2.1. Geología y relieve
El sustrato geológico de las comarcas de Babia y Luna está formado,
principalmente, por rocas sedimentarias de tres tipos:
* Calizas, que proceden de
la precipitación de iones de carbonato y calcio disueltos en el agua.
* Areniscas, constituidas
por la acumulación y compactación de arenas.
* Lutitas, rocas de grano
invisible al ojo humano formadas a partir de limos y arcillas.
Cada una de estas rocas tiene unos rasgos especiales, es colonizada por
vegetales diferentes y responde de distinta forma al embate de los
agentes erosivos; por ello, su alternancia en el sustrato del Parque
Natural genera un paisaje caracterizado por una gran diversidad de
texturas, colores, altitudes y formas, muy atractivo al ojo humano.
A esta diversidad en el tipo de rocas se le suman numerosos elementos
geológicos como grandes plegamientos, fallas y movimientos kilométricos
de materiales, producidos a lo largo de la azarosa historia geológica de
esta región; dicha historia, que comenzó hace más de 500 millones de
años y aún no ha finalizado, incluye numerosos cambios climáticos,
eventos biológicos y dos episodios de formación de cordilleras, siendo
nuestras montañas el residuo de la más joven de ellas.
El paisaje actual de Babia y Luna es heredero de esta larga historia,
aunque muy retocado por el modelado superficial que realizaron los
glaciares que cubrieron gran parte de este territorio desde hace, quizá,
2 millones de años hasta hace unos 15.000 años; en la actualidad, los
ríos, lluvia, gravedad, cambios de temperatura, vegetales, animales y
humanos seguimos modelando el terreno y conformando el paisaje del que
disfrutamos.
El resultado de esta historia geológica es un territorio con una
geodiversidad sorprendente, que no sólo permite el desarrollo de una
rica biodiversidad y de numerosas actividades humanas, sino que también
funciona como una especie de libro abierto en el que leer la historia
más antigua de nuestras comarcas.
2.2. Vegetación y flora
Uno de los valores más destacados de Babia y Luna es su vegetación; su
ubicación al sur de la cordillera Cantábrica, su compleja orografía y
su variada litología favorecen una gran diversidad, así como la
presencia de especies únicas de estas montañas. Con independencia de
si se asienta sobre suelos calizos o silíceos, la vegetación se
distribuye siguiendo un patrón altitudinal, en el que se suceden
distintos ambientes:
* La alta montaña,
representada por cumbres de paredes verticales y grandes pedreros y
canchales que se precipitan ladera abajo, salpicados por zonas de
pasto allí donde el suelo permite su desarrollo; este entorno alberga
sistemas muy frágiles, asociados a lagunas y turberas; también
especies de flora endémicas y catalogadas, como Centauriíum somedanun
o Ranunculus seguieri subsp. cantabricus; otro endemismo es Saxifraga
babiana, especie adaptada a vivir sobre las rocas.
* Por debajo se asientan
distintos tipos de bosques; abedules y robles conviven con otros
árboles, conformando manchas de gran interés botánico, que prefieren
suelos frescos de cierto desarrollo; los escasos hayedos del Parque se
acantonan en las umbrías, buscando en verano la humedad que precisan;
algunos bosquetes de avellano salpican el territorio en zonas frescas
a media altura; pero sin duda el bosque más singular, una auténtica
reliquia viva, es el sabinar, que ocupa crestones calizos orientados
al sur en la comarca de Luna.
* Las vegas frescas son
ocupadas por pastizales subalpinos, aprovechados a diente por el
ganado durante el verano; entre ellos prosperan también algunos
matorrales de enebro rastrero, brezos, piornos y aulagas, que se
distribuyen en función de la naturaleza del suelo.
* En las zonas más bajas,
los fondos de valle acogen extensas praderías que conforman un
interesante mosaico de origen antrópico, donde los prados de siega
alternan con muretes de piedra y setos vivos o sebes, retazo de los
bosques mixtos ribereños que antaño acompañaban a los ríos y arroyos;
no faltan en ellos sauces, fresnos y multitud de arbolillos y arbustos
espinosos.
2.3. Fauna
La diversidad de ambientes en el Parque Natural ofrece multitud de
posibilidades a la fauna, que ha sabido aprovechar cualquier recurso:
* En la alta montaña de Babia y
Luna, la especie más emblemática es el rebeco, perfectamente adaptado
a la vida en los roquedos, a los que se ancla con asombrosa destreza
gracias a sus pezuñas; las chovas juegan entre las peñas con
acrobacias imposibles; gorriones alpinos o acentores alpinos
aprovechan las manchas de pasto y matorral entre el roquedo, mientras
el treparriscos, cuyo plumaje del color gris de la caliza facilita su
camuflaje salvo cuando despliega sus alas de un vistoso bermellón,
rebusca su alimento entre las fisuras de la roca; en verano, la
preciosa mariposa apolo, revolotea entre las flores.
