1. Las operaciones militares. Los dos ejércitos
Aunque se trata de un tema muy controvertido, la mayoría de los
historiadores calculan que un 70% de los 15.000 jefes y oficiales en
activo en 1.936 combatieron en el bando sublevado, 1.236 fueron fusilados
o encarcelados por ser desafectos al bando vencedor en cada lugar,
mientras que, por el contrario, la mayor parte de los 100 generales no se
sublevaron. De los 210.000 soldados de tropa y suboficiales que
teóricamente formaban el ejército regular en 1.936, unos 120.000 quedaron
en la zona sublevada, pero lo más decisivo fue que entre ellos se
encontraban los 47.000 que formaban el Ejército de África que constituían
las mejores tropas del ejército español.
Indicé |
La Guardia Civil, por su parte, quedó muy dividida entre los leales y
los rebeldes a la República. Así pues, el bando sublevado no tuvo que construir su ejército sino que
contó desde el primer momento con las unidades militares y las
fuerzas de orden público, sublevadas durante el golpe ya organizadas y
dirigidas por sus mandos, entre las que destacaba el ejército del
Protectorado de Marruecos, el llamado Ejército de África, compuesto por
la Legión Extranjera y los Regulares tropas indígenas moras
mandadas por oficiales españoles, que constituía la fuerza militar más
experimentada de todo el ejército español. Por otro lado las milicias
carlistas, requetés y las milicias falangistas que apoyaron a
los sublevados fueron integradas en el ejército del que se consideraban
aliadas y no enemigas al contrario de lo que sucedió en el bando
republicano donde las milicias obreras, especialmente las milicias
confederales anarquistas, siempre desconfiaron de la institución
militar, con la excepción de las milicias comunistas. En el bando sublevado el ejército alcanzó rápidamente la unidad de
mando y dominó completamente la vida civil de la zona sublevada, que
ellos llamaban zona nacional. La muerte en un accidente de aviación en
los primeros días del golpe del general Sanjurjo, que era el militar
elegido por sus compañeros para encabezar la sublevación, hizo que el
mando en la zona sublevada quedara entonces repartido entre los
generales Emilio Mola y Francisco Franco, pero solo dos meses después,
el 1 de octubre, el general Franco asumió el mando único militar y
político, el general Mola murió en otro accidente de avión al año
siguiente, el 3 de junio de 1.937. "
El fenómeno de la centralización militar del esfuerzo de guerra en la
zona sublevada hizo que no se permitiese nada que se asemejase a la
desunión política, al rencor entre grupos políticos y a la falta de
confianza en los mandos y jefes de la campaña, todo lo cual se manifestó
especialmente en la retaguardia republicana del norte, en Aragón y en
Cataluña, que es donde se perdió realmente la guerra. A medida que la
República iba perdiendo la guerra, aumentaban el hambre y las
privaciones en la retaguardia, creándose una situación infernal, con
refugiados, bombardeos, escasez y frío
". En cuanto a la ayuda extranjera, el bando sublevado recibió armas de
todo tipo y aviones prácticamente desde el primer día por parte de la
Alemania nazi y la Italia Fascista a la que pronto se añadieron unidades
militares completas. la Legión Cóndor alemana y el CTV italiano, en
un flujo continuo que nunca se detuvo a largo de la guerra. Por su parte el bando republicano no pudo contar con prácticamente
ninguna unidad militar completa organizada y disciplinada con todos sus
mandos y suboficiales y durante los primeros meses la fuerza militar que
se opuso al ejército sublevado, tras la decisión del gobierno de José
Giral de licenciar a las tropas para evitar que la sublevación se
extendiera, estuvo constituida por columnas improvisadas integradas por
unidades sueltas y por las milicias de las organizaciones obreras, que
cuando estaban mandadas por oficiales de carrera estos a menudo
suscitaban sospechas de traición entre los combatientes. Fue a partir de
la formación del gobierno de Largo Caballero el 5 de septiembre de 1.936
cuando se inició el proceso de construcción de un verdadero ejército,
con la militarización de las milicias y su integración en las Brigadas
Mixtas, primer paso para la creación del Ejército Popular que solo se
logró tras la superación de la crisis de los sucesos de mayo de
1.937, y la formación a continuación del gobierno de Juan Negrín. Pero
el ejército republicano siempre tuvo un problema estructural de difícil
solución, la falta de mandos profesionales según los cálculos de
Michael Alpert, solo un 14% de los militares que figuraban en el Anuario
Militar de 1.936 servían todavía en 1.938 en el ejército de la
República. Un problema que fue especialmente acuciante en el caso de la
Armada. Algo que reconoció el general republicano Vicente Rojo, que
escribió.
Hemos creado un ejército con el nombre de tal, con toda la nomenclatura y
sistema de mandos de un ejército regular... pero sólo hemos subido los
primeros peldaños para alcanzar la cumbre.
