1. Holocausto
En Historia, se identifica con el nombre de Holocausto, también
conocido en hebreo como Shoá, traducido como La Catástrofe a lo que
técnicamente también se conoce, según la terminología nazi, como solución
final en alemán, Endlösung de la cuestión judía, es decir, el
genocidio en el que aproximadamente seis millones de judíos fueron
asesinados por el régimen nazi, bajo el mando de Adolf Hitler, y sus
colaboradores. Los asesinatos tuvieron lugar a lo largo de toda la Alemania
nazi y los territorios ocupados por los alemanes, que se extendían por la
mayor parte de Europa. Entre los métodos utilizados estuvieron la
asfixia por gas venenoso, los disparos, el ahorcamiento, los trabajos
forzados, el hambre, los experimentos pseudocientíficos, la tortura médica y
los golpes.
Indicé |
La decisión nazi de llevar a la práctica el genocidio fue tomada entre
finales del verano y principios del otoño de 1.941 y el programa
genocida alcanzó su punto culminante en la primavera de 1.942, desde
finales de 1.942, las víctimas eran transportadas regularmente en trenes
de carga, especialmente conducidos a campos de exterminio donde, si
sobrevivían al viaje, la mayoría eran asesinados sistemáticamente en las
cámaras de gas. A cargo de su planificación, organización
administrativa y supervisión estuvo Heinrich Himmler. Por lo demás,
fue la repetida retórica antisemita de Adolf Hitler la que incentivó la
ejecución de las matanzas, que además contaron directamente con su
aprobación. De esta forma, entre 1.941 y 1.945, la población judía de
Europa fue perseguida y asesinada sistemáticamente, en el mayor genocidio
del siglo XX. Sin embargo, este exterminio no se limitó sólo a los judíos,
sino que los actos de opresión y asesinato se extendieron a otros grupos
étnicos y políticos. Cada brazo del aparato del Estado alemán
participó en la logística del genocidio, convirtiendo al Tercer Reich en
un Estado genocida. Las víctimas no judías de los nazis incluyeron a
millones de polacos, comunistas y otros sectores de la izquierda política,
homosexuales, gitanos, discapacitados físicos y mentales y prisioneros de
guerra soviéticos. En total, un mínimo de once millones de personas
murieron, de ellas, un millón habrían sido niños. De los
aproximadamente nueve millones de judíos residentes en Europa antes del
Holocausto, aproximadamente dos tercios fueron asesinados. La
maquinaria del Holocausto tenía una red de aproximadamente 42.500
instalaciones por toda Europa para confinar y matar a sus víctimas y contó
con la participación directa de entre 100.000 y 500.000 personas para su
planificación y ejecución.
Por otro lado, a lo largo del Holocausto se produjeron episodios de resistencia armada contra los nazis. El ejemplo más notable fue el Levantamiento del Gueto de Varsovia de 1.943, cuando miles de combatientes judíos mal armados se enfrentaron durante cuatro semanas a las SS. Se estima que entre 20.000 y 30.000 judíos participaron en Europa del Este en los movimientos partisanos creados durante la Segunda Guerra Mundial en los países ocupados por Alemania, que contaron con millones de guerrilleros. Los judíos franceses también tuvieron gran actividad en la Resistencia francesa. En total, se produjeron alrededor de un centenar de levantamientos judíos armados. La Unión Europea sancionó una ley que entró en vigor a finales de 2.007 penando el negacionismo del Holocausto y de todos los demás crímenes nazis; además, creó en 2010 la base de datos Infraestructura europea para la investigación del Holocausto EHRI, destinada a reunir y unificar toda la documentación y archivos que conciernen al genocidio. Por otro lado la ONU rinde homenaje a las víctimas del Holocausto desde 2.005, habiendo fijado el 27 de enero como Día Internacional de la Memoria de las Víctimas del Holocausto, dado que ese día de 1.945, el Ejército Rojo liberó el campo de concentración de Auschwitz.
Por otro lado, a lo largo del Holocausto se produjeron episodios de resistencia armada contra los nazis. El ejemplo más notable fue el Levantamiento del Gueto de Varsovia de 1.943, cuando miles de combatientes judíos mal armados se enfrentaron durante cuatro semanas a las SS. Se estima que entre 20.000 y 30.000 judíos participaron en Europa del Este en los movimientos partisanos creados durante la Segunda Guerra Mundial en los países ocupados por Alemania, que contaron con millones de guerrilleros. Los judíos franceses también tuvieron gran actividad en la Resistencia francesa. En total, se produjeron alrededor de un centenar de levantamientos judíos armados. La Unión Europea sancionó una ley que entró en vigor a finales de 2.007 penando el negacionismo del Holocausto y de todos los demás crímenes nazis; además, creó en 2010 la base de datos Infraestructura europea para la investigación del Holocausto EHRI, destinada a reunir y unificar toda la documentación y archivos que conciernen al genocidio. Por otro lado la ONU rinde homenaje a las víctimas del Holocausto desde 2.005, habiendo fijado el 27 de enero como Día Internacional de la Memoria de las Víctimas del Holocausto, dado que ese día de 1.945, el Ejército Rojo liberó el campo de concentración de Auschwitz.
Los primeros en usar el término Holocausto fueron los historiadores
judíos de finales de la década de 1.950; la generalización de
dicho término se produjo a finales de los años sesenta. La palabra holocausto proviene de la traducción griega
del texto masrético conocida como Versión de los setenta, en la que el término olokaustos, traduce una
palabra hebrea que se refiere a un sacrificio consumido por el
fuego.También se utiliza para nombrarlo el
término Shoá, término proveniente del hebreo y
cuyo significado es catástrofe. La palabra forma parte de la
expresión Yom ha-Sho'ah, con la que se nombra
en Israel al día oficial de la Memoria del
Holocausto. En yidis para referirse al Holocausto se emplea la
expresión hurb'n eiropa, y ella posee el significado de
Destrucción de las comunidades judías de Europa, incluyendo esto
también la cultura de las mismas.
En cuanto a la historia del uso del término holocausto, desde el
siglo XVI se empleó la expresión holocaust en el idioma
inglés para catástrofes extraordinarias de incendios con gran cifra
de víctimas. En el siglo XVIII la palabra adquiere un significado
más general de muerte violenta de gran número de
personas. Antes del genocidio judío perpetrado por los nazis,
Winston Churchill usó la expresión holocaust en su
publicación. El mundo en crisis en referencia
al genocidio armenio en Turquía. En relación al uso de la palabra holocausto para
referirse al genocidio de aproximadamente seis millones
de judíos europeos durante la Segunda Guerra
Mundial, en la entrada Holocaust de la Encyclopaedia
Britannica (2.007), la definición es la siguiente:
la matanza sistemática, patrocinada por el Estado, de seis
millones de hombres, mujeres y niños judíos, y millones de otros,
perpetrada por la Alemania Nazi y sus colaboradores durante la
Segunda Guerra Mundial. Los alemanes la llamaron la solución final
para la cuestión judía.
La persecución y el asesinato de los judíos no se desarrollaron
exclusivamente en Alemania o en los distintos campos de
exterminio, sino que también tuvieron lugar en Rusia, Europa
Oriental y la península balcánica, donde los alemanes y sus
colaboradores austriacos, lituanos, letones, ucranianos,
húngaros, rumanos, croatas y otros llevaron a cabo múltiples
matanzas de judíos en fosas, bosques, barrancos y
trincheras.
