre de 1.936, en el salón del trono de la Capitanía
General de Burgos, Francisco Franco tomaba posesión de su nuevo cargo,
como Generalísimo del ejército sublevado y Jefe del Gobierno del
Estado. Un día antes el obispo de Salamanca Enrique Pla y Deniel había hecho
pública una pastoral en la que presentaba la guerra como una cruzada
por la religión, la patria y la civilización, dando una nueva
legitimidad a la causa de los sublevados: la religiosa. Así el
Generalísimo, no era solo el jefe y salvador de la Patria, sino
también el Caudillo de una nueva Cruzada en defensa de la fe católica
y del orden social. La primera ley que promulgó el Generalísimo Franco fue la que creaba
la Junta Técnica del Estado en sustitución de la Junta de Defensa
Nacional, presidida por el general Dávila que en el verano de 1.937,
sería sustituido por el general monárquico Francisco Gómez-Jordana,
mucho más eficiente que su antecesor y que contaba con una Secretaría
General del Jefe del Estado, cargo que desempeñó Nicolás Franco, el
hermano mayor del Generalísimo. Su ocupación fue rectificar toda la
legislación republicana volviendo las cosas a su punto
anterior. La sede de la Junta Técnica del Estado se estableció en Burgos aunque
la capital política de la España nacional era Salamanca donde residía
el poder militar, pues allí se encontraba el Cuartel General del
Generalísimo Franco.
9. El Decreto de Unificación de abril de 1.937
El siguiente paso en el afianzamiento del poder del nuevo Caudillo se
produjo cuando tras el fracaso de la toma de Madrid, entre noviembre de
1.936, y marzo de 1.937, se planteó la necesidad de crear un partido
único, siguiendo el modelo de la Dictadura de Primo de Rivera, a partir
de la fusión de los carlistas y falangistas.
Desde el Cuartel General del Generalísimo el nuevo asesor de Franco
Ramón Serrano Súñer cuñado del Caudillo y antiguo diputado de la CEDA
que había llegado a Salamanca evadido de la zona roja propició un
acercamiento entre la Comunión Tradicionalista y Falange Española y de
las JONS con vistas a su fusión, pero las diferencias ideológicas y
políticas que les separaban eran casi insalvables pues eran las que
separaban el tradicionalismo del fascismo, y además había otro obstáculo
que era innegociable, que al frente del partido único se situara el
propio general Franco. Es decir, que ambas partes tenían que aceptar que
la nueva formación política quedaría supeditada al poder personal del
Generalísimo, vértice del poder militar y político. Para apoyar esta
idea se difundió desde el Cuartel General de Salamanca el lema Una
patria, un Estado, un Caudillo, copia del lema nazi Ein Volk, ein Reich,
ein Führer un pueblo, un Estado, un caudillo.
Se produjeron contactos entre falangistas y carlistas pero no
fructificaron y todo el proceso no dejó de crear tensiones en el seno
de ambos partidos que se tradujeron en el caso de los falangistas en
los sucesos de Salamanca de abril de 1.937, durante los cuales varios
falangistas murieron en los enfrentamientos entre los partidarios de
la fusión y de la supeditación al poder militar encabezados por Sancho
Dávila y Agustín Aznar y los contrarios a ella encabezados por Manuel
Hedilla. Finalmente, el Cuartel General de Franco decidió actuar, y el mismo
día en que los falangistas contrarios a la fusión celebraron un
Consejo Nacional en el que eligieron a Manuel Hedilla como jefe
nacional, el domingo 18 de abril, el propio general Franco anunció que
se iba a promulgar al día siguiente un Decreto de Unificación de
Falange y la Comunión Tradicionalista, que pasaban a estar ahora bajo
su jefatura directa como jefe nacional del mismo. Franco una semana después mandó detener a Manuel Hedilla junto con
otros falangistas disidentes cuando se negó a integrarse en la Junta
Política del nuevo partido como simple vocal y además comunicó a sus
jefes provinciales que obedecieran únicamente sus propias órdenes.
Para que no quedara duda sobre la ubicación del poder en lo que ya
comenzaba a llamarse Nuevo Estado, Hedilla fue juzgado y condenado a
muerte por su manifiesta actuación de indisciplina y de subversión
frente al Mando y el Poder únicos e indiscutibles de la España
nacional. A todos debía quedar claro que la unidad de mando militar
sería en el futuro unidad de mando político. Pero el Generalísimo
Franco siguió los consejos de la hermana del Ausente Pilar Primo de
Rivera líder del sector puro de Falange, de Serrano Suñer y del
embajador alemán e indultó a Hedilla, aunque este pasó cuatro años en
la cárcel y cuando salió de ella quedó apartado de la vida
política. En los estatutos del partido único, publicados el 4 de agosto, se
estableció que el caudillo solo sería responsable ante Dios y ante la
Historia, y ante nadie más.