* El águila real y el
buitre leonado surcan el cielo del Parque, a ellos se une entre marzo
y septiembre el alimoche, que anida en la comarca y pasa el invierno
en África; fáciles de ver son también el busardo ratonero, el águila
culebrera y el cernícalo común; sobre la amplia llanura de la vega del
Luna planea el aguilucho pálido buscando sus presas.
* En los cursos de agua la
trucha común es la protagonista, acompañada en el cauce por el
inconfundible mirlo acuático y, ocasionalmente, por la garza real; la
culebra de agua caza con asombrosa agilidad alevines y ranas; la
espesura de la ribera es idónea para multitud de aves como el ruiseñor
bastardo y el chochín, aunque no se dejan ver con facilidad, se
detectan bien por sus cantos.
* En los lagos y turberas
no suelen faltar el tritón palmeado y el tritón alpino, que comparten
espacio con la rana bermeja y el sapo partero.
* El bosque ofrece
multitud de posibilidades a las aves; fáciles de identificar son el
arrendajo, un córvido forestal de plumaje coloreado, o el pico
picapinos, un carpintero común en la zona; pero también son habituales
micromamíferos como el lirón gris o los ratones de campo y leonado;
los troncos huecos de los grandes robles sirven de refugio a distintos
murciélagos; las martas, siempre activas, acechan a cualquier presa
que pueda servirles de alimento; el corzo, discreto y silencioso,
busca en el bosque refugio y protección, pero le gusta salir a pastar
a los prados circundantes al atardecer.
* El mosaico definido por
prados de siega, linderos de fincas, muros y sebes acogen una enorme
diversidad; muchos insectos, como mariposas, abejas, abejorros o
escarabajos ligan su ciclo vital a estos ambientes donde las flores
ofrecen multitud de recursos; lagartijas y lagartos se calientan en
los muros bajo el sol estival; en los huecos entre las piedras o en el
suelo excavan sus madrigueras los topillos, siempre atentos a la
presencia de comadrejas, zorros o gatos monteses.
2.4. La ganadería en el parque "La trashumancia"
Babia y Luna es un territorio ganadero, vinculado para siempre a la
trashumancia; durante centurias, sus puertos altos, frescos todo el
verano, fueron aprovechados por rebaños de merinas trashumantes; una
amplia red de vías pecuarias, como los cordeles de Babia de Arriba y
de Abajo, facilitaban los desplazamientos entre los pastos de la
montaña y las dehesas extremeñas, donde pasaban el invierno los
rebaños.
Su legado se percibe en un paisaje abierto, de escasos bosques, y en
un patrimonio cultural que cada septiembre se rememora en la Fiesta
del Pastor de Los Barrios de Luna.
2.5. Las brañas
Ubicadas en altitudes medias, a las brañas se subía el ganado, en
especial las vacas, durante el verano; muchas ya en desuso, son un
mosaico de prados y pastos, cercados para el ganado y cabañas, donde
dormían los brañeros mientras atendían el ganado o segaban.
2.6. La ganadería local
En la montaña, la ganadería se basa en la rotación de los animales por
distintos pastos en función de la época del año; en verano, vacas y
caballos suben a los puertos donde pastan libres; mientras, en los
prados de siega del valle, se recoge la hierba que les servirá de
alimento cuando el mal tiempo los empuje hacia los pueblos; se
optimiza así el momento de máxima producción vegetal de los distintos
pastizales.
Patrimonio arquitectónico
2.7. Arquitectura civil y religiosa
* El Parque Natural cuenta
con varias iglesias de interés; la de Candemuela es un buen ejemplo
del barroco rural leonés.
* Distintas ermitas, como
las de Pruneda, Lazado, Porcinero o Carrasconte, hablan de antiguas
creencias y de ancestrales romerías.
* Algunas torres
defensivas, como la de Torre de Babia, rememoran los tiempos en que
por estos valles discurrían importantes caminos que cruzaban la
cordillera Cantábrica.
* Varios palacios y casas
solariegas engalanan los pueblos y refieren el poder de las familias
que los levantaron; en Riolago tienen su máximo referente, aunque no
el único.
2.8. La arquitectura popular
El Parque custodia bonitos pueblos de piedra, representantes
destacados de la arquitectura de la montaña, que muestran aún algunas
casas tradicionales, evidencia de la actividad ganadera de sus
moradores, unas con el corredor de madera en la planta superior y
amplias escaleras adosadas a algún muro, otras más elaboradas, con un
amplio corral alrededor del que se distribuyen vivienda, cuadras y
pajares; en Torrestío, Torrebarrio, Mena, Piedrafita y Lago de Babia
se conservan hórreos, tan propios de estos paisajes; no faltan entre
el caserío, ermitas o puentes, bonitas fuentes de piedra y lavaderos,
potros de herrar, lecherías, molinos y otros elementos auxiliares.
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