2. La cuestión organizativa y el papel de HitlerLa historiografía sobre el nazismo y el Holocausto ha discutido desde siempre el grado de diseño u organización previa con la que se llevó a cabo el genocidio y, asimismo, el grado de implicación de Hitler, tanto en lo que se refiere a si hubo una orden directa y explícita del mismo para que se iniciase, como en si hubo respaldos explícitos por su parte durante su ejecución.
La imperfección de las fuentes, que en buena medida es un reflejo del secretismo de las operaciones de asesinato y de la deliberada falta de claridad en el lenguaje empleado para referirse a ellas, ha llevado a los historiadores a extraer conclusiones muy diversas, aun a partir de las mismas evidencias, en cuanto al momento y la naturaleza de la decisión o decisiones de exterminar a los judíos.
La Solución Final, tal y como surgió, era una unidad dentro de un número concreto de programas organizativamente distintos, uno de los cuales, surgiendo de las condiciones específicas del Warthegau y permaneciendo en todo momento bajo la dirección del mando de la provincia más que bajo el control central de la oficina principal de la Seguridad del Reich, fue el programa de exterminio de Chelmno. En cuanto al grado de responsabilidad directa de Hitler, Adolf Eichmann recordó, años después de terminada la guerra, que Heydrich le había comunicado que tenía una orden de Hitler para exterminar físicamente a los judíos. En esta línea, hasta la década de 1.970, se aceptaba que la solución final se había puesto en marcha a partir de una orden directa de Hitler. Sin embargo, en 1.977, el historiador Martin Broszat dio un giro a esta visión de los hechos notando que Hitler no había dado ninguna orden exhaustiva de exterminio general, sino que habían sido los problemas para aplicar la deportación general, tras la invasión de la URSS, los que habían llevado a los dirigentes nazis a iniciar los asesinatos en masa de judíos en las regiones que estuviesen bajo su mandato. Solo retrospectivamente, esos asesinatos habrían sido notados por la dirección nazi y reconvertidos en un programa de exterminio más general y concienzudo. En concreto,
el programa de exterminio de los judíos se desarrolló gradualmente de un modo institucional y fue puesto en práctica mediante acciones individuales hasta principios de 1.942, para adquirir un carácter definitivo después de la construcción de los campos de exterminio en Polonia, entre diciembre de 1.941 y julio de 1.942.
Esta línea de interpretación sería respaldada desde 1.983, por otro historiador, Hans Mommsen, quien ha insistido en la idea de que la Solución Final surgió a partir de los fragmentados procesos de toma de decisiones del nazismo, los cuales permitirían las iniciativas particulares al respecto y la acumulación de la radicalización de las mismas. Para él, está claro que Hitler conocía y aprobaba todo lo que sucedía, pero la improbabilidad de que pudiese haber una orden formal suya en relación al genocidio se compadece perfectamente con sus intentos explícitos de ocultar su responsabilidad personal y, subconscientemente, de suprimir la realidad circundante. Con todo, ha habido historiadores, como Christopher R. Browning, que han mantenido la idea de una decisión concreta de Hitler, que habría tenido lugar durante el verano de 1.941, y cuyo reflejo habría sido la orden de Göring a Heydrich por la que le instaba a preparar una solución total a la cuestión judía, otros historiadores, como Philippe Burrin, no veían detrás de este mandato la orden de Hitler. La aprobación del plan de exterminio por parte de Hitler habría ocurrido a finales de octubre o noviembre de ese año, una vez paralizada la invasión a la URSS. Otras hipótesis al respecto han apuntado a enero de 1.941, como fecha para una decisión de Hitler de exterminar a los judíos Richard Breitman; a agosto de 1941, justo al conocerse la declaración de la Carta del Atlántico firmada por Roosevelt y Churchill Tobías Jersak; a diciembre de ese mismo año Christian Gerlach; e, incluso, a junio de 1.942, justo después del asesinato de Reinhard Heydrich en Praga Florent Brayard. Son seguras, sin embargo, sus declaraciones justificativas del genocidio, especialmente concentradas durante los primeros meses de 1942, y con referencias directas que demuestran su conocimiento del mismo. En las dos últimas décadas, y dado que además de que no se ha encontrado ninguna orden de Hitler relacionada con el Holocausto, parece improbable que Hitler diera una orden única y explícita para ejecutar la Solución Final, la historiografía se ha decantado por la idea de que nunca se tomó una decisión única y específica de matar a los judíos de Europa. Con todo, durante su proceso en Jerusalén en 1.961, Adolf Eichmann confesó que durante la Conferencia de Wannsee 1.942, se estudiaron con rigor los más efectivos métodos para exterminar a todo el pueblo judío que vivía en Europa. En relación a Hitler, cuyo papel principal habría sido el de una especie de árbitro entre los líderes nazis que fueron tomando las decisiones que desembocaron en el genocidio, el historiador Ian Kershaw ha hablado de su autoridad carismática como fuente del mecanismo psicológico mediante el cual sus subordinados trabajaban con.
la expectativa de que sus deseos e intenciones eran las «pautas para
la acción», con la certidumbre de que las acciones que estuvieran en
consonancia con esos deseos e intenciones merecerían su aprobación y
confirmación.
Así las cosas, su papel al respecto es menos evidente de lo que puede parecer a simple vista. Los historiadores no han llegado a ningún acuerdo claro en relación al grado de intervención directa de Hitler para dirigir la política de exterminio, lo que incluye el debate acerca de si hubo por su parte una orden o, incluso, si hubo necesidad de la misma. Las dificultades al respecto radican, al parecer, en el estilo de liderazgo de Hitler, muy poco burocrático y que, desde que comenzó la guerra, fomentó el secretismo y el encubrimiento transmitiendo sus órdenes y deseos solo de forma verbal y en aquellos casos, sobre todo los más sensibles, en que era algo estrictamente necesario. En el estado actual de conocimientos, parece asentada la idea de que el Holocausto no se desarrolló siguiendo las directrices de ningún plan perfectamente definido; de hecho, no se tiene constancia de ningún documento que recogiese un diseño específico para el mismo. Así las cosas, se considera que
3. Orígenes históricos e ideológicos del Holocausto
El Tercer Reich se impuso como uno de sus objetivos prioritarios la
reestructuración racial de Europa. En ella, desempeñó un papel
fundamental el antisemitismo, que se incardinó en.
una ideología o Weltanschauung concepción del mundo
milenarista que proclamaba que el judío constituía el origen de
todos los males, en especial del internacionalismo, el pacifismo, la
democracia y el marxismo, y que era el responsable del surgimiento
del cristianismo, la Ilustración y la masonería. Se estigmatizaba a
los judíos como un fermento de descomposición, desorden, caos y
degeneración racial, y se los identificaba con la fragmentación
interna de la civilización urbana, el ácido disolvente del
racionalismo crítico y la relajación moral; se hallaban detrás del
cosmopolitismo desarraigado del capital internacional y de la
amenaza de la revolución mundial. Eran el Weltfeind, el enemigo
mundial contra el cual el nacionalsocialismo definió su propia y
grandiosa utopía racista de un Reich que duraría mil años.
Además de esta ideología, la ejecución del genocidio tuvo como
soporte a la sociedad alemana, la más moderna y con más nivel de
desarrollo técnico de Europa, y que contaba con una burocracia
organizada y eficiente. El antisemitismo presente, en mayor o menor medida, en Europa
Occidental y Estados Unidos, además de los problemas económicos
derivados de la Gran Depresión, provocaron también la desgana de los
responsables políticos británicos y estadounidenses a la hora de
realizar algún esfuerzo significativo de salvamento de judíos europeos
durante el Holocausto. El Partido nazi, que tomó el poder en Alemania en 1.933, tenía entre
sus bases ideológicas la del antisemitismo, profesado por una parte
del movimiento nacionalista alemán desde mediados del siglo XIX. El
antisemitismo moderno se diferenciaba del odio clásico hacia los
judíos en que no tenía una base religiosa, sino presuntamente racial.