Además en el bando republicano la unidad de mando solo se logró, a
mediados de 1.937 cuando el Ejército Popular estuvo completamente
estructurado y, por otro lado, solo a partir de ese momento las
necesidades militares se impusieron sobre las de la vida
civil marcada por la Revolución Social de 1.936. Y también, a
diferencia del bando sublevado, era el gobierno quien tomaba las
decisiones pero siguiendo casi siempre las recomendaciones del Jefe del
Estado Mayor, el coronel y luego general Vicente Rojo, y de otros
militares leales. En cuanto a la ayuda extranjera la República, a causa de que Francia y
Gran Bretaña no acudieron en su ayuda y además impulsaron el pacto que
dio nacimiento al Comité de No Intervención, cuya prohibición de
suministrar armas a alguno de los bandos contendientes no fue cumplida
ni por Alemania ni por Italia, a pesar de haber firmado el acuerdo, la
República tuvo que adquirir el material bélico donde pudo, a menudo
recurriendo a los traficantes de armas que en ocasiones les vendieron
material anticuado o en muy mal estado a precios astronómicos. Esto le
hizo depender de los suministros que le proporcionó la Unión Soviética,
después de que Stalin superara sus dudas sobre la ayuda a los
republicanos españoles, cuyo material bélico, armas automáticas,
tanques y aviones, acompañado de instructores y consejeros militares
soviéticos, junto con las Brigadas Internacionales reclutadas por la
Internacional Comunista o Komintern, no comenzó a llegar hasta octubre
de 1.936 y luego las sucesivas entregas se interrumpieron en varias
ocasiones en función de la coyuntura internacional europea que
determinaron, por ejemplo, que el gobierno francés abriera o cerrara la
frontera, y del creciente bloqueo impuesto por la Armada sublevada en
los puertos republicanos.
2. Julio-octubre de 1.936: avance sobre Madrid y campaña de Guipúzcoa
Nada más conocerse el 17 de julio por la tarde que la sublevación
militar había triunfado en el Protectorado de Marruecos, el ministro de
Marina José Giral que dos días después acabaría presidiendo el
gobierno de la República tras la dimisión de Santiago Casares Quiroga y
del gobierno relámpago de Diego Martínez Barrio, ordenó que
varios barcos de guerra de la Marina se dirigieran al estrecho de
Gibraltar para que bloquearan las plazas de Ceuta, Larache y Melilla y
evitar así el paso a la península de las tropas coloniales. De la base
de Cartagena salieron los destructores Almirante Valdés, Lepanto y
Sánchez Barcáiztegui, con orden de navegar a máxima potencia hasta el
estrecho. Gracias a que las dotaciones de esos barcos se rebelaron
contra sus oficiales, que estaban comprometidos en el golpe, los
sublevados no pudieron disponer inicialmente del Ejército de África,
compuesto por la Legión Extranjera y los regulares tropas formadas
por marroquíes mandados por oficiales españoles. El mismo día 19 de julio en que fue sofocada la rebelión en Madrid,
salieron de la capital hacia la sierra de Guadarrama varias columnas
compuestas por milicianos y por tropas de las unidades militares que
habían sido disueltas por orden del gobierno para evitar que se pudieran
sumar a la sublevación. Allí consiguieron impedir que las columnas de
los sublevados enviadas por el general Mola desde Castilla y León y
desde Navarra consiguieran atravesar los puertos de montaña de la sierra
madrileña y llegar a la capital. El frente norte de Madrid quedó así
estabilizado hasta el final de la guerra. Esta primera campaña de la
Guerra Civil fue conocida con el nombre de batalla de
Guadarrama. Desde Barcelona, también una vez sofocada la rebelión, salieron varias
columnas formadas rápidamente por las organizaciones obreras y los
partidos de izquierda para dirigirse a Aragón. Junto con las columnas
del POUM y del PSUC y una de Esquerra Republicana de Catalunya que
salió desde Tarragona, el contingente más importante lo aportaron las
milicias confederales de las organizaciones anarquistas, CNT, FAI,
Juventudes Libertarias. La primera y más numerosa fue la columna
Durruti, así llamada porque estaba encabezada por el líder de la FAI
Buenaventura Durruti, que salió de Barcelona el día 24 en dirección a
Zaragoza. Las también anarquistas columna Ascaso y columna Los
Aguiluchos de la FAI salieron en dirección a Huesca. pero ninguna de
ellas consiguió alcanzar sus objetivos de liberar las tres capitales
aragonesas desde Valencia había salido hacia Teruel la columna de
Hierro, y el frente de Aragón quedó estabilizado, aunque los anarquistas
llevaron la revolución a la mitad oriental de Aragón donde crearon el
Consejo Regional de Defensa de Aragón. También desde la ciudad condal se organizó una expedición a las islas
Baleares, de las que solo Menorca continuaba republicana. La operación
iniciada el 8 de agosto al mando del capitán Bayo tuvo un éxito inicial
al conseguir ocupar una franja de la costa de Mallorca, pero el
desembarco de Mallorca acabó en un completo fracaso. Otro fracaso fue la
ofensiva de Córdoba, donde la situación estaba indecisa, lo que
constituyó una de las pocas iniciativas estratégicas republicanas. Fue
organizada desde Albacete por el general Miaja, cuyo jefe de Estado
Mayor era el teniente coronel José Asensio Torrado, pero el avance se
detuvo pronto el general Miaja situó su cuartel general en Montoro, y
los republicanos no pudieron reconquistar la Andalucía occidental, en
manos de los sublevados especialmente después de la llegada de las
primeras unidades procedentes del Protectorado de Marruecos. La situación de bloqueo en que se encontraba el Ejército de
África, la principal fuerza de combate con que contaban los
sublevados para tomar Madrid, una vez detenidas las columnas del general
Mola en la sierra de Guadarrama, se pudo superar gracias a la rápida
ayuda que recibieron los sublevados de la Alemania nazi y de la Italia
fascista. El 26 de julio llegaron a Marruecos los primeros veinte
aviones de transporte alemanes Junker, que se podían convertir
fácilmente en bombarderos, acompañados por cazas, y, cuatro días
después, el 30 de julio, los primeros nueve cazabombarderos italianos.