Dos meses antes, el 3 de junio, en plena Campaña del Norte el general
Mola, el director de la conspiración militar que había dado el golpe
de estado de julio de 1.936, con el que comenzó la Guerra Civil, moría
cuando el avión en el que viajaba se estrelló en una colina del pueblo
de Alcocero, cerca de Burgos. Mola solía emplear el avión con
frecuencia en sus desplazamientos y no existen pruebas de que hubiera
sabotaje, aunque la muerte favorecía claramente a Franco al eliminar
al director como rival. El embajador alemán escribió poco después. Sin
duda Franco se siente aliviado por la muerte del general
Mola. En octubre de 1.937, fueron nombrados por el Generalísimo Franco los
50 miembros del Consejo Nacional de FET y de las JONS, pero no pasó de
ser un órgano meramente consultivo. Lo mismo se podía decir de la FET
y de las JONS, cuya única actividad quedaba reducida en la práctica a
efectuar propaganda. Sin embargo, los dirigentes de Falange ocuparon
muchos de los puestos más importantes en la administración del Nuevo
Estado y en el partido.
10. El nacimiento del Nuevo Estado. Primer Gobierno de Francisco
Franco
En enero de 1.938, mientras tenía lugar la batalla de Teruel, se da el
primer paso para la configuración definitiva del Nuevo Estado con la
promulgación por el Generalísimo de la Ley de la Administración Central
del Estado por la que se creaba una estructura administrativa que
adoptaba la forma ministerial, y con el nombramiento el 30 de enero de
su primer gobierno en el que el propio Franco asume la Presidencia,
mientras que Francisco Gómez-Jordana hasta entonces presidente de la
Junta Técnica del Estado era el Vicepresidente y Ministro de Asuntos
Exteriores. Sin embargo, el personaje más destacado del gabinete era
Ramón Serrano Súñer, ministro de Gobernación y el cuñadísimo de Franco.
En este gobierno se prefiguró ya la amalgama ideológica que sería
siempre en el futuro el franquismo, su conservadurismo tradicional, y su
derechismo reaccionario.
Será este gobierno el que inicie el proceso de institucionalización
del Nuevo Estado, con la promulgación del Fuero del Trabajo, basado en
la Carta del lavoro del fascismo italiano, y que constituyó la primera
de las siete Leyes Fundamentales de la Dictadura Franquista que
funcionaron a modo de constitución del nuevo régimen, la derogación
del Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1.932, y la promulgación de
una serie de órdenes y decretos que prohibían el uso del catalán en
los documentos públicos y en la conversación privada, la Ley de Prensa
que sometía a los periódicos a la censura previa y atribuía al
gobierno el nombramiento de los directores de periódicos, la
reintroducción de la pena de muerte que había abolido la República, la
aprobación de una Ley de Enseñanza Media que garantizaba a la Iglesia
católica una absoluta autonomía en la educación
secundaria. Según Julián Casanova el fascismo y el catolicismo fueron las dos
ideologías sobre cuya amalgama se construyó el Nuevo Estado. El
proceso de fascistización era evidente por la exaltación del líder, el
Caudillo, como el Führer o el Duce; el saludo brazo en alto
establecido como saludo nacional, los uniformes y la simbología
falangista, etc. Y al mismo tiempo proliferaban los ritos y
manifestaciones religiosas católicas como las procesiones, las misas
de campaña o las ceremonias político-religiosas que imitaban supuestas
formas medievales. El 19 de abril de 1.939, diecinueve días después del último parte en
el que el Generalísimo Franco declaraba "la guerra ha terminado, se
celebró en Madrid el desfile de la Victoria presidido por el Caudillo.
Antes de empezar la parada militar el general Varela le impuso en
nombre de la Patria a Franco la Gran Cruz Laureada de San Fernando,
que tanto había ambicionado desde sus campañas africanas y que tuvo
que acabar autootorgándosela en un decreto firmado por él mismo y que
fue leído por el general conde de Jordana al inicio del acto. Al día
siguiente el diario ABC de Madrid titulaba su crónica: España, en el
gran desfile militar ante el Caudillo, muestra al mundo el poderío de
las armas forjadoras del nuevo Estado. Un mes después el general
Franco ofrendaba su espada de caudillo victorioso a Dios en una
ceremonia celebrada el 20 de mayo en la iglesia madrileña de Santa
Bárbara y presidida por el cardenal primado de Toledo Isidro
Gomá.
