1. La Fortaleza-Palacio de Renedo de Valdetuéjar
Renedo es villa situada en el valle del río Tuejar, Fue sede de la
capitalidad municipal, que con fecha 13 de junio de 1.976, por Decreto
1.276/1.976, Boletín Oficial de la provincia n.º 140, se integraría este
municipio y ayuntamiento en el de Valderrueda. El acuerdo tomado por ambas
corporaciones fue ratificado por el ministerio de la Gobernación. La
extensión de esta zona de Valdetuéjar, antiguo municipio, es de 65
kilómetros cuadrados, donde se asientan. todos los nueve pueblos del
Tuéjar: La Mata de Monteagudo, Ferreras del Puerto, La Red, Las Muñecas,
El Otero, Villalmonte, Renedo, San Martín y Taranilla, todos ellos
emparentados por analogía de vida, historia, topografía, costumbres y
recursos. La zona de media ladera y fondo del valle está ocupada por
escasa pradería, tierras de cultivo y bosques y en las cimas se encuentran
los pastos y puertos merineros donde la nieve y el sol se disputan el
horizonte.
Renedo cuenta hoy con 12 vecinos y una población de 45 habitantes. De
Renedo era el padre Romualdo, franciscano y apóstol, uno de los primeros
que entraron en la selva de los motilones de Venezuela, sufriendo
arriesgadas aventuras misionales.
Indicé |
2. Contexto Histórico del Palacio Nobiliario de Renedo
Palacios, casonas blasonadas y Castillos con escudos nobiliarios tuvieron
su origen en la Edad Media, como forma de hacer patente la hidalguía de cada
familia por méritos consecuentes de servicios a los Monarcas. Los escudos y
labras eran ostentosas tarjetas de visita presentes en muros y fachadas,
pendones y estandartes y en todo el ajuar familiar. Este Palacio de Renedo
de Valdetuéjar fue un claro testimonio de la vitalidad de su Señorío y
grandeza. Su edificación corrió desde los Siglos XV al XVIII, como obra muy
lujosa y ostentosa. Era quizá el Palacio más suntuoso de la provincia, pero
la fatuidad Señorial de los Prado se basaba más en pergaminos que en una
grandeza sólida y famosa. El derroche de dinero produjo aquella obra de
ostentación y el tiempo se encargó de anular esta aureola y el peso de sus
muros regios los hizo inútiles, como había sido la grandeza de los Prado.
Eran descendientes del infante Nuño de Prado, hijo del Rey Bermudo y el
Palacio ya estaba casi derruido en fosos, muros y torres cuando Antonio de
Prado lo reedificó en el año 1.625. Entre los años 1.588 y 1.627, trabajaron
en él los arquitectos Baltasar Gutiérrez y Juan de Rivero. Otra inscripción
en la Capilla se refería a Don Francisco de Prado, Señor de esta casa y
gentilhombre del Rey don Felipe III, gobernador de Aranjuez y de Cuzco,
quien murió a los 38 años en Panamá trayendo su cuerpo su hermano Don
Antonio y sepultado aquí en el año 1.625. Gómez Moreno encontraba
desajustado el Palacio en seguridad y traza, que aunque de líneas
herrerianas no lo encontraba con armonía. Constaba de dos fachadas en
ángulo, una para la capilla y otra de gran fausto y tres órdenes de
ventanas. El interior era menos ostentoso que la fachada, quizá para
conservar la edificación antigua, grandes salas y muchos escudos. Las
pilastras exteriores eran toscanas en puertas y un frontón alto recogía un
enorme León rampante. La Capilla era de amplio vestíbulo, arcos, bóvedas,
pilastras toscanas, nichos, ábside. Los sepulcros de la familia cubrían el
muro con abundancia de nichos, muy simétrico todo y muy uniforme. El retablo
mayor de la iglesia de Renedo se trajo de la Capilla del Palacio, es barroco
y policromado, de fines del Siglo XVII o comienzos del Siglo XVIII, tiene un
buen sagrario con hermosa talla de la Resurrección en relieve. Se trajeron
también del Palacio los retablos laterales de esta iglesia, con sus tablas
talladas en relieve y las imágenes de la Virgen del Rosario y San Antonio.