Con estos medios aéreos el general Franco, jefe de las fuerzas
sublevadas de Marruecos, pudo organizar un puente aéreo con la península
para transportar a los legionarios y a los regulares, y además conseguir
la superioridad aérea en el estrecho. Así pues, el 5 de agosto pudo
cruzarlo con una pequeña flota llamada por la propaganda de los
sublevados, Convoy de la Victoria. Sin embargo, el desbloqueo
completo del paso del estrecho no se produciría hasta más tarde, cuando
el gobierno republicano decidió transferir la mayoría de sus barcos de
guerra al Cantábrico, lo que según el historiador Michael Alpert
constituyó, quizás el mayor error de la Guerra Civil. Esta decisión
estuvo motivada, entre otras razones, por la negativa de Gran Bretaña,
que contaba con la flota naval de guerra más importante del
Mediterráneo, a que el gobierno republicano detuviera el tráfico neutral
dirigido al territorio enemigo, por lo que los buques de guerra
republicanos no podrían impedir que los barcos mercantes alemanes e
italianos desembarcaran material de guerra en los puertos de Ceuta,
Melilla, Cádiz, Algeciras o Sevilla, controlados por los
sublevados. El 1 de agosto el general Franco da la orden de que las columnas de
legionarios, moros regulares y voluntarios avancen en dirección norte
desde Sevilla para dirigirse a Madrid a través de Extremadura, teniendo
el flanco izquierdo protegido por la frontera de Portugal, cuyo régimen
salazarista apoyaba a los sublevados. Siguiendo esta ruta para llegar a
la capital se unirían las dos zonas controladas por los sublevados. Se
inicia así la Campaña de Extremadura. La llamada columna de la
muerte, a causa de la brutal represión que aplicó en las localidades
extremeñas que fue ocupando, y cuyo hecho más destacado fue la matanza
de Badajoz, avanzó rápidamente a un promedio de 24 kilómetros por día.
El 10 de agosto tomó Mérida y el 15 Badajoz, estableciendo a
continuación contacto con las fuerzas sublevadas del norte. El avance se
volvió entonces en dirección noreste para alcanzar el valle del Tajo y
el 2 de septiembre caía Talavera de la Reina, ya en la provincia de
Toledo. El rápido avance de los sublevados hacia Madrid, unido a la
noticia de la inminente caída de Irún con lo que el norte quedaría
completamente aislado del resto de la zona republicana, provocaron que
el presidente José Giral, sintiéndose falto de apoyos y de autoridad,
presentara la dimisión al presidente de la República Manuel Azaña. El 5
de septiembre se formaba un nuevo gobierno de unidad antifascista,
presidido por el socialista Francisco Largo Caballero, que asumió
personalmente la cartera de Guerra, con el objetivo prioritario de
organizar un ejército que pudiera detener el avance de los sublevados y
ganar la guerra. La rapidez con que cayeron una tras otra las poblaciones en el avance
por Extremadura y el Tajo se debió fundamentalmente a que el Ejército de
África estaba integrado por las tropas mejor entrenadas y curtidas en
combate, legionarios y regulares, quizá las únicas verdaderamente
profesionales en los primeros caóticos meses de guerra. En cambio las
fuerzas republicanas estaban integradas en su mayoría por milicianos a
los que les faltaba adiestramiento militar. Eran indisciplinadas y
tendían a huir, presas del pánico, abandonando las armas, las cuales
constituían fusiles y piezas sueltas de artillería, dado que el
desbarajuste originado en la capital por la sublevación no permitía una
adecuada planificación militar. En julio y agosto se perdió mucho
material militar. En contraste, los sublevados se armaban cada vez más
con material extranjero, aparte del que tomaban al enemigo. Además los
milicianos, cuya inmensa mayoría procedía de las organizaciones obreras
y los partidos de izquierda, desconfiaban de los militares profesionales
que pretendían mandarlos y por motivos ideológicos rechazaban la
disciplina y la organización militar, a excepción de los comunistas que
propugnaban la completa militarización de las milicias y la creación de
un Ejército Popular siguiendo el modelo del Quinto Regimiento organizado
por ellos. El 21 de septiembre el Ejército de África tomaba la ciudad de Maqueda,
a tan solo 100 kilómetros de Madrid. Ese mismo día se reunían los
generales sublevados en una finca de los alrededores de Salamanca para
nombrar al general Franco como mando único y supremo de las fuerzas
sublevadas. Una semana después volverían a reunirse para dilucidar el
mando político. En ese intervalo de tiempo, el general Franco decidió
desviar hacia Toledo las columnas que avanzaban hacia Madrid para
levantar el asedio del Alcázar de Toledo, donde guardias civiles y
algunos pocos cadetes de la Academia de Infantería al mando de su
director, el coronel José Moscardó, llevaban dos meses resistiendo los
ataques republicanos. Esta decisión, que según algunos historiadores
hizo perder a los sublevados la posibilidad de tomar Madrid antes de que
se organizase su defensa, ha suscitado un debate entre los
historiadores. Para una buena parte de ellos fue una decisión más
política que militar, pues afianzó el prestigio del general Franco ante
sus compañeros cuando se estaba discutiendo ya el mando único
político. El Alcázar encerraba un tesoro de legitimidad simbólica -
academia militar, los sitiados resistían en medio de las ruinas, con los
muros de la poderosa fábrica medio destruidos, refugiados en los
sótanos. Con su liberación, Franco recibió un enorme capital político -
el Alcázar era el símbolo de la salvación de España que, como una
mártir, resucitaba del sepulcro al que la habían conducido sus enemigos.