11. Evolución de la zona republicana. La reacción del gobierno a la
sublevación militar
En la tarde del viernes 17 de julio se conocía en Madrid que en el
Protectorado de Marruecos se había iniciado una sublevación militar.
Al día siguiente la sublevación se extendió a la península y las
organizaciones obreras CNT y UGT reclamaron armas para el pueblo para
acabar con ella, a lo que el gobierno de Santiago Casares Quiroga se
negó. Por la noche de ese sábado 18 de julio Casares Quiroga presentó su
dimisión al presidente de la República Manuel Azaña y este encargó a
Diego Martínez Barrio, presidente de las Cortes y líder de Unión
Republicana, que formara un gobierno que consiguiera detener la
rebelión sin recurrir al apoyo armado de las organizaciones obreras.
Martínez Barrio incluyó en su gabinete a políticos moderados y
dispuestos a llegar a algún tipo de acuerdo con los militares
sublevados y en la madrugada del sábado 18 al domingo 19 de julio,
habló por teléfono con el general Emilio Mola, El Director de la
sublevación, pero este se negó rotundamente a cualquier tipo de
transacción. Así el gobierno de conciliación de Martínez Barrio
dimitió y Azaña nombró el mismo domingo 19 de julio nuevo presidente
del gobierno a un hombre de su partido José Giral, que formó un
gobierno únicamente integrado por republicanos de izquierda, aunque
con el apoyo explícito de los socialistas, que tomó la decisión de
entregar armas a las organizaciones obreras, algo a lo que también se
había negado Martínez Barrio porque, al igual que Casares Quiroga,
consideraba que ese hecho traspasaba el umbral de la defensa
constitucional y legal de la República. A causa de esta decisión de entregar armas al pueblo el Estado
republicano perdió el monopolio de la coerción, por lo que no pudo
impedir que se iniciara una revolución social, ya que las
organizaciones obreras no salieron a la calle exactamente para
defender la República... sino para hacer la revolución. Un golpe de
estado contrarrevolucionario, que intentaba frenar la revolución,
acabó finalmente desencadenándola.
12. La revolución social de 1.936 y el gobierno de José Giral (julio-septiembre
de 1.936)
La entrega de armas a los partidos y organizaciones obreras hizo que
estas constituyeran rápidamente milicias armadas para hacer frente a
la rebelión en el terreno militar y para proceder a una profunda
revolución social desentendiéndose de las autoridades republicanas, a
las que no derribaron, incautaron y colectivizaron explotaciones
agrarias y empresas industriales y mercantiles para asegurar la
continuidad de la producción y distribución de bienes, y se hicieron
cargo del mantenimiento de las principales funciones competencia del
Estado. La producción, el abastecimiento de la población, la
vigilancia, la represión, las comunicaciones y el transporte, la
sanidad, quedaron en manos de comités sindicales, que en no pocas
localidades suprimieron la moneda para sustituirla por vales. Ante el
hundimiento de los mecanismos del poder público un gobierno que
reparte armas es un gobierno que se ha quedado sin instrumentos para
garantizar el orden público e imponer su autoridad, surgió en el
verano de 1.936, un nuevo poder obrero, que era a la vez militar,
político, social, económico. En el País Vasco, sin embargo, donde el
PNV había rechazado la coalición con la CEDA en las elecciones de
febrero de 1.936, y apoyado a la izquierda en la tramitación del
Estatuto de Autonomía, finalmente aprobado el 1 de octubre de 1.936,
no hubo revolución social y un partido católico y nacionalista se
mantuvo hasta junio de 1.937, al frente de un gobierno autónomo con
poder sobre poco más que el territorio de Vizcaya. Los comités que surgieron por todas partes eran autónomos y no
reconocían límites a sus actuaciones, pero la paradoja fue que al
mismo tiempo la revolución no acabó con el Estado republicano, sino
que simplemente lo ignoró y lo redujo a la inoperancia. En Cataluña se
constituyó el Comité Central de Milicias Antifascistas, pero el
gobierno de la Generalidad no fue destituido y continuó en su puesto.