Los nacionalistas alemanes, a pesar de que recuperaron bastantes
aspectos del discurso judeófobo tradicional, particularmente del de
Lutero, consideraban que ser judío era una condición innata, racial,
que no desaparecía por mucho que uno intentara asimilarse en la
sociedad cristiana. En palabras de Hannah Arendt, se cambió el
concepto de judaísmo por el de judeidad. Por otro lado, el
nacionalismo sólo creía en el Estado nación caracterizado por la
homogeneidad cultural y lingüística de su población. Considerados como
nación perteneciente a otra raza, extranjera, inferior e inasimilable
a la cultura alemana, los judíos solo podían ser segregados y
excluidos del cuerpo social. Frente a la raza judía, extraña al pueblo
germánico, colocaban los nazis a la raza aria, sosteniendo que solo
esta última constituía la nación alemana, la única llamada a dominar
Europa. La primera cuestión era determinar quién era judío. Los nacionalistas
alemanes no habían logrado establecer una línea divisoria clara entre
judíos y no judíos; había en Alemania numerosas personas descendientes
de judíos conversos que no tenían ya ninguna relación con la cultura
judía, así como numerosas familias mixtas y sus descendientes. En este
sentido, la primera preocupación de los nazis fue crear un criterio
para basar la posterior segregación.
Las primeras leyes dirigidas contra los judíos no incorporaban
todavía una definición del ser judío y se hablaba en general de no
arios. La definición finalmente adoptada fue la siguiente: judío era
quien tuviera al menos tres abuelos judíos, fuera cual fuera la
religión de la persona interesada. Quienes tuvieran dos o un solo
abuelo judío, eran Mischlinge, es decir, medio judíos. Los primeros,
con dos abuelos judíos, eran Mischlinge de segundo grado y podían ser
reclasificados como judíos en función de complejas consideraciones, su
religión o la de su cónyuge, por ejemplo. Podían también ser liberados
de su condición y convertirse en arios en pago a los servicios
prestados al régimen, o podían seguir siendo Mischlinge, con lo que
estaban sometidos a ciertas restricciones en tanto que «no arios»,
pero no a las persecuciones dirigidas contra los judíos. Los
Mischlinge de primer grado eran los que tenían un único abuelo judío y
en general eran tratados como arios plenos. Los Mischlinge de uno u
otro grado abundaban en Alemania y a menudo lograban ocultar su
condición.
El dirigente de las SS Reinhard Heydrich, El Carnicero de Praga,
era Mischlinge de segundo grado, dato que fue ocultado celosamente
por sus superiores nazis. Para el psicólogo social Harald Welzer, estudioso del comportamiento
de las sociedades ante las catástrofes sociales, la irracionalidad de
los motivos no influye en la racionalidad de la acción, cosa que se
verificó en el Holocausto y también corrobora un enunciado de William
Thomas: Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son
reales en sus consecuencias.
4. La República de Weimar
Tras la Primera Guerra Mundial, el Imperio alemán ,Deutsches Reich, se dotó de una Constitución que lo definía como una República,
de ahí el nombre de República de Weimar con el que habitualmente se
conoce a Alemania en el periodo que va de 1.919 a 1.933 . Desde un punto de vista sociológico, la República de Weimar se
estableció. sobre el telón de fondo de unos traumas nacionales sin
precedentes:
en los alemanes pesaban gravemente la derrota inesperada en la Gran
Guerra, la abdicación del emperador, la amenaza de la revolución
comunista en su propio país, la humillación del Tratado de Versalles y
la perspectiva del pago de exorbitantes reparaciones de guerra a los
Aliados occidentales.
Hubo también, a partir de la guerra, un generalizado incremento de la
violencia en Alemania, hasta el punto de que desde 1.918, esta fue una
de sus principales características: la violencia de la guerra total fue
vista como un presagio de una nueva sociedad, dura y moderna, donde la
virilidad y la crueldad serían factores esenciales. Muchos de los
miembros de las unidades de Frikorps que habían continuado la lucha tras
la Gran Guerra en Polonia y el Báltico, regresaron a Alemania y se
integraron en grupos paramilitares como el en formación movimiento nazi,
y fueron responsables entre 1.919 y 1.922, de más de 300 asesinatos
políticos. La reacción de la judicatura, sobre todo en los casos en que
las víctimas eran claramente izquierdistas, fue benevolente. Este estado
de cosas, facilitó que el ciudadano medio viese con indulgencia la
escalada de violencia que acompañó al nazismo en su llegada al poder
entre 1.930 y 1.932. Así, cuando se produjeron el ataque nazi de 1.933,
contra la izquierda y las purgas en su propio movimiento al año
siguiente, Hitler, que había admitido su responsabilidad, consiguió la
aprobación generalizada y un aumento de popularidad.
A lo anterior hay que añadir un considerable caos económico y político, todo lo cual repercutió en que la derecha nacionalista empezase a perfilarse como enemiga de un régimen al que hacía responsable de la situación, incidiendo especialmente en determinadas consecuencias del tratado, como el reconocimiento por parte de Alemania de su culpabilidad de guerra, la pérdida de territorios, la reducción del ejército y la dependencia de préstamos extranjeros. Una inflación masiva en 1.923, y el consecuente colapso monetario, que afectaron duramente a las clases trabajadora y media, redondearon un contexto ideal para el surgimiento de una oposición radical al régimen. Simultáneamente, ya desde 1.918, la económicamente fuerte población judía alemana, poco más de medio millón de personas fue objeto de atención por una
propaganda intensiva que llevaron a cabo las organizaciones antisemitas
völkisch racistas, que marcaron a los judíos con el estigma de haberse
dedicado a acaparar para enriquecerse en tiempo de guerra, a actividades
en el mercado negro y a la especulación bursátil, así como con el de ser
responsables de la derrota en la Primera Guerra Mundial.
En el contexto del interés global europeo por diversas teorías de
raza seudocientíficas, desarrolladas mucho antes de la Primera Guerra
Mundial y con el objeto de justificar la exclusión y represión de
determinados sectores de la sociedad, en 1.923, se creó la
primera cátedra de higiene racial en la Universidad de Múnich y en
1.927, en Berlín, el Instituto Emperador Guillermo de Antropología,
Herencia Humana y Eugenesia. En general, los sentimientos antijudíos se recrudecieron con las
crisis económicas y políticas que se desarrollaron entre 1.918 y
1.923. Por un lado, se empezó a asociar a los judíos con actividades
subversivas por el papel desempeñado por diversos socialistas y
comunistas judíos, Rosa Luxemburg, Kurt Eisner, Gustav Landauer, Eugen
Leviné, Hugo Haase, etc. en las frustradas revoluciones de
1.918-1.919. La mayoría de ellos terminarían siendo asesinados por
miembros de la derecha nacionalista, incluido Walter Rathenau, el
primer judío que había llegado al cargo de ministro de Asuntos
Exteriores de Alemania. Por otro lado, desde 1.920, se experimentó una inmigración masiva de
judíos polacos en Berlín. Sin trabajo y con dificultades para
adaptarse por el idioma, se convirtieron en objetivo para las quejas
xenófobas de muchos. Así, el nuevo nacionalismo adoptó la violencia como un modo de
alcanzar la salvación nacional. Desde principios de la década de
1.920, una nueva generación de estudiantes universitarios bien
preparados de clase media asimiló las ideas völkisch de nacionalismo
racista extremo; ideas que, diez o quince años después de terminar sus
estudios, cuando llegaron a los puestos más altos de las SS y la
Policía de Seguridad, y a los puestos estratégicos del Estado y del
partido, pondrían en práctica.