Además tuvo un enorme valor propagandístico para la causa de los
sublevados. Del Alcázar se hizo posteriormente un mito por los
franquistas, cuyos principales extremos - el episodio de los diálogos de
Moscardó y su hijo en manos de los asediadores, por ejemplo - están hoy
absolutamente desacreditados. Sin embargo algunos historiadores afirman
que también tuvo una motivación militar. Parece convincente la
explicación usual - el compañerismo militar y el valor
propagandístico de rescatar a los asediados en el Alcázar imponían
levantar el asedio cuanto antes. Es posible que hubiera motivos
políticos, no separados de la ambición de Franco de ser generalísimo y
jefe civil, que impusieran ese gesto heroico. Ahora bien, el hecho de
tomar primero Toledo podía justificarse militarmente - asegurar esta
ciudad permitiría atacar Madrid desde el sur y el este, protegiendo los
flancos por el Tajo y contando con dos carreteras de primera categoría
en lugar de una. El mismo día que era levantado el asedio, el 28 de
septiembre, el general Franco era nombrado por sus compañeros de
sublevación no solo Generalísimo de las fuerzas nacionales de
tierra, mar y aire, sino también Jefe del Gobierno del Estado
Español, mientras dure la guerra. El día 8 de octubre, el Ejército de África alcanzó San Martín de
Valdeiglesias, a unos cuarenta kilómetros de Madrid, donde tomó contacto
con las fuerzas sublevadas del norte al mando del general Emilio Mola,
que acababa de finalizar la campaña de Guipúzcoa tras tomar Irún, el 5
de septiembre y San Sebastián el 13 de septiembre, quedando el norte
republicano rodeado por tierra por los nacionalistas. Así pues, a
principios de octubre, las fuerzas sublevadas se habían desplegado en un
semicírculo alrededor de Madrid que partía de Toledo al sur y alcanzaba
el noroeste a unos diez kilómetros al norte de El Escorial, y que se
encontraba entre 40 y 55 kilómetros de la capital. Aunque las fuerzas
republicanas opusieron mayor resistencia gracias a la reorganización
militar emprendida por el gobierno Largo Caballero, con la
formación de las Brigadas Mixtas al mando en su mayoría de militares de
carrera y en las que fueron encuadradas las milicias, una militarización
acompañada de la creación de la figura de los comisarios políticos, las
fuerzas nacionales fueron estrechando el semicírculo que
atenazaba la capital mientras que en el norte el 17 de octubre
rompían el cerco de Oviedo, y a principios de noviembre llegaron a los
barrios del sur de Madrid. El ataque a Madrid marcó el final del
primer periodo de la guerra.
