sábado, 22 de octubre de 2016

La Novena Cruzada.



1. Novena Cruzada
La Novena Cruzada, es muchas veces considerada como parte de La Octava Cruzada. El Príncipe Eduardo de Inglaterra, después Eduardo I, se unió a la Cruzada de Luis IX de Francia contra Túnez, pero llegó al campamento francés tras la muerte del Rey. Tras pasar el invierno en Sicilia, decidido continuar con la Cruzada y comando sus seguidores, entre mil y dos mil, hasta Acre, adonde llegó el 9 de mayo de 1.271.

También le acompañaban un pequeño destacamento de bretones y otro de flamencos, mandados por el Obispo de Lieja, que abandonaría la campaña en invierno ante la noticia de su elección como nuevo Papa "Gregorio X". En el año 1.268, Baybars, el Sultán mameluco de Egipto, había conquistado el Principado de Antioquía, y ya había reducido el Reino de Jerusalén, a una pequeña franja de tierra entre Sidón y Acre. El Rey de Inglaterra, Enrique III, había hecho botos tiempo antes de participar en una cruzada pero, ya anciano, permitió que lo hiciera su hijo heredero, vital y despiadado El Príncipe Eduardo I, veterano de las guerras con los vasallos de su padre. La caída de Antioquia le decidió a emprender los preparativos necesarios. Aunque al principio numerosos Nobles Ingleses prometieron acompañarlo, poco a poco unos y otros encontraron excusas para no hacerlo, por lo que el Príncipe partió en el verano del año 1.271, hacia Tierra Santa con apenas un millar de hombres. Le acompañó en su viaje su esposa, Leonor de Castilla. A las fuerzas de Eduardo I, se unieron meses más tarde algunas tropas más, que llegaron mandadas por su hermano Edmundo de Lancaster. Como complemento de los soldados ingleses viajan también un contingente bretón acaudillado por su Conde y otro de los Países Bajos, mandado por el Obispo de Lieja.

Fracaso en Túnez y travesía a Tierra Santa
El plan inicial de Eduardo I, había sido el de unirse a Luis IX de Francia en Túnez y seguir con el hasta Tierra Santa. Sin embargo, para cuando llegó allí, el Monarca francés había muerto y las huestes francesas se alistaban para volver a su tierra, lo que desbarató el plan. Eduardo I, paso con sus fuerzas a Sicilia, donde pasó el invierno antes de cruzar el resto del Mediterráneo en la primavera de 1.279. Tras hacer escala en Chipre, arribo a Acre el 9 de mayo. Allí se le unieron Bohemundo VI de Antioquia y Hugo III de Chipre.
Debilidad Militar y Rencillas Cruzadas
Eduardo I, era consciente de la debilidad de sus propias fuerzas para acometer por si solo al Sultán egipcio, por lo que contaba, con reunir a los cristianos de Levante y aliarse con los mongoles del IL Kanato. Al llegar a Levante, se encontró con las rencillas que dividían a los distintos Señores de la Región, a los Vasallos del Rey de Chipre con su Soberano y con el floreciente comercio que venecianos y genoveses mantenían con el Sultán, los primeros le suministraban madera y hierro, crucial para armarse, y los segundos, esclavos. La cooperación mongola también fue escasa para lo que esperaba el Príncipe Inglés, cuando la embajada que envió a Abaqa Kan llego ante el, el grueso de las fuerzas el IL Kanato estaban enfrascadas en campañas en el Turquestán. A pesar de todo. el II Ca prometió enviar fuerzas para colaborar con los cruzados. En el invierno de 1.271 - 1.272, el Obispo de Lieja abandonó la campaña en Europa, ya que se le había elegido Papa, escogió el nombre de Gregorio X. Sus posteriores esfuerzos para organizar nuevas cruzadas resultaron infructuosos. Mientras estas llegaban, Eduardo I se limitó a realizar algunas correrías fronterizas. En octubre, por fin cruzaron la frontera diez mil jinetes mongoles de las fuerzas que el IL Can tenía en Anatolia. Esta hueste rodeo Aintab y derrotó a las tropas turcomanas de Alepo, cuya guarnición huyó a Hama. Las fuerzas mongolas continuaron avanzando hacia Apamea. Sin embargo, cuando Baibars, que se hallaba en Damasco, reunió un gran ejército, con refuerzos venidos de Egipto, y marchó hacia el norte a enfrentarse a los invasores, estos, incapaces de hacer frente a las enormes fuerzas del Sultán, se replegaron al norte y cruzaron la frontera del Eufrates. Mientras esto sucedía, Eduardo I, trato de talar la llanura de Sharon y conquistar la pequeña fortaleza enemiga de Qaqun, que le cortaba el camino. La cabalgada, escasa de fuerzas incluso para esta pequeña empresa, resultó un fracaso.

Fin de la Cruzada
Finalmente tras un año de conflicto, el Príncipe Eduardo I comprendió que con tan exiguas fuerzas estaba perdiendo el tiempo. La cruzada acabó con la firma de una tregua por diez años y diez meses el 22 de mayo de 1.272 en Cesárea. El pacto se vio favorecido por la actitud de las partes, Eduardo II, estaba convencido de la inutilidad de continuar en el Levante sin refuerzos, el Sultán, de poder acabar con los restos de los Estados Cruzados en cuanto se desvaneciera la amenaza mongola, y el Rey Carlos de Anjou, que sirvió de mediador, de la conveniencia de mantener el Levante en manos cruzadas, pero sin forzar demasiado a su posible rival futuro, el Rey Hugo. El armisticio debía proteger el reino, reducido a la zona costera entre Acre y Sidón, de los asaltos del Sultán. El otro territorio cruzado de tierra firme, el condado de Trípoli, había firmado ya un pacto similar en 1.271.
No obstante, era conocida por todos la intención de Eduardo I de volver en el futuro al frente de una cruzada mayor y mas organizada, por lo que Baibars intento asesinarlo mediante los Hashshashin, uno de los cuales apuñalo al Príncipe con un daga envenenada el 16 de junio de 1.272. La herida no resulto mortal, pero Eduardo I estuvo enfermo varios meses, hasta que su salud le permitió partir de vuelta a Inglaterra el 22 de septiembre de 1.272. Para entonces su anciano padre había fallecido y Eduardo I ocupo su puesto.

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