En definitiva, la sociedad de la República de Weimar se fue polarizando, tanto en las clases privilegiadas como en las populares, en dos grandes grupos: por un lado, aquellos que cerraron filas ante los entendidos como los valores tradicionales y auténticos de Alemania, y, por otro, aquellos que amenazaban con su modernidad a estos: el socialismo, el capitalismo y, especialmente, como cabeza de turco de estos dos, los judíos. Y, paulatinamente,
la ideología de la raza fue absorbida por una generación de alemanes
cultos que alcanzaron la madurez durante los años posteriores a la
Primera Guerra Mundial y que posteriormente llegaron a destacar en el
mando de las SS, la policía y el aparato de seguridad, es decir, la
fuerza ejecutiva ideológica del régimen y el motor más importante de
la política racial.
5. El antisemitismo en la sociedad alemana
El recrudecimiento en Alemania del sentir antijudío, una constante
histórica en Europa desde el origen del cristianismo, se hizo notar ya
a finales del siglo XIX, cuando degeneró en antisemitismo. Fue durante
ese siglo cuando algunos judíos intentaron resolver la marginalidad a
la que les llevaba la observancia de las normas de su religión por
medio bien de la asimilación al cristianismo, bien transformándose en
una nueva clase de judíos. La consecuencia fue una presencia
social entre los no judíos que no pasó inadvertida para muchos de
estos, lo que posibilitó la aparición de reacciones antisemitas
incluso en medios intelectuales. Así, por ejemplo, en unos artículos
de 1.879 y 1.880, el historiador nacionalista alemán Heinrich von
Treitschke llegó a escribir que «los judíos son nuestra
desgracia, Die Juden sind unser Unglück, una frase que sería
retomada más adelante como eslogan por parte de los nazis. Y fue
también en esos años cuando Wilhelm Marr acuñó los términos
«antisemita» y antisemitismo y se hizo muy conocido con su ensayo. La
victoria del judaísmo frente al germanismo: desde un punto de vista confesional, en donde insistía en la
peculiaridad racial, y no tanto religiosa, de los judíos, además de
crear una organización llamada, Liga Antisemita, cuyo ideario era
esencialmente antijudío. Ya en el siglo XX, la culpabilización de los judíos como responsables
de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial fue una actitud
general entre los soldados que participaron en ella. El 25 de
diciembre de 1918, por ejemplo, un grupo de veteranos creó la
asociación Stahlhelm Casco de acero, de carácter nacionalista y
antisemita. Por su parte, los nacionalistas de derecha, los monárquicos
conservadores y las viejas élites, atemorizados por la revolución de
Octubre, asociaban el bolchevismo con el judaísmo y creían en la
posibilidad de una conspiración judía. En cuanto a las clases medias y
bajas, la creencia en que los judíos habían obtenido ganancias
económicas a costa de la guerra y las reparaciones posteriores era
también frecuentes. En general, existía un cierto malestar por la
inmigración de judíos desde el Este entre 1.918 y 1.933 la política
antisemita del gobierno de Polonia había llevado a 60.000 judíos a
emigrar a Alemania y por la convicción de que el capital estaba en
manos de judíos (aun así, en 1.925, los judíos constituían apenas un
0,9 % de la población alemana, 564,379 personas. Así las cosas, y teniendo en cuenta que justo tras la guerra ya se
había convertido en un éxito de ventas el panfleto antisemita ruso
Protocolos de los sabios de Sion,
En 1.933, ya había en Alemania más de cuatrocientas asociaciones y
entidades antisemitas, así como unas setecientas publicaciones
periódicas antijudías que, en buena parte, retrataban a los judíos no
solo como una amenaza económica y política, sino también como un
peligro para las mujeres alemanas y la pureza de la raza. Los medios
de opinión más respetables y conservadores deploraban la permisividad
de costumbres, la cultura modernista y la actividad política radical
de Berlín de los años veinte, que atribuían a la influencia judía y
marxista.
El antisemitismo dio origen también a numerosas publicaciones
antisemitas, tanto literarias como periódicas. Además de lecturas
infantiles como la titulada. No puedes fiarte de un zorro en un brezal
ni del juramento de un judío, los libros de texto para niños
presentaban a Hitler como un gran guerrero nórdico y describían a los
no nórdicos como menos que humanos. El currículo insistía en la teoría
de razas, especialmente con la introducción de la biología racial y
seudocientífica. En 1.923, empezó a circular en Núremberg donde entre 1.922 y 1.933,
se profanaron alrededor de 200 tumbas judías, profanación que fue
generalizada en todo el país en 1.927, el periódico pronazi y
antisemita Der Stürmer, El asaltante, que retomó la frase. Los
judíos son nuestra desgracia como eslogan. El 4 de julio de 1.927,
Goebbels publicó el número uno del también antisemita Der Angriff. El
ataque, con el objeto de mantener vivo el espíritu del partido nazi
los años en que fue ilegal en Berlín. Constituido en órgano oficial
del partido nazi, incitaba a la violencia contra los
judíos. En 1.929, se creó, por un lado, la Liga de Médicos Alemanes
Nacional-Socialistas, con el objeto de centralizar el interés en la
eugenesia, y, por otro, la Liga para Luchar por la Cultura Alemana,
una asociación antisemita y anti-bolchevique dirigida por Alfred
Rosenberg que centró sus acciones en la lucha contra lo que él llamaba
arte degenerado. En 1.935, se inició la publicación de las revistas antisemitas.
Deutsche Wochenschau für Politik Wirtschaft, Kultur und Technik
Semanario alemán de política, economía, cultura y tecnología y
Zeitschrift für Rassenkunde. Revista de ciencia racial, una
publicación seudocientífica. En 1.936, Goebbels fundó el Instituto del
NSDAP para el Estudio del Tema Judío y se publicó la primera tirada de
la revista. Forschungen zur Judenfrage. Investigación sobre el Tema
Judío, también de carácter seudocientífico. En julio de 1937, se
inauguró en Múnich la exposición Entartete Kunst. Arte degenerado, una muestra de obras de arte consideradas inaceptables de
autores judíos y no judíos, y en noviembre otra exposición titulada,
Der Ewige Jude. El eterno judío, en la que se asociaba a los judíos
con el bolchevismo, además de mostrar sus características raciales
tópicas: nariz ganchuda, labios grandes y frente
inclinada. Las zonas de mayor antisemitismo en el siglo XIX, la violencia
antijudía era habitual en ellas y, por tanto, más receptivas a
las ideas nazis al respecto fueron Franconia, Hesse, Westfalia y otras
partes de Baviera. Allí, los elementos de hostilidad arcaica hacia los
judíos, se fusionaron a finales del XIX con las nuevas corrientes
ideológicas del nacionalismo völkisch, el antisemitismo racial que fue
la base del racismo nazi.