3. Noviembre de 1.936-marzo de 1.937, la batalla de Madrid y la toma de Málaga
El 6 de noviembre cuando parecía que el ejército sublevado estaba a
punto de entrar en Madrid, el gobierno de Largo Caballero decidió
trasladarse a Valencia, encomendando la defensa de la ciudad al
general Miaja que debería formar una Junta de Defensa de
Madrid. Una salida precipitada, mantenida en sigilo, sobre la que
no se dio explicación pública alguna. Quienes se quedaron en
Madrid no pudieron interpretar estos hechos
sino como una vergonzosa huida... sobre todo porque los madrileños
fueron capaces de organizar su defensa. Dos días después comenzó la
batalla de Madrid. Dado que las fuerzas de los nacionales no eran superiores a las
fuerzas republicanas que defendían Madrid unos 23.000
efectivos, la ofensiva en la capital tendría que ser rápida y en un
frente muy estrecho. Una columna atravesaría el río Manzanares al
norte del Puente de los Franceses y avanzaría por la Ciudad
Universitaria de Madrid para luego bajar por el Paseo de la
Castellana. Otra columna cruzaría el Parque del Oeste para seguir
por los bulevares y llegar a la plaza de Colón. Y una tercera
cruzaría el barrio de Rosales para alcanzar la Plaza de España y la
calle Princesa. Para apoyar este avance se consideraba fundamental
tomar el cerro de Garabitas en la Casa de Campo donde se podía
situar la artillería y desde allí bombardear la ciudad. El éxito de
la operación dependía de que los republicanos creyeran que el ataque
se produciría por el sur y concentraran allí sus fuerzas, pero en la
noche de 7 al 8 de noviembre, precisamente en el momento que iba
comenzar la batalla de Madrid, el teniente coronel Vicente Rojo,
jefe del Estado Mayor de la defensa de Madrid, conoció los planes de
los atacantes gracias a los papeles encontrados en el cadáver de un
oficial muerto del ejército sublevado. Entre los días 8 y 11 de noviembre se produjeron violentos combates
en la Casa de Campo. El día 13 los nacionales ocupaban el cerro de
Garabitas y dos días después lograban cruzar el río Manzanares
adentrándose en la Ciudad Universitaria. Pero de allí no pudieron
pasar gracias a la resistencia que presentaron las fuerzas
republicanas, reforzadas por la llegada de las primeras Brigadas
Internacionales, de unidades de tanques soviéticos T-26 cuya
primera intervención se había producido en la batalla de Seseña, y
de 132 aviones rusos, Moscas y Chatos, que disputaron
la superioridad aérea a los 117 aviones de la Legión Cóndor alemana.
El 23 de noviembre, el general Franco desistió de continuar el
infructuoso ataque frontal a la capital y el frente quedó ese día
estabilizado. La resistencia de Madrid cambió el signo de la guerra. Ya no sería un
conflicto de rápidos movimientos envolventes, sino de batallas a gran
escala, de maniobras tácticas para alcanzar objetivos estratégicos, en
las que unos cuantos centenares de metros de terreno tendrían
significado y cuyo modelo sería la guerra de 1.914-1.918, más que las
campañas coloniales, única forma de guerra que los españoles conocían
de modo directo. Al fracasar el ataque frontal los nacionales
decidieron envolver Madrid por el noroeste concentrando sus fuerzas
para cortar la carretera de La Coruña e intentar penetrar por allí en
Madrid. En el primer intento que tuvo lugar a finales de
noviembre, primera batalla de la carretera de La Coruña, solo
consiguieron avanzar tres de los siete kilómetros previstos, quedando
detenido el ataque. El segundo intento tuvo lugar en
diciembre segunda batalla de la carretera de La Coruña, y también
resultó un fracaso. El tercer y último intento la conocida como
tercera batalla de la carretera de La Coruña, tuvo lugar a principios
de enero de 1937, y constituyó la primera batalla importante de
la Guerra Civil en campo abierto. Los nacionales organizaron un
importante ejército, llamado División Reforzada de Madrid, que contaba
con tanques italianos, baterías antitanque para contrarrestar los T-26
soviéticos y artillería pesada. Frente a ella los republicanos
desplegaron un ejército compuesto de cinco divisiones, cada una con
tres brigadas, aunque algunas no estaban completas y muy pocas estaban
mandadas por oficiales de infantería de carrera para mandar las
cinco divisiones se tuvo que recurrir a dos oficiales retirados por la
ley Azaña de 1.931, a dos oficiales provenientes de las fuerzas de
seguridad, y a un miliciano, el comunista Juan Modesto. Entre los días
6 y 9 de enero, la División Reforzada atacó hacia el norte y luego
giró al este al llegar a la carretera de La Coruña, pero las fuerzas
republicanas resistieron y los nacionales, tuvieron que desistir
en su avance. Fracasado el intento de envolver Madrid por el
noroeste, los nacionales lo intentan por el sureste avanzando hacia el
río Jarama para cortar la vital carretera de Valencia, por donde
llegaban a Madrid la mayoría de sus suministros. La batalla del Jarama
se inició el 4 de febrero, con el ataque por unidades de la Legión
Española y fuerzas regulares marroquíes, apoyadas por carros de
combate, a las posiciones republicanas. El 11 de febrero, tomaban el
puente de Pindoque defendido por la compañía André Marty, de la
XII Brigada Internacional que tuvo 86 muertos. Los nacionales
prosiguieron su avance pero las fuerzas republicanas apoyadas por
unidades de tanques soviéticos dirigidos por el
general Pablo, el general Rodímtsev, y el dominio del aire
de la aviación republicana gracias a los Chatos, les obligó a
detenerse y renunciar a alcanzar la línea Arganda -Morata de Tajuña.
