Torrecillo está dentro de las áreas designadas como Reserva de la
Biosfera de los valles de Omaña y Luna, Lugar de Importancia
Comunitaria (LIC) y Zona de Especial Protección para las Aves
(ZEPA). Entre las especies animales, son comunes el rebeco en las
cotas más altas, la perdiz pardilla, la liebre de piornal, el
lobo, corzo, y el jabalí. El Valle Gordo es parte del territorio
de dos importantes especies amenazadas: el oso pardo y el urogallo
cantábrico. En cuanto a la flora, a mayor altitud predominan los
pastizales de hierba rala debido a la dureza del clima y la
pobreza de los suelos silíceos. A menos altura, son comunes las
escobas, urces, arandaneros y enebros rastreros, robles y, en
terrenos húmedos y orientados al norte, los abedules.
Aunque no se conocen los detalles de la historia antigua de la
zona, el Valle Gordo contiene numerosos restos de explotaciones
auríferas que datan de la ocupación romana. Se tienen pocos
datos concretos de la población de Torrecillo hasta los siglos
XVI y XVII. En 1.518, la casa ducal de Uceda, enlazada con la de
Luna, fundó el Mayorazgo de los Cilleros, que absorbió algunos
de los pueblos hasta entonces parte de los concejos omañeses,
entre ellos Torrecillo. En el Catastro de Ensenada, realizado
en el siglo XVII, la población figura con el nombre de
«Torrecilla», englobada en el concejo de Cilleros. La población
era de señorío, aunque no pagaba feudo ni derecho alguno en
concepto de vasallaje. En el siglo XIX, Torrecillo pasó a formar
parte del nuevo municipio de Murias de Paredes, perteneciente a
la Capitanía General de Valladolid. Pascual Madoz en su
Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus
posesiones de Ultramar (1.845-1.850), menciona la iglesia
parroquial de Santa Marina, una escuela de primeras letras. Cita
el centeno, trigo, lino, patatas, legumbres y pastos, junto con
el ganado y la harina y telas producidas localmente, como las
principales riquezas de la población. Durante el siglo XX, la
historia de la localidad, junto al resto de la comarca de Omaña
está marcada por su paulatina marginalización por la
administración y el consiguiente abandono de sus habitantes.
Este proceso se aceleró en la segunda mitad del mismo siglo, a
partir de la implantación del Plan de Estabilización de 1959,
que aumentó el contraste entre la marginación de los municipios
de la comarca de Omaña y la creciente prosperidad de otras
regiones españolas. La declaración como «Comarca de Acción
Especial» en 1.978, supuso una importante inversión en
infraestructuras, que aunque tardía para revertir la pérdida de
población, la mejora en las comunicaciones han incrementado las
perspectivas de desarrollo en ámbitos como el turismo rural y la
ganadería.
5. Patrimonio y Cultura
La pieza más notable del patrimonio artístico de Torrecillo es
una talla de un Cristo en madera policromada en la iglesia
parroquial. Se considera destacable por poseer influencias
bizantinas atípicas de la provincia de León. El pueblo
también cuenta con interesante patrimonio arquitectónico
representante del estilo popular omañés, caracterizado por
tejados pendientes, antaño con cubierta de centeno reemplazada
por losa, muros de pizarra y cuarcita y un estilo rústico y
funcional pero con detalles decorativos, como las molduras de
piedra labrada alrededor de puertas y ventanas en algunos
edificios. Una construcción de significancia especial es la
ermita de Peñafurada, también conocida como ermita de la
Virgen de la Casa, compartida con Posada de Omaña y Vegapujín
y edificada sobre un collado por donde los peregrinos podían
acceder al Bierzo por Tremor de Arriba, una de las variantes
del Viejo Camino de Santiago que atravesaba Omaña. La leyenda
cuenta que la ermita se construyó para albergar una imagen de
la Virgen aparecida en una cueva de las cercanías. Cerca de la
ermita existía un albergue, actualmente en ruinas. Dentro del
patrimonio cultural de la población destaca la gastronomía
tradicional, con los platos típicos de la caldereta y la sopa
de trucha. Se celebran varias festividades de carácter
religioso. como la Navidad, el día de los Reyes Magos, la
Semana Santa, el Corpus Christi así como el día de San Roque y
su víspera, el día de la Asunción, cuando se realiza una
procesión a la ermita de Peñafurada. Entre las celebraciones
de carácter profano celebradas en el pasado se cuentan la
fiesta de carnaval conocida como «zafarronada» y la «quema de
la vieja». Las costumbres típicas son similares a las de
otras poblaciones de la montaña leonesa. Los bolos leoneses es
el juego tradicional más practicado. Entre las costumbres más
renombradas están el filandón y el calecho, reuniones de
vecinos para pasar el rato contando historias o jugando a las
cartas. Los filandones tenían lugar durante las largas tardes
de invierno y los asistentes realizaban tareas domésticas como
el hilado durante estas reuniones, de donde reciben su nombre.
Los calechos solían tener lugar al aire libre. El Samartino o
Sanmartino, día en que se realizaba la matanza del cerdo, y la
recolección de la cosecha de cereles eran eventos de gran
importancia en el marco de la economía de subsistencia
existente en el pasado.
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