Con todo, cuando los no judíos se vieron confrontados, ante sus
propios ojos, con la brutalidad y el salvajismo nazi contra la minoría
judía, o sintieron sus intereses económicos o incluso su medio de vida
amenazado por el estrecho boicot sobre los negocios judíos,
reaccionaron a menudo de forma negativa, incluso con rabia y
repugnancia aunque pocas veces, al parecer, por compasión humanitaria
hacia las víctimas. Posteriormente, cuando se vieron obligados a evitar el contacto
social y económico con ellos, los alemanes desarrollaron, según la
interpretación del historiador Ian Kershaw, una indiferencia fatídica
hacia el destino de los judíos. Así, pues, la política antijudía
llevada a cabo en los años previos al comienzo de la guerra contó con
una amplia aprobación social por cuanto no afectaba a las experiencias
diarias de la gran mayoría de la población. Desde otro punto de
vista, los historiadores Otto Dov Kulba y Aaron Rodrigue han preferido
calificar de complicidad pasiva a la actitud de la ciudadanía alemana
ante el trato dado a los judíos por parte del nazismo. En general, la historiografía distingue entre la actitud durante los
años anteriores a la guerra y la actitud durante la misma. Así, en la
época previa la sociedad alemana mantuvo una amplia diversidad de
puntos de vista sobre los distintos asuntos que la afectaban, fiel
reflejo de la pluralidad de influencias de muy diversa índole que la
afectaban. En este sentido, hubo variados obstáculos a la penetración
ideológica nazi generalizada, sobre todo en asuntos relacionados con
las esferas de interés de las iglesias de confesión cristiana y en las
preocupaciones económicas del día a día, especialmente las relaciones
laborales, respecto de las cuales se produjeron protestas colectivas y
acciones de desobediencia civil. Respecto de la cuestión judía, se han
señalado cuatro actitudes básicas: violenta y agresiva, sobre
todo por parte de los radicales nazis; de aceptación de las normas
legales de discriminación y exclusión; crítica, por motivos morales,
religiosos, humanistas, éticos, económicos e ideológicos, por parte de
diversos sectores sociales; y de indiferencia. Con todo, un periódico como Der Stürmer. El atacante, que recordaba
las acusaciones medievales contra los judíos de asesinos rituales de
niños cristianos y de utilizar la sangre de estos para ritos
religiosos, llegó a tener unos 600.000 lectores.
6. Reacción de las iglesias cristianas
Respecto del conjunto de la Iglesia cristiana, aunque. fue prácticamente el único organismo libre del pensamiento nazi en
Alemania y conservó tanto una enorme influencia sobre la formación de
opinión, como el potencial para formar y fomentar una opinión popular
independiente y contraria a la propaganda y la política nazi,
estuvo sujeta a la derrota reciente de Alemania en la primera guerra
mundial, la inestabilidad del gobierno, el temor al comunismo, la
persecución política y el terror desencadenados por los nazis y a la
actitud ambivalente de algunos de sus líderes ante el racismo, dada la
tradición cristiana de antijudaísmo que aún conservaba fuerzas a
comienzos del siglo XX, por lo que las declaraciones públicas tajantes
contra el antisemitismo no fueron unánimes como debieron y las
declaraciones explícitas sobre los judíos fueron excepcionales. Así, en
enero de 1.933, el obispo de Linz, Gfollner, que consideraba que no se
podía ser un buen católico siendo nazi, indicaba en una de sus
pastorales que era deber de los católicos el adoptar una forma moral de
antisemitismo. Esta consideración antisemita fue rechazada el mismo
año por la totalidad del episcopado católico austriaco, denunciando esa
carta por despertar el odio y el conflicto. En agosto de 1.935, un
pastor protestante conocido por su anti-nazismo, Martin Niemöller,
afirmaba que la historia judía era siniestra y que los judíos llevarían
por siempre una maldición por haber sido responsables de la muerte de
Jesús; el mismo pastor, recordaría en abril de 1.937, la desgracia
que suponía el que Jesús hubiera nacido como judío. A pesar de su
antisemitismo, fue detenido el 1 de julio por su oposición al
nazismo.
El rechazo de los nazis al origen semítico del cristianismo llevó a
un choque con el cristianismo y dentro de este, la mayor oposición
surgió en el catolicismo. Los católicos correspondían al 30 % de
los habitantes de Alemania. Su posición ante los gobiernos
germanos no era favorable, incluyendo durante el Imperio Alemán que
había caído al perder la primera guerra mundial en 1918, y no existía
ningún concordato que diera estabilidad a las relaciones con el estado
alemán. Las relaciones entre la Iglesia católica y los nazis eran
muy malas, pero esto iba más allá de una preocupación nazi sobre la
lealtad de los católicos al estado alemán que deseaban los nazis. El
antisemitismo nazi chocaba
inevitablemente con un Jesús judío y en el caso de los católicos con
el papel de la Virgen María también judía, de los apóstoles, el primer
papa y los primeros santos, todos judíos.
Representados en imágenes por los católicos, Jesús, María, Pablo de
Tarso, Pedro y los apóstoles se convertían en un problema práctico para
la idea nazi de que la raza judía era maligna por sí misma y debía ser
eliminada. Existía una contradicción entre la idea de la supremacía de
la raza aria y la enseñanza de que Israel es el pueblo de las promesas y
que Abraham un judío, es el padre de la fe de todos los cristianos, peor
aún decir que un judío es el salvador del mundo y que su madre judía, es
madre de Dios, madre de los cristianos, intercesora ante su hijo, asunta
al cielo y reina universal. Esto llevó a los nazis a buscar una
adaptación del cristianismo que pudiera ser temporalmente tolerable para
su ideología, por eso Hitler usó el término Cristianismo positivo en el
artículo 24 de la Plataforma del Partido Nazi en 1.920, afirmando
que:
Exigimos la libertad de culto para todas las denominaciones religiosas
dentro del Estado, siempre y cuando no pongan en peligro su existencia o
se opongan a los sentidos morales de la raza germánica. El partido, como
tal, defiende el punto de vista de un cristianismo positivo sin unirse
el mismo partido de forma confesional a ninguna denominación. Combate el
espíritu judeo-materialista dentro y alrededor de nosotros.
El ideólogo nazi Alfred Rosenberg jugó un papel importante en el
desarrollo del cristianismo positivo para enfrentar al origen semítico
del cristianismo tradicional. Rosenberg era neo-pagano y notoriamente
anti-católico. Para él, el catolicismo y el judaísmo estaban fuertemente
relacionados. Siguiendo a los teóricos del movimiento racista
völkisch, Rosenberg afirmaba que Jesús era un ario específicamente un
amorreo o hitita y que el cristianismo original era una religión aria,
pero que había sido corrompida y alterada, judaizada por los seguidores
de Pablo de Tarso y el catolicismo. Enfatizaba que las enseñanzas
antijudías de los marcionistas, maniqueistas y cátaros eran las
verdaderas enseñanzas del Jesús original, ario, anti judío y sin la
humildad que los católicos supuestamente le añadieron. Rosenberg
escribió:
A partir de la descripción de Jesús uno puede seleccionar diferentes
características. Su personalidad a menudo hace su aparición como suave
y compasiva, entonces, otra vez, como un farol y áspera. Pero siempre
es apoyado por el fuego hacia el interior. Es en el interés de la
iglesia romana, con su ansia de poder, representar la humildad servil
como la esencia de Cristo con el fin de crear tantos servidores como
sea posible para este ideal motivado. Corregir esta representación es
otro requisito imposible de erradicar del movimiento alemán de
renovación. Jesús se nos presenta hoy como señor seguro de sí mismo,
en el mejor y más alto sentido de la palabra.