Sin embargo los republicanos no pudieron recuperar el terreno perdido
y el frente quedó estabilizado el 23 de febrero, de 1.937. Fue el
final de la batalla del Jarama. Mientras se iniciaba la batalla
del Jarama, se producía la toma de Málaga por los nacionales el 8 de
febrero de 1.937, gracias especialmente a la intervención de las
unidades motorizadas de la división de milicias fascistas
italianas, que había comenzado a llegar a España dos meses antes
enviada por Mussolini, imbuido de la idea de que el soldado fascista
era muy superior al combatiente rojo. El ataque había comenzado
el 14 de enero de 1.937, avanzando desde Ronda por el norte, siguiendo
la carretera costera avanzando hacia Marbella por el oeste con el
apoyo de los dos modernos cruceros Baleares y Canarias que
bombardeaban desde el mar y contra los que poco podían hacer los
destructores y los más viejos y peor armados cruceros republicanos, y
desde Granada hasta Alhama por el noreste. Aunque las milicias
republicanas consiguieron contener el ataque tierra adentro, el día 5
de febrero, convergieron varias columnas sobre Málaga encabezadas por
las fuerzas italianas. Esto obligó a retirarse a las milicias a la
capital pero allí faltas de mandos, de fortificaciones para la defensa
y del apoyo de la flota republicana no tuvieron más remedio que
emprender la huida hacia el este por la carretera costera de Málaga y
Almería, acompañadas de miles de civiles mientras eran ametrallados y
bombardeados por la aviación italiana y los barcos de guerra de los
sublevados. A los pocos días los nacionales llegaban a Motril haciendo
numerosos prisioneros y obteniendo grandes cantidades de material. Una
falta de energía moral, señaló el comienzo de la decepción de los
comunistas con respecto a la actuación de Largo Caballero como Jefe de
Gobierno y ministro de la Guerra. Las salpicaduras llegaron a los
mandos que Largo había nombrado, los cuales fueron procesados como
resultado de las investigaciones llevadas a cabo después del
desastre. El tercer y último intento de envolver Madrid fue una
iniciativa del Corpo di Truppe Volontarie, CTV fascista italiano,
a la que accedió el Generalísimo, Franco, y que dio lugar a la
batalla de Guadalajara. La idea italiana de la ofensiva era atacar
Madrid desde el noreste dirigiéndose a Guadalajara y una vez tomada
esta ciudad cortar la carretera de Valencia y entrar en la capital.
Para esta operación, en la que se seguiría la táctica de lo que los
generales italianos llamaban guerra relámpago, las
previsiones eran que en una semana, entre el 8 y el 15 de marzo de
1.937, Madrid sería conquistada, se desplegaron buena parte de los de
los 48.000 efectivos con que contaba entonces el CTV, integrados
en cuatro divisiones con 4.000 vehículos, 542 cañones y 248
aviones. El día 8 de marzo comenzó el ataque y en la noche del 9
al 10 de marzo, la 3.ª División italiana tomaba Brihuega y el día 11
Trijueque, encontrando una fuerte resistencia de las fuerzas
republicanas, entre las que se encontraban la XI y la XII Brigadas
Internacionales de las que formaba parte el batallón Garibaldi
integrado por italianos antifascistas, apoyadas por las unidades de
tanques soviéticos y por la aviación, y ayudadas por el mal
tiempo los suelos embarrados por la lluvia dificultaba el avance
de los vehículos e impedía el despegue de los aviones de los campos
encharcados, mientras que los aviones republicanos sí disponían de
campos de aviación utilizables. El 12 de marzo, las tropas
republicanas lanzaron una contraofensiva que hizo huir desmoralizada a
la 3.ª División italiana y permitió recuperar en los días siguientes
Trijueque y Brihuega, apoderándose de material abandonado por los
italianos. El día 19 de marzo las fuerzas republicanas detuvieron su
avance y organizaron líneas de defensa. El 23 de marzo terminó la
batalla de Guadalajara que la prensa internacional liberal y de
izquierdas llamó la primera victoria contra el fascismo,
destacando el hecho de que muchos legionari, del CTV habían sido
capturados por los garibaldini, de las Brigadas
Internacionales.
Con la ayuda rusa la República había podido responder a la
amenaza que suponía la llegada de armamento desde Italia y Alemania para
el bando nacional. El Ejército Popular ya no consistía en bandas sueltas
de milicianos con improvisados mandos. Había demostrado saber retirarse
a fortificaciones preparadas, resistiendo con pequeñas retaguardias a la
espera de refuerzos. Responder a esta técnica iba a exigir otras
capacidades de las que poseía el CTV.