En Valencia apareció el Comité Ejecutivo Popular. En Málaga y Lérida
surgieron sendos Comités de Salud Pública. En Cantabria, Gijón y Jaén,
comités provinciales del Frente Popular Comité de Guerra de Gijón,
Comité Popular de Sama de Langreo, etc. En Vizcaya, una Junta de
Defensa. En Madrid se constituyó un Comité Nacional del Frente
Popular, que organizaba milicias y la vida de la ciudad, pero junto a
él seguía existiendo el gobierno de José Giral formado solo por
republicanos de izquierda. Pero el gobierno Giral, a pesar de que el poder real no estaba en sus
manos, no dejó de actuar, especialmente en el plano internacional. Fue
este gobierno el que pidió la venta de armas al gobierno del Frente
Popular de Francia, y al no conseguirla, luego a la Unión Soviética,
para lo cual dispuso de las reservas del oro del Banco de España. En
el plano interior destituyó a los funcionarios sospechosos de apoyar
la sublevación y dictó las primeras medidas para intentar controlar
las ejecuciones indiscriminadas, arbitrarias y extrajudiciales de
fascistas que llevaban a cabo decenas de tribunales revolucionarios,
también conocidos como "checas", montadas por las organizaciones y
partidos obreros que habían impuesto el terror rojo en Madrid y en
otros lugares. Así el gobierno Giral creó los tribunales especiales
para juzgar los delitos de rebelión y sedición y los cometidos contra
la seguridad del Estado. Sin embargo estos tribunales populares no
acabaron con las actividades de las checas que siguieron asesinando
fascistas mediante los paseos detenciones ilegales que acababan con el
asesinato del detenido y cuyo cadáver eran arrojado en una cuneta o
junto a la tapia de un cementerio o las sacas excarcelaciones de
presos que supuestamente iban a ser puestos en libertad pero que en
realidad eran llevados al paredón. Cuando el 3 de septiembre de 1.936, el Ejército de África sublevado
tomó Talavera de la Reina ya en la provincia de Toledo, después de
haber ocupado Extremadura, y además también caía Irún en manos de los
sublevados con lo que el norte quedaba aislado del resto de la zona
republicana, José Giral presentó la dimisión al presidente de la
República Manuel Azaña.
13. El gobierno de Largo Caballero (septiembre de 1.936-mayo de
1.937)
Tras la dimisión de Giral, el presidente de la República Manuel Azaña
encargó la formación de un gobierno de coalición a Francisco Largo
Caballero, el líder socialista de UGT, una de las dos centrales
sindicales que estaban protagonizando la revolución. Largo Caballero,
que además de la presidencia asumió el ministerio clave de Guerra,
entendió este gobierno como una gran alianza antifascista, y así dio
entrada en el gabinete al mayor número posible de representaciones de
los partidos y sindicatos que luchaban contra la rebelión fascista
como llamaban las organizaciones obreras a la sublevación militar de
julio. Pero el gobierno no se completó realmente hasta dos meses
después, cuando el 4 de noviembre en el momento en que las tropas
sublevadas ya estaban a las afueras de Madrid se integraron en él
cuatro ministros de la CNT, entre ellos la primera mujer que fue
ministra en España, Federica Montseny. El nuevo gobierno de Largo Caballero, autoproclamado gobierno de la
victoria, enseguida concluyó que había que dar prioridad a la guerra,
y de ahí el programa político que puso en marcha inmediatamente, cuya
principal medida fue la creación de un nuevo ejército y la unificación
de la dirección de la guerra que incluía la incorporación de las
milicias a las Brigadas Mixtas y la creación del cuerpo de comisarios.
Así pues, los dirigentes sindicales de UGT y CNT al aceptar e impulsar
este programa estuvieron de acuerdo en que la implantación del
comunismo libertario, a que aspiraba la CNT, o de la sociedad
socialista, que pretendía la UGT, debía esperar al triunfo
militar.
Pero todas estas medidas no consiguieron paralizar el avance hacia
Madrid del Ejército de África y el 6 de noviembre ya estaba a punto de
entrar en la capital. Ese día el gobierno decidió abandonar Madrid y
trasladarse a Valencia, encomendando la defensa de la ciudad al
general Miaja que debería formar una Junta de Defensa de Madrid. "Una
salida precipitada, mantenida en sigilo, sobre la que no se dio
explicación pública alguna. Quienes se quedaron en Madrid no pudieron
interpretar estos hechos sino como una vergonzosa huida... sobre todo
porque los madrileños fueron capaces de organizar su defensa. Madrid
resistió el primer embate y rechazó los siguientes, deteniendo así el
avance del ejército rebelde. El segundo gran objetivo del gobierno de Largo Caballero fue
restablecer la autoridad del gobierno y de los poderes del Estado.