De acuerdo a los nazis existía un dualismo entre la raza aria nórdica
divina con su sangre, cultura y tierra y la raza judía supuestamente
maligna y opuesta a la raza aria. Rosenberg escribió el Mito del
Siglo XX, 1.930, donde como consecuencia de ese dualismo, describió a la
Iglesia Católica como uno de los principales enemigos del nazismo y
proponía sustituir el cristianismo tradicional con el mito de la sangre,
neo-pagana. El libro es antisemita radical y en consecuencia al
cuestionar el origen semita del cristianismo se torna anticristiano en
general y particularmente anticatólico, al considerar la universalidad
del catolicismo y su versión judaizada del cristianismo como uno de los
factores en la esclavitud espiritual de Alemania y de la contaminación
semítica del mundo:
La idea judía del siervo de Dios, que recibe misericordia de un
arbitrario y absolutista Dios, ha pasado entonces a Roma y Wittenberg,
y puede ser atribuida a Pablo como el verdadero creador de esta
doctrina, es decir, que nuestras iglesias no son cristianas, sino
paulinas. Jesús, sin duda, alcanzó el ser uno con Dios. Esta era su
redención, su objetivo. Él no predicó una concesión condescendiente de
misericordia de un ser todopoderoso, en la cara del cual incluso el
alma humana más grande representa una pura nada. Esta doctrina de la
misericordia es, naturalmente, muy bien acogida en todas las iglesias.
Con tal interpretación errónea, la iglesia y sus líderes se presentan
como los representantes de Dios. En consecuencia, pudieron adquirir
poder mediante la concesión de la misericordia a través de sus manos
mágicas.
En su ideología antisemita, los partidarios del cristianismo positivo
afirmaban que las antiguas invasiones germánicas del imperio romano
habían venido a salvar la civilización romana, que se había corrompido
por la mezcla de razas y por el cristianismo judaizado y cosmopolita.
Pensaban que las persecuciones contra los protestantes en Francia y en
otras áreas representaron la aniquilación de los últimos restos de la
raza aria en esas zonas. Igualmente veían en las zonas del norte de
Europa que abrazaron el protestantismo lo más cercano al ideal racial y
espiritual ario, aunque no lo habían alcanzado al no haber roto
totalmente el vínculo semítico. Rosenberg escribió:
Ahora podemos ciertamente también decir que el amor de Jesucristo ha
sido el amor de uno que es consciente de su aristocracia de alma y de su
fuerte personalidad. Jesús se sacrificó a sí mismo como un maestro, no
como un sirviente... y también Martín Lutero sabía muy bien, lo que
dijo, cuando poco antes de su muerte, escribió: Estas tres palabras,
libertad cristiano - alemán, son al papa y a la corte romana nada, sino
mero veneno, muerte, diablo e infierno. Ellos no pueden ni sufrir, ni
ver ni oír. Nada más va a venir de esto, eso es seguro.
Otro aspecto doctrinal del cristianismo positivo, consecuencia de la
idea de superioridad aria, fue lograr la unidad nacional, para superar
las diferencias confesionales, para eliminar el catolicismo y unir el
protestantismo en una única iglesia nacional socialista cristiana que
fue llamada Iglesia Evangélica Germánica.
Como consecuencia ocurrió una reacción del cristianismo, que provino
especialmente de los católicos. El cardenal Michael von Faulhaber
estaba consternado por el totalitarismo, el neopaganismo y el racismo
del movimiento nazi y como arzobispo de Múnich y Freising, contribuyó
al fracaso en 1.923, del intento de golpe de estado de la cervecería
de Múnich organizado por los nazis. Hitler fue a la cárcel por el fallido intento golpista de Múnich y
escogió a Rosenberg en 1.924, para dirigir el movimiento nazi en su
ausencia. En prisión, Hitler escribió Mein Kampf, Mi lucha, libro
en el que sostenía que la ética judeo - cristiana afeminada había
debilitando a Europa y que Alemania necesitaba un hombre de hierro
para su restauración y entonces construir un imperio. Así para el
nazismo el vínculo judeo-cristiano planteaba un dilema a ser superado
y el catolicismo era el más importante desafío. Durante los años de 1.920 a 1.937, los líderes católicos hicieron
diversos ataques francos contra la ideología nazi y la principal
oposición cristiana al nazismo y sus ideas de la superioridad de la
sangre surgieron de la Iglesia católica. Antes de la llegada de
Hitler al poder, los obispos alemanes advirtieron los católicos contra
el racismo nazi. Algunas diócesis prohibieron a los fieles la
pertenencia al Partido Nazi y la prensa católica condenó el
nazismo.
Este choque llevó a John Cornwell a escribir sobre el período nazi
temprano:
En la década de 1930, el Partido del Centro alemán, los obispos
católicos alemanes, y los medios de comunicación católica había sido
fundamentalmente sólidos en su rechazo del nacionalsocialismo. Negaron
a los nazis los sacramentos y los funerales en la iglesia y los
periodistas católicos atacaron al nacionalsocialismo diariamente en
400 periódicos católicos de Alemania. La jerarquía instruyó a los
sacerdotes para combatir el nacionalsocialismo en el ámbito
local.
En 1.930 y 1.931, diferentes conferencias de obispos católicos
condenaron el nacionalsocialismo. Los obispos bávaros lo condenaron en
cinco aspectos: colocar la raza sobre la religión; rechazar el antiguo
testamento y por lo tanto los diez mandamientos; negar el primado del
papa como autoridad externa a Alemania, querer una iglesia nacional
alemana sin dogmas y usar en el artículo 24 del programa del partido
la no oposición a los sentimientos morales de la raza germánica como
criterio de moralidad cristiana. Los obispos de Freising dijeron que el nazismo adhiere a un
programa religioso y cultural irreconciliable con la enseñanza
católica y que el nacionalsocialismo contra nuestra esperanza adoptó
los métodos de los bolcheviques, por lo tanto nosotros no podemos
asumir la existencia de buena fe. Igual hicieron la Conferencia
de Obispos de Colonia, los obispos de Paderborn y Friburgo y la
conferencia de Fulda agosto de 1.931.
Con la hostilidad permanente hacia los nazis por parte de la prensa
católica y el partido del Centro católico, pocos católicos votaron por
los nazis en las elecciones de julio de 1932, que llevaron a la toma
del poder por el partido nazi en Alemania. Las ciudades de mayoría
católica como Colonia, Düsseldorf y Múnich y las zona rurales
católicas fueron inmunes al nazismo y el nacionalsocialismo logró sus
votos fuera de las áreas geográficas de mayor población católica como
en las ciudades de Hanover, Wuppertal, Chemnitz y Königsberg votos de
40 % o más por los nazis. La sensación de que la concepción antisemita y racista de los nazis
llegaba a la locura fue expresada por Konrad von Preysing obispo de
Eichstät y uno de los mayores adversarios del nazismo, que al saber
que Hitler había sido nombrado canciller dijo:
Hemos caído en las manos de los criminales y los locos. Después
del incendio del Reichstag o parlamento alemán el 27 de febrero de
1.933, Hitler suspendió la mayoría de los derechos civiles habeas
corpus, libertad de expresión, de prensa, de asociación, a reuniones
públicas y de la reserva de las comunicaciones, arrestó a los
opositores e inició un proselitismo forzado con los paramilitares
nazis para la elección parlamentaria del 5 de marzo de 1.933, y el 23 de ese mes logró la aprobación de la ley habilitante,
Ermächtigungsgesetz que le daba poderes dictatoriales
totales.
Durante el invierno y la primavera de 1.933, Hitler ordenó la
destitución de los funcionarios públicos católicos, el líder de los
trabajadores católicos, Adam Stegerwald, recibió una golpiza por parte
de los camisas marrones pronazis, miles de miembros del partido católico
estaban en campos de concentración para junio de 1.933. Bajo estas
y otras fuertes medidas de presión por parte del gobierno nazi se acalló
a los católicos y se firmó el concordato con la Iglesia Católica el 20
de julio de 1.933, que
entre otras imposiciones, forzó el reconocimiento de la disolución del
único partido católico de Alemania, en efecto desde la ley habilitante,
Alemania era para motivos prácticos un país con un único partido legal,
el nazi.