4. Marzo-noviembre de 1.937, la campaña del Norte y las batallas de
Brunete y Belchite
La batalla de Guadalajara fue el último intento del bando sublevado
de tomar Madrid y solo una semana después de su final se inició la
Campaña del Norte, el ataque de las fuerzas sublevadas contra la
franja cantábrica que permanecía fiel a la República pero que estaba
aislada por tierra del resto de la zona republicana. El objetivo de
los nacionales era controlar sus importantes recursos
mineros e industriales especialmente las siderurgias y las
fábricas de armas, además de que su conquista permitiría trasladar la
flota sublevada al Mediterráneo para intentar detener el tráfico
marítimo que se dirigía a los puertos republicanos. La ofensiva de las
fuerzas sublevadas al mando del general Mola, unos 28.000
efectivos, incluidos los de las unidades del CTV italiano, apoyados
por 140 aviones italianos y alemanes de la Legión Cóndor, se inició el
31 de marzo de 1.937, desde las posiciones alcanzadas en octubre de
1.936, en la campaña de Guipúzcoa, que se situaban a unos 35
kilómetros al oeste de San Sebastián, sobre las defensas de Vizcaya
que había organizado el gobierno vasco presidido por José Antonio
Aguirre desde octubre de 1.936, tras haber aprobado las Cortes
republicanas el Estatuto de Autonomía del País Vasco. El Ejército
Vasco reclutado por Aguirre rechazaba la autoridad del general
Francisco Llano de la Encomienda que era el jefe del Ejército del
Norte, que teóricamente agrupaba a todas las fuerzas de Vizcaya,
Santander y Asturias, y actuaba de forma independiente en él no
existía la figura del comisario político y tenía pocos mandos
profesionales. En la primera ofensiva de la campaña de Vizcaya las
fuerzas nacionales, aunque contaban con la superioridad naval y
aérea el grueso de la flota republicana se encontraba en el
Mediterráneo y solo había un pequeño número de cazas soviéticos,
avanzaron relativamente poco debido a la fuerte resistencia que
encontraron y a las malas condiciones meteorológicas. La segunda
ofensiva iniciada el 20 de abril tuvo más éxito alcanzando cinco días
después la línea Guernica - Durango. El día 26 de abril, tras haber
bombardeado Jaén y Durango los días anteriores, se produjo el
bombardeo de Guernica por aviones alemanes de la Legión Cóndor y
aviones italianos del CTV causando muchas víctimas civiles y una
enorme destrucción porque además de las bombas convencionales
utilizaron bombas incendiarias. Tres días después las
fuerzas nacionales ocupaban la ciudad y el día 30 de abril
llegaban a Bermeo.
Entonces ambos ejércitos se
reorganizaron el lehendakari Aguirre en persona
asumió el mando supremo del ejército vasco, para atacar y defender
respectivamente el conjunto de las fortificaciones alrededor de
Bilbao, el llamado Cinturón de Hierro, que sin embargo había
perdido gran parte de su utilidad porque el ingeniero que las había
diseñado, Alejandro Goicoechea, se había pasado al bando sublevado con
los planos de las mismas. Gracias a ellos, los nacionales,
pudieron penetrar por sus puntos débiles mientras la ciudad de Bilbao
era bombardeada por la artillería pesada y por la aviación. Finalmente
Bilbao cayó el 16 de junio, sin que el gobierno de Valencia, presidido
desde el 17 de mayo, por el socialista Juan Negrín tras superar la
crisis republicana de los sucesos de mayo de 1.937, hubiera
podido organizar algún ataque en otros frentes que hubiera dificultado
la gran concentración de medios terrestres y aéreos desplegada por
los nacionales en la Campaña de Vizcaya. Por fin a principios de julio las fuerzas republicanas lanzaron una
ofensiva en el frente de Madrid para aliviar la presión del
ejército nacionalista, en el norte. Así el 6 de julio comienza la
batalla de Brunete, llamada así porque la lucha por la conquista de
ese pueblo situado al oeste de Madrid por los republicanos que
pretendía seguir después en dirección sureste para encontrarse con las
otras fuerzas gubernamentales que avanzarían desde el sur de la
capital, lo que de tener éxito obligaría a
los nacionales a ordenar un repliegue general de sus
fuerzas si no querían verse cercados, se convirtió en el elemento
central de los combates. El ataque hacia Brunete fue lanzado por el
reorganizado V Cuerpo de Ejército republicano al mando del comandante
de milicias Juan Modesto apoyado por unidades de tanques T-26
soviéticos que ocupó la localidad casi sin resistencia, pero el
general Franco reaccionó rápidamente y envió unidades de la Legión y
de Regulares más las brigadas de Navarra y unos 150 aviones italianos
y alemanes retirados del frente del norte, deteniéndose así el ataque
hacia Santander. Esto permitió a las fuerzas nacionales realizar el
contraataque. Empezó así una batalla de desgaste bajo el tremendo
sol veraniego, sin sombra ni agua, que terminó arrojando un saldo de
40.000 bajas. La dura batalla concluyó el 26 de julio, por puro
agotamiento. El Ejército Popular Republicano había retenido
importantes sectores del territorio que había conquistado... aunque
perdió Brunete. La batalla de Brunete coincidía con el aniversario del
principio de la guerra. A partir de unas cuantas columnas sublevadas
que luchaban contra milicias improvisadas se habían formado dos
ejércitos con un considerable apoyo de artillería y aviación.
