1. Montuerto
Enclave dulce, que baña pies en el Curueño y perfuma callejas por las
laderas que dan al monte, el pueblo de
Montuerto, es equilibrio de montaña y
vega, historia y geografía, tradición y piedad. Este ramaje heterogéneo de
piedras y árboles, aguas y ruinas, puede abarcarse en su conjunto, si el
viajero accede a Montuerto una mañana de mediados de mayo, cuando los
vecinos parten de la iglesia, para ascender la milenaria Calzada romana, que
sube entre guijarros y rosales silvestres. Llevan en andas la imagen de la
Virgen y se dirigen a la explanada del Castillo...Gótica procesión, hasta la
entraña del medioevo, con las canciones religiosas aún redimidas del olvido,
por el mismo camino que diseñó el romano, con cantos empotrados y
contrafuertes de caliza, que pespuntea de verde las hierbas salvajes. Desde
este mirador alzado sobre el río, se ve, a lo lejos, el dibujo dormido de la
llanura, los tejados rosáceos de las casas de piedra, las callejas
retorcidas, los escudos heráldicos diseminados en las tapias, y aún los
robados.