Pero no se resolvieron las tensiones con los gobiernos de las regiones
autónomas de Cataluña y el País Vasco, ni con los consejos regionales
que habían surgido en otros sitios. En Cataluña, el gobierno de la
Generalidad, que el 26 de septiembre incorporó a varios consejeros de
la CNT y del POUM por lo que el Comité de Milicias Antifascistas quedó
disuelto, organizó su propio ejército y el 24 de octubre aprobó el
decreto de colectividades, cuestiones ambas que excedían el ámbito de
sus competencias. En cuanto al País Vasco, el 1 de octubre las Cortes
aprobaban el Estatuto de Autonomía de Euskadi y el nacionalista vasco
José Antonio Aguirre fue investido lehendakari del gobierno vasco,
entre cuyos miembros no incluyó a ningún representante de la CNT en el
País Vasco no había habido revolución social ni apenas violencia
anticlerical y las iglesias continuaron abiertas. Aguirre construyó un
Estado casi soberano sobre el territorio vasco que todavía no había
sido ocupado por el bando sublevado y que prácticamente se reducía a
Vizcaya. Además de una policía vasca, la Ertzaina, creó un ejército
propio y no aceptó el mando del general que envió el gobierno de
Madrid para ponerse al frente del Ejército del Norte. En cuanto al
Consejo de Aragón, dominado por los anarquistas, el gobierno de Largo
Caballero no tuvo más remedio que legalizarlo.
En la primavera de 1.937, tras la decisión del generalísimo Franco de
poner fin por el momento a la toma de Madrid después de la victoria
republicana en la batalla de Guadalajara, se abría la perspectiva de
una guerra larga y pronto estalló la crisis entre las fuerzas
políticas que apoyaban a la República.206 El conflicto fundamental fue
el que enfrentó a los anarquistas de la CNT, que defendían la
compatibilidad de la revolución con la guerra, y a los comunistas del
Partido Comunista de España PCE y del PSUC en Cataluña, que entendían
que la mejor forma de frenar la sublevación militar era restablecer el
Estado republicano y aglutinar a todas las fuerzas de la izquierda
política, incluidos los partidos de la pequeña y mediana burguesía,
por lo que debía paralizarse la revolución social y dar prioridad a la
guerra. Sin embargo, Santos Juliá afirma, en contra de la opinión de
otros historiadores, que en la primavera de 1937, entre las fuerzas
que apoyaban al gobierno de Largo Caballero la divisora no corría
entre guerra y revolución sino entre partidos y sindicatos porque la
prioridad dada a la guerra ya se había decidido el 4 de septiembre
cuando se formó el gobierno de Largo Caballero, al que dos meses
después se sumaron los cuatro ministros anarquistas. La crisis estalló por los enfrentamientos iniciados en Barcelona el
lunes 3 de mayo de 1.937, cuando un destacamento de la Guardia de
Asalto por orden de la Generalidad intentó recuperar el control sobre
el edificio de la Telefónica en la plaza de Cataluña, en poder de la
CNT desde las jornadas gloriosas de julio de 1.936. Varios grupos
anarquistas respondieron con las armas y el POUM se sumó a la lucha.
En el otro bando, la Generalidad y los comunistas y socialistas
unificados en Cataluña bajo un mismo partido el PSUC hicieron frente a
la rebelión, que ellos mismos habían provocado, y la lucha se prolongó
varios días. El viernes 7 de mayo la situación pudo ser controlada por
las fuerzas de orden público enviadas por el gobierno de Largo
Caballero desde Valencia, ayudadas por militantes del PSUC, aunque la
Generalidad pagó el precio de que le fueron retiradas sus competencias
sobre orden público. El enfrentamiento en las calles de Barcelona fue
relatado por el británico George Orwell en su Homenaje a
Cataluña.
Los sucesos de mayo de 1.937, en Barcelona tuvieron una repercusión inmediata en el gobierno de Largo Caballero. La crisis la provocaron el día 13 de mayo los dos ministros comunistas que amenazaron con dimitir si Largo Caballero no dejaba el Ministerio de la Guerra el PCE especialmente desde la caída de Málaga el 8 de febrero le hacía responsable de las continuas derrotas republicanas, y que disolviera el POUM. En este ataque a Largo Caballero contaban con el apoyo de la fracción socialista de Indalecio Prieto, que controlaba la dirección del PSOE, que como los comunistas querían eliminar del gobierno a las organizaciones sindicales, UGT y CNT, y reconstruir el Frente Popular. Largo Caballero se negó a aceptar las dos condiciones de los comunistas y al no encontrar los apoyos suficientes para su gobierno dimitió el 17 de mayo. El presidente Manuel Azaña, que también estaba en desacuerdo con la presencia de las dos centrales sindicales en el gobierno, nombró a un socialista prietista, Juan Negrín, nuevo jefe de gobierno. Al día siguiente el órgano de la CNT Solidaridad Obrera declaraba en su editorial. Se ha constituido un gobierno contrarrevolucionario.
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