El punto de inflexión en las relaciones entre el cristianismo
institucional y el nazismo se produjo con la firma del concordato
entre la Santa Sede y el Reich. Por un lado, se daba un supuesto
compromiso del nazismo con la Iglesia católica para respetarla
mientras sus actividades se limitasen estrictamente a lo
religioso abandonando la política, la educación y la prensa; por otro,
la Alemania nazi buscaba conseguir con el mismo una importante
legitimación internacional. Hitler tenía un flagrante desprecio por el
Concordato, escribió Paul O'Shea y su firma era para él no más que un
primer paso en la supresión gradual de la Iglesia católica en
Alemania. En enero de 1.934, Hitler nombró a Alfred Rosenberg como líder
cultural y educativo del Reich. El 7 de febrero, el Vaticano prohibió
el libro de Rosenberg El mito del siglo XX dando como razones que: El
libro desdeña todos los dogmas de la Iglesia católica argumenta la
necesidad de fundar una nueva religión o una iglesia germánica y el
libro proclama el principio: hoy está surgiendo una nueva fe, el mito
de la sangre, la fe en defender con sangre el divino ser del hombre:
esta fe encarna el absoluto conocimiento de que la sangre norteña
representa ese misterio que ha remplazado y superado los viejos
sacramentos. En la llamada noche de los cuchillos largos, del 30 de junio al 2 de
julio de 1.934, los nazis asesinaron a los líderes de la acción
católica, de la asociación católica de jóvenes y del semanario
católico de Múnich entre otros. Esto tuvo un enorme efecto
intimidatorio sobre la oposición política. En julio de 1.935, fue nombrado obispo de Berlín, Konrad von
Preysing, uno de los mayores adversarios del nazismo. Hitler decía de
él: lo más sucio de la carroña son los que vienen vestidos con el
manto de la humildad y el más sucio de estos es von Presying. Von
Preysing fue un decidido defensor de los judíos y algunos de sus más
cercanos colaboradores en esta tarea murieron a manos de los nazis
durante la segunda guerra mundial.Von Preysing apoyó francamente a la
resistencia clandestina alemana y el intento de golpe de estado contra
Hitler de julio de 1944, que fracasó y terminó con la ejecución de
4.980 de los implicados. En septiembre de 1.935, los nazis promulgan las leyes de Núremberg
con medidas discriminatorias sin precedentes contra los judíos,
retirándoles la ciudadanía, prohibiéndoles usar los símbolos patrios y
casarse con personas no judías, entre otras medidas terribles. La
población y los clérigos católicos se mostraron descontentos. Un
reporte de la época trascribe: Aachen, septiembre de 1.935. Las nuevas
leyes aprobadas en Núremberg no fueron recibidos con entusiasmo por el
público. Como era de esperar conociendo la mentalidad de la población
católica de la región, no hubo reacción de simpatía por parte de la
iglesia. La única parte que fue bienvenida es que la legislación sobre
la cuestión judía evitará las acciones ofensivas y la violenta
propaganda antisemita. Sería deseable que a partir de ahora estas
acciones antisemitas, a las que una gran parte de la población se
opone, lleguen a su fin.Con las nuevas leyes, el 15 de noviembre de 1.935.
las iglesias alemanas empiezan a colaborar con los nazis,
proporcionando informes al gobierno, indicando quién es cristiano y
quién no; es decir, quién es judío.
En 1.937, Hans Kerrl, el ministro nazi de Asuntos para la Iglesia,
explicó que el cristianismo positivo no depende del Credo de los
Apóstoles, ni de la fe en Cristo como el hijo de Dios, en los que el
cristianismo se basó, sino más bien, siendo representado por el Partido
nazi: El Führer es el heraldo de una nueva revelación. Con lo cual
reforzaba la idea de desligar el cristianismo de su origen judío.
Sin embargo, tras cuatro años de acoso constante contra los católicos
en forma de detenciones de curas y monjas, cierre de conventos,
monasterios y escuelas parroquiales, el papa Pío XI publicó el 14 de
marzo de 1.937, la encíclica Mit brennender Sorge. Con
intensa ansiedad, en la que expresaba su queja por estos hechos y lo que
de ruptura del concordato suponían, y alertaba contra la deificación de
conceptos como la raza, la nación y el estado. Difundida
clandestinamente en Alemania, se leyó en las iglesias de todo el país el
21 de marzo, domingo de Ramos.
En la encíclica, en cuya redacción participó el obispo de Berlín von
Preysing, Pio XI compara a los líderes nazis con Judas, artículo 21:
Si el opresor ofrece el trato de apostasía que solo Judas puede, a
costa de cualquier sacrificio mundano, respondan con Nuestro Señor:
Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él
solo servirás. En el artículo 23 condena la doctrina de la superioridad racial base
del antisemitismo nazi: Revelación en su sentido cristiano, significa
la palabra de Dios dirigida al hombre. El uso de esta palabra para las
sugestiones de raza y sangre, por las irradiaciones de la historia de
un pueblo, es una mera equivocación. Monedas falsas de este tipo no
son moneda cristiana y en el artículo 29 describe como pecado las
políticas nazis y alerta sobre el daño para las generaciones porvenir:
El abandono resultante de los principios eternos de una moral
objetiva, que educa la conciencia y ennoblece cada parte y
organización de vida, es un pecado contra el destino de una nación, un
pecado cuyo fruto amargo envenenará las generaciones
futuras. En el artículo 30 de la encíclica Mit brennender Sorge, refiriéndose
al daño social y humano que las doctrinas nazis provocan y al derecho
irrevocable de cada individuo independiente de su raza. Emancipado de
esta regla oral, en el derecho internacional, el principio llevaría a
un perpetuo estado de guerra entre las naciones; por ignorar en la
vida nacional, por confusión del derecho y utilidad, el hecho básico
de que el hombre como persona tiene derechos que recibe de Dios y que
toda colectividad debe proteger contra la denegación, supresión o
negligencia. Pasar por alto esta verdad es olvidar que el verdadero
bien común, en última instancia, lleva a su medida la naturaleza del
hombre, equilibrando los derechos personales y las obligaciones
sociales, desde el propósito de la sociedad, establecida para el
beneficio de la naturaleza humana. La sociedad, fue la intención del
Creador para el pleno desarrollo de las posibilidades individuales y
para los beneficios sociales, que por un proceso de dar y recibir,
cada uno puede reclamar por su propio bien y el de los demás. Los
valores más altos y más generales, que solo puede proporcionar
colectivamente, también se derivan del Creador para el bien del hombre
y para el pleno desarrollo, natural y sobrenatural y la realización de
su perfección. Descuidar este orden es sacudir los pilares sobre los
que descansa la sociedad y comprometer la paz social, la seguridad y
la existencia.
Los nazis reaccionaron con furia, Hitler juró venganza contra la
Iglesia por su apoyo al sionismo y tomaron severas represalias por
esta encíclica. Thomas Bokenkotter escribe: los nazis estaban
furiosos. Como venganza cerraron y sellaron todas las imprentas que
imprimen la encíclica. Ellos tomaron numerosas medidas vengativas
contra la Iglesia, incluyendo la organización de una larga serie de
juicios de inmoralidad del clero católico. Por su parte Shirer
informó que durante los siguientes años, miles de sacerdotes católicos, monjas y líderes
laicos fueron arrestados, muchos de ellos por cargos falsos de
inmoralidad o contrabando de moneda extranjera. El 9 y 10 de noviembre de 1.938, los nazis usando sus fuerzas
paramilitares realizaron una serie de ataques masivos coordinados
contra los judíos en Alemania y parte de Austria llamados en su
conjunto la noche de los cristales rotos, con el saqueo y destrucción
de sus hogares, negocios, escuelas y el incendio de más de 1.000
sinagogas. 91 judíos fueron asesinados y 30.000 arrestados y enviados
a campos de concentración. Esta acción fue condenada al día
siguiente por Pio XI junto con los líderes de occidente. Como
respuesta a la crítica católica, Adolf Wagner, el líder nazi de
Baviera, dijo ante 5.000 nazis: Cada expresión que el papa hace en
Roma es una incitación de los judíos en todo el mundo para agitar
contra Alemania. El 21 de noviembre de 1.938, el papa insistió en que existe una sola
raza humana, a lo que Robert Ley, ministro de trabajo nazi respondió
al día siguiente: No se tolerará la compasión para los judíos. Negamos
la afirmación del papa de que no hay más que una sola raza humana. Los
judíos son parásitos. El Vaticano envió mensajes a los arzobispos
del mundo para iniciar trámites para dar visas a los alemanes no arios
para salir del país. Se estima que unos 200.000 judíos lograron usar
estas visas para huir del tercer Reich. Pero cuando se fue aproximando la guerra, las actitudes generales se
fueron endureciendo, incluso entre el amplio sector de la población
que mantenían cierta apatía al respecto. Además, la propia
idiosincrasia del nazismo permitió la aparición de denuncias como
forma de control social, de modo que vecinos y compañeros de trabajo
de los judíos colaboraron activamente para construir un clima de
represión y terror. El primero de septiembre de 1939, Alemania nazi invadió a Polonia en
conjunto con la Unión Soviética iniciando así la segunda guerra
mundial. La población civil y el clero católico de Polonia fueron
masacrados. A los judíos que vivían en Polonia se les trató de forma
salvaje. En 20 de octubre de 1.939, el sucesor de Pio XI, el papa Pio
XII promulgo la encíclica Summi Pontificatus, sobre las limitaciones de la autoridad del estado, desaprobando la guerra,
el racismo, el antisemitismo, la invasión a Polonia y la persecución a
los católicos. Escribió acerca de la necesidad de traer de vuelta a la
Iglesia los que habían acogido las ideas nazis y que estaban siguiendo
un falso estándar... engañados por el error, la pasión, la tentación y
el prejuicio, que se han desviado lejos de la fe en el Dios verdadero.
Escribió sobre Los cristianos, por desgracia más de nombre que de
hecho, han mostrado cobardía de cara a la persecución y apoyó la
resistencia. También reiteró la condena al antisemitismo y la
igualdad entre el judío y el no judío: el hombre no es ni gentil, ni
Judío, circunciso
ni incircunciso,
bárbaro ni escita, siervo ni libre. Pero Cristo es todo y en
todos.
Desafortunadamente a pesar de las solicitudes papales al gobernante
italiano, Benito Mussolini, para mantener la neutralidad, Italia entró
en la guerra como aliada de Alemania el 10 de junio de
1.940. Esto complicó aún más la situación de los
católicos. En 1.940, el ministro de Relaciones Exteriores nazi Joachim von
Ribbentrop dirigió la única delegación nazi de alto nivel a la que se
le permitió una audiencia con Pío XII y le preguntó por qué el papa se
había puesto del lado de los Aliados. Pío XII respondió con una lista
de las recientes atrocidades nazis y las persecuciones religiosas
cometidas contra los cristianos y los Judíos, en Alemania y en
Polonia, lo que llevó al New York Times de esa época a encabezar la
noticia sobre la reunión. Derechos de los judíos defendidos y a
escribir de las ardientes palabras que el papa pronunció a herr
Ribbentrop sobre la persecución religiosa.
En Alemania durante la guerra, el clero católico, con el argumento de
que los nazis aumentarían la agresión antisemita de forma paradójica,
tendió a evitó dar condenas públicas sobre la situación de los judíos,
quienes habían sido sacados de Alemania y trasferidos a los campos de
concentración en la conquistada y devastada Polonia. Esta tendencia se
vio reforzada cuando el beneficio de dar declaraciones contundentes
nombrando directamente a los judíos quedó en entredicho en uno de los
episodios más estremecedores de la persecución nazi contra los judíos.
El hecho ocurrió en Holanda, país vecino de Alemania, invadido al
inicio de la guerra por el ejército alemán por la venganza devastadora
e inesperada de los nazis ante la reacción enérgica y pública de las
iglesias contra el antisemitismo y la violencia contra los judíos. El
arzobispo de Utrecht en Holanda, Johannes de Jong se opuso firmemente
a los nazis que habían invadido su país y la iglesia católica en
Holanda creó una importante red de apoyo a los judíos. En 11 de julio de 1.942, los obispos holandeses junto con las demás
iglesias del país enviaron una carta de protesta al general nazi
Friedrich Christiansen por el trato dado a los judíos y su texto fue
leído en todas las iglesias católicas del país. En la carta
decía:
El nuestro es un tiempo de grandes tribulaciones de los cuales dos
son las mayores: el triste destino de los Judíos y la difícil
situación de los deportados para realizar trabajos forzados. Todos
debemos ser conscientes de los terribles sufrimientos que ellos tienen
que sufrir, debido a que no son culpables. Hemos aprendido con dolor
profundo de las nuevas disposiciones que imponen a los judíos hombres,
mujeres y niños inocentes la deportación a tierras extranjeras.... El
sufrimiento increíble que estas medidas causan a más de 10.000
personas está en oposición absoluta a los preceptos divinos de
justicia y caridad. Pidamos a Dios y la intercesión de María... que
Dios pueda prestar su fuerza al pueblo de Israel, tan severamente
probado en la angustia y persecución.
La respuesta de los nazis fue arreciar la persecución contra los
judíos, revocar la excepción de persecución contra los judíos bautizados
y la Gestapo asaltó las instituciones religiosas católicas capturando
cerca de 300 monjes católicos, monjas o sacerdotes de raza
judía y los enviaron a Auschwitz donde inmediatamente fueron ejecutados
en cámaras de gas. Dentro de estas víctimas estaba Edith Stein
posteriormente proclamada santa por la Iglesia católica. El vocero
de los obispos holandeses, Titus Brandsma, fue arrestado en enero de
1.942, enviado al campo de concentración de Dachau sujeto a experimentos
médicos y ejecutado con inyección letal el 26 de julio de 1.942. La
situación de los judíos en Holanda empeoró sensiblemente y esto influyó
en la jerarquía católica y en las demás Iglesias cristianas para seguir
restringiendo las declaraciones públicas mencionado a los judíos por
temor a un efecto contraproducente como el del caso holandés.
Consideraron que la ayuda debería ser preferiblemente discreta.
7. En conclusión
el apoyo popular al nacionalsocialismo se basó en normas ideológicas
que poco tenían que ver con el antisemitismo y la persecución de los
judíos, y que pueden resumirse del modo más adecuado con el sentido de
orden social, político y moral personificado por el término
Volkesgemeinschaft, comunidad nacional, garantizado por un Estado
fuerte que sofocaría el conflicto para asegurar su fortaleza a través de
la unidad. La opinión popular, mayoritariamente indiferente e imbuida de
un antisemitismo latente fomentado aún más por la propaganda,
proporcionó el clima necesario para que la agresividad creciente de los
nazis hacia los judíos pudiera ir avanzando sin que nada la desafiara.
Pero no provocó la radicalización. El odio fue lo que construyó el
camino hacia Auschwitz, y la indiferencia lo que lo pavimentó.
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