Terminada la batalla de Brunete las fuerzas nacionales se
reorganizaron y reanudaron la Campaña del Norte atacando Santander
desde el sur por el puerto de montaña de Reinosa y desde el este
siguiendo la costa. La batalla de Santander comenzó el 14 de agosto
con el ataque a Reinosa que fue ocupada solo dos días después y cuya
fábrica de armamento no fue destruida por los republicanos en su
retirada en desbandada. La resistencia republicana en la costa también
se desplomó rápidamente ante el avance de las unidades del CTV
italiano gracias especialmente a la superioridad aérea los
republicanos no pudieron enviar aviación a aquella zona debido a la
lejanía de las bases, cuyos continuos bombardeos destrozaron y
desmoralizaron a las fuerzas republicanas mandadas por el general
Mariano Gamir Ulibarri nombrado el 6 de agosto. El 24 de agosto, solo
diez días después de iniciada la ofensiva, la ciudad de
Santander donde escaseaban los víveres y el combustible debido al
bloqueo naval de la armada sublevada, fue ocupada después de que las
fuerzas de orden público, una vez evacuados los mandos, izaron bandera
blanca. La historia de la campaña de Santander es la de un
continuo avance, con ocasionales y breves resistencias. Fueron muchos
los prisioneros y los que se "pasaron", lo que daba fe del estado de
desmoralización de las filas republicanas. La segunda ofensiva republicana para aliviar la presión de
los nacionales, en el Norte llegó tarde pues comenzó el mismo día
de la caída de Santander. Esta vez se desarrolló en el frente de
Aragón, que se mantenía prácticamente inalterado desde el inicio de la
guerra cuando las columnas de milicias confederales anarquistas y del
POUM salieron de Cataluña y ocuparon la mitad oriental de
Aragón donde crearon un ente casi independiente llamado Consejo
de Aragón, aunque no consiguieron su objetivo de conquistar Zaragoza,
y que tras los sucesos de mayo de 1.937, habían sido incorporadas
a las unidades regulares del Ejército del Este. El 24 de agosto,
comenzó la ofensiva de Zaragoza cuyo propósito era romper el frente y
alcanzar la capital aragonesa, lo que obligaría al general Franco a
suspender su ofensiva del Norte. Al norte del Ebro combatían las
divisiones anarquistas y al sur las comunistas dirigidas por Enrique
Líster y los dos generales
internacionales Walter y Kleber. Después de la toma de
los pueblos de Codo y Quinto cercaron Belchite el día 26, dando inicio
a la batalla de Belchite el hecho bélico más destacado de la campaña.
Los nacionales, que defendían el pueblo resistieron
encarnizadamente hasta el 3 de septiembre. Cuatro días antes los "
nacionales ", habían iniciado la contraofensiva que al norte del Ebro
hizo retroceder a las divisiones anarquistas y al sur en Fuentes de
Ebro, un pueblo situado a 26 kilómetros de Zaragoza, consiguió
derrotar a las unidades de tanques soviéticos BT y a la XV Brigada
Internacional. Aunque Belchite permaneció en manos de los republicanos los dos
objetivos de la ofensiva de Zaragoza no se consiguieron, ni se tomó la
capital aragonesa ni se detuvo el avance nacionalista, en el
frente norte. Tras la ocupación de Santander se inició el 1 de
septiembre, la ofensiva de Asturias por la costa y por el interior
para poner fin al último territorio de la franja norte republicana.
Unos días antes se había formado en Gijón Oviedo continuaba
ocupada por los nacionalistas, desde el inicio de la guerra, el
Consejo Soberano de Asturias y León bajo la presidencia del socialista
Belarmino Tomás, uno de los antiguos dirigentes de la Revolución de
Asturias de octubre de 1.934, que intentó organizar la defensa, pero
su situación era tan difícil como la de Santander. Los asturianos no
tenían apoyo naval solo disponían del destructor Císcar, ni apoyo
aéreo los pocos aviones con que contaban eran muy inferiores a
los de los atacantes, y estaban sometidos al bloqueo naval de la
armada sublevada lo que había provocado problemas de abastecimientos
civiles y militares agravados por la presencia de unos 300.000
refugiados procedentes de otras zonas ocupadas por las
tropas nacionales. Así pues la resistencia al
avance nacionalista, fue muy difícil de mantener por la carencia
de material y alimentos y por el abandono de la zona desde aire y mar
y la desmoralización de las tropas dio lugar a retiradas desordenadas
a causa del pánico. Sin embargo hasta el 20 de octubre, no fue tomado
Gijón, el último reducto de la Asturias republicana y de todo el
norte. La mayoría de los prisioneros del Frente Norte fueron recluidos
en el campo de Miranda de Ebro.
Las consecuencias de la victoria nacionalista, en la Campaña del
Norte fueron muy importantes para el curso de la guerra. Franco
pudo concentrar todas sus fuerzas en el centro de España y en el
Mediterráneo, y obtuvo el beneficio de una industria no destruida. La
victoria restableció el orgullo de Mussolini perdido por la derrota de
la batalla de Guadalajara, que en adelante cooperaría de buena gana
con Franco. La opinión internacional juzgaba que, una vez perdido el
norte, la victoria era cuestión de tiempo. En noviembre de 1.937 el gobierno republicano de Juan Negrín decidió
trasladarse de Valencia a Barcelona donde desde noviembre de
1.936 ya se encontraba el presidente de la República Manuel
Azaña para poner en pleno rendimiento la industria de
guerra catalana, que en los meses siguientes quedó bajo la
autoridad directa del gobierno de la República, para que supliera la
pérdida de las importantes fábricas de armamento de Vizcaya, Cantabria
y Asturias, y también para asentar definitivamente la autoridad
del gobierno en Cataluña, lo que relegó al gobierno de la Generalidad
de Lluís Companys a un papel secundario.
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