Son también provenientes del Palacio del Marques los tres evangelistas de
gran bulto, San Juan con el águila, San Lucas con el toro y San Mateo con el
ángel. Son tallas de la escuela de Gregorio Fernández, perfectas en su
realismo. San Marcos con el león comentan que se rompió en pedazos cuando se
les cayó al bajarlo de su peana en la Capilla del Marqués y no restauraron
esta imagen. Todo el conjunto del Palacio-fortaleza estaba cercado por
gruesa muralla con cubos cilíndricos, que aún quedan varios, y un gran trozo
amurallado de lienzo a lo largo de la carretera. Otros retazos describen el
Palacio del Marqués de Prado bajo el lema de horca y cuchillo. Los Marqueses
de Prado, eran muy ostentosos, basta leer las inscripciones a modo de
sentencias que campaban en los ventanales, y aún están ahí, en Nuestra
Señora de Regla de la capital.
He aquí la sede primera de la familia regia de los Prados.
He aquí la casa antigua dominadora por muchos años.
Honor al príncipe en la multitud.
La gloria no muere.
Todas ellas se cincelan en latines. Los Marqueses de Prado compraron a
Don Felipe II y a Don Felipe IV, las alcabalas de casi toda la montaña
leonesa y multitud de señoríos de villas y lugares. El dinero que amasaron
en América les dio pie para comprar grandes extensiones de tierra. Los
Marqueses de Prado, ya tenían demostrado su fortaleza de carácter, su
egoísmo, la dureza de sus actuaciones para con los pueblos del entorno.
Jamás ofrecieron una ayuda para el Santuario del Valle, poner en e1 silla
y estrado para echar pecho, eso sí, pero generosidad y largueza, no. Hemos
visto y leído en Ferreras del Puerto uno de los primeros libros impresos
que recoge multitud de pleitos de pueblos de la Comarca contra los
Vizcondes y Marqueses de Prado, desde últimos del Siglo XV y a lo largo
del Siglo XVI, todo por riegos, pastos y pagos de derechos de
Señorío.
Se habla de que en la fuente de la Loma, en La Llama de la Guzpeña,
solo podía beber el caballo del marqués, los vecinos se beneficiaron del
agua pero tuvieron que suscribir un foro perpetuo de siete cargas de
trigo al año, así lo recoge el Catastro de la Ensenada confeccionado el
7 de noviembre de 1.752, ante el Juez Sebastián de Bustillo, según las
declaraciones de los regidores de
La Llama, Juan del Blanco y Juan de Juara, el fiel de fechos Lorenzo
Guerra y el párroco Antonio García Melo. En este Palacio se alojó la
famosa comediante cortesana Pepita Tudor, amiga de los Señores de Prado,
que huyó de Madrid por miedo a los gabachos y de aquí se trasladó en el
año 1.809, por miembros de la Junta de Defensa de León al Convento de
las Carbajalas, para mayor disimulo y seguridad.
3. Vicisitudes de la agonía del Palacio de los Marqueses de Prado
Un industrioso nativo montañés, Don Felipe Fernández, reunió fuerte
capital en tierras mejicanas a fuerza de trabajo y economía y negoció con
el industrial leonés Don Agustín Alfajeme, la compra del Palacio de Renedo
y otras propiedades en la localidad. La familia Alfajeme fue
administradora de los Marqueses y habían adquirido el Palacio el año
1.905. Al correr de los años los herederos de Don Benjamín Fernández, hijo
de Don Felipe, recibieron una proposición del prelado de la diócesis,
monseñor Almarcha, de adquirirles el Palacio ruinoso de Renedo. El obispo
había trasladado recientemente la fachada del monasterio de San Pedro de
Eslonza, para levantar la iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva. Esa
misma idea de aprovechar unas piedras nobles, quizá el Palacio más
suntuoso de la provincia, la acarició para acomodarlas en el nuevo
Santuario de la Virgen del Camino y la Fundación dominicana en la paramera
del Camino Jacobeo. El mecenas de la construcción, Don Pablo Díez de
Vegaquemada, adquirió la fachada del Palacio de Renedo, por indicación del
prelado. Los propietarios del Palacio entendieron que era una empresa
noble ceder las piedras del Palacio para el Templo Mariano de la patrona
leonesa, y con tal condición formularon la venta.
Pero las obras técnicas hicieron brotar ciertas discrepancias en la forma
de concebir esta magna obra, y la dirección del arquitecto Torbado chocaba
con la idea vanguardista del arquitecto dominico portugués Fray Coello. No
se obtenía una armonía arquitectónica entre un estilo vanguardista que se
quería imprimir al santuario con una fachada herreriana de la ostentosa
mansión de los Señores de Valdetuéjar y La Guzpeña.
Las piedras quedaron sin destino y fueron adquiridas por la Diputación
con la idea de emplearlas en el nuevo proyecto de una casa de Cultura y
Conservatorio de Música. Dos proyectos hizo el arquitecto Felipe Moreno,
uno de estilo herreriano donde encajar esta fachada palaciega y otro de
estilo funcional y moderno, que así fue aceptado y triunfante. Las piedras
de Renedo quedaron dormidas y el obispo Almarcha, que para todo lo que
tuviera sabores de arte era un lince mirando por incrementar el patrimonio
artístico de la diócesis, al fin de León, compró las piedras por un precio
irrisorio, unas ochocientas mil pesetas, y quedaron recogidas en el solar
del obispado en el barrio de El Egido.
4. La Obra Hospitalaria de Nuestra Señora de Regla
Por tales fechas la Diputación convino con el obispado en hacerse cargo
del hospital de San Antonio Abad, aunque la Fundación seguía perteneciendo
al Cabildo Catedralicio. Ya desde tiempos medievales el hospital de San
Antonio Abad, que se ubicaba donde hoy está la Casa Roldan junto a San
Marcelo, pertenecía al Cabildo catedralicio y trasladada esta Fundación al
edificio en los altos de Navatejera quedaba el Cabildo con la institución
teórica pero sin realidad práctica para cumplir el compromiso que de
tiempos antiguos tenía con León. En tales momentos el obispado hubo de
ceder al Ministerio de Turismo, la gran obra renacentista de San Marcos y
quedarse sólo con la iglesia, que daría en administración y servicio a los
jesuitas. El ministerio quiso hacer de esta casa de la Orden de Santiago
un gran hotel turístico entre los mejores de Europa. El ministerio
compensó al obispado con unos once millones de pesetas. En el desván de
las ideas de monseñor Almarcha no se le extraviaba nunca el más mínimo
proyecto. Los tiempos eran propicios para amparar cualquier empresa de
cariz religioso. Entonces conjugó las ideas de un nuevo hospital del
Cabildo con el compromiso medieval de esta dotación, y con el dinero que
le dieron por la cesión de San Marcos y algo más que arañó por altas
esferas, levantó la Obra Hospitalaria de Nuestra Señora de Regla, como
clínica de lo más moderno y con la mejor dotación sanitaria de entonces,
dejando una planta para albergue del clero y señoras benefactoras
impedidas por edad. Trajo religiosas sanitarias para atender la clínica,
fue clínica abierta para los médicos de León y construyó su fachada
empleando las piedras del palacio de los Marqueses de Prado de Renedo de
Valdetuéjar.
5. La fachada del palacio de la Obra Hospitalaria
El encajar una fachada tan grande en espacio reducido fue un problema
técnico. Hubo que romper la muralla para dejar calle intermedia entre
el claustro de la catedral y la Obra Hospitalaria. Hubo oposición
contra esta decisión del obispo, pero el rompió la muralla con una
bella y adecuada portada de piedra con una hornacina con la imagen
mariana idéntica a la de Santa María de Gradefes y se construyó la
fachada de la clínica. A solucionar el problema técnico de
encaje, contribuyó con su gran experiencia el magnifico escultor Don
Andrés Seoane y fueron aceptadas sus ideas, y practicados ciertos
entrantes se puede apreciar toda la fachada del Palacio en no amplio
espacio. Su portada de gran alarde decorativo con columnas toscanas y
el orden jónico del cuerpo superior, los ocho grandes escudos de león
rampante hacia la izquierda, y otro León de gran bulto en el centro
adornan este enorme entesó de belleza arquitectónica. Los leones están
coronados con distintas coronas de florones, otros dos más
quedan sobre ventanas, más pequeños. Y ahí están estas vetustas
piedras embelleciendo una gran obra de un gran obispo para una gran
ciudad. La familia Fernández Casquero, propietaria que fue de esta
joya arquitectónica, ya puede permanecer tranquila por su
desprendimiento en un precio casi simbólico para lo que es su valor
real e histórico, pero han contribuido a que la ciudad por mano de un
obispo destinara la joya pétrea a un fin noble y bello. El conjunto
monumental de León se vio enriquecido por la nobleza y desprendimiento
de esta familia montañesa del Tuéjar, descendientes de Don Felipe
